APACIBLE PLAYA DE INVIERNO
APACIBLE PLAYA DE INVIERNO
Junto a la ventana,
acompañada por uno de tus libros favoritos, sitúas por enésima vez la silla de mimbre junto a la luz encendida del Mediterráneo.
Vuelves a ver a las solitarias
en la playa, cada vez en mayor número. Algunas son sólo manchas o borrones móviles sobre un lienzo de arena mojada; se mueven lentamente siguiendo la línea del agua como buscando alguna pequeña caracola que la marea haya olvidado en su ir y venir.
Te quedas un buen rato mirándolas
antes de volver tus ojos hacia el libro. La tarde, como todas las de enero, es larga y fría y prefieres leer despacio saboreando las sílabas de tinta negra antes de pasar página.
Después de poner algo de orden
en las palabras que se desprenden de tus lecturas vuelves a mirar a través de los vidrios ya empañados por el vapor de agua de tu aliento; todas aquellas damas solitarias ya han desaparecido de la arena. Probablemente no pueden soportar el crepúsculo.
La vida de esas damas solitarias
ha sido durante unos instantes ese zigzagueo impredecible, un mapa de impulsos eléctricos que sólo parecían concretarse en tus ojos de observante de los cielos y del mar.
Como si la distancia
fuera también algo dependiente del tiempo capaz de igualarlo todo, de nivelarlo sin resistencias o de relativizarlo todo has tenido la sensación de que, a la larga, la erosión de los años deja en nada las muescas, los salientes, los detalles característicos como un trozo de vidrio pulido por el roce de la arena.
Vuelves tu mente a los pensamientos
que alguien ha plasmado en el libro que tienes entre tus sensibles manos y esperas pasar el resto de la tarde gozosa mientras afuera el viento de la noche está en calma.
Mañana volverás a ver,
incansables y persistentes en su soledad a esas damas maduras que aún no saben lo que quieren a pesar de sus años.
Johann R. Bach
No hay comentarios:
Publicar un comentario