29 dic 2011

BARCELONA NACIÓ CON LOS GRANADOS (Cap. 9)



Capítulo 9

·         Desaliento mental.
·         Latidos lentos e irregulares del corazón.
·         Debilidad anémica en muchachas emaciadas.
·         Tosferina. Cianosis           
LAUROCERASUS 15 CH

                            EL LAUREL

Tras cada pequeña ondulación
en el borde de cada hoja,
el laurel evita el destino
y como la sonrisa del viento,
tonifica tu corazón
recordándote el espíritu de Dafne.

Tu belleza es tal que has vivido
atrapada en tu propia piel
hasta que acorralada deseaste,
angustiada, solitaria y sin diadema,
que tu debilitado corazón
escapara a ese permanente acoso.

Muchos hombres te pretendieron
desconsolados por tu rechazo. Huías
de ellos como el rayo que abandona la nube
y le encomendabas a tu dios particular
que te librara de tus desmayos.

Cuando te faltaba el aliento
y las palpitaciones de tu corazón
empequeñecían como ondas de luz
de lejanas estrellas, la angustia
se apoderaba de tu sudorosa frente

y el desmayo era la respuesta a la ansiedad
del deseo de escapar de tu propia belleza.
Si el estar entre los humanos es mucho
y porque en apariencia todo lo visible
se desvanece, es que en realidad

eras necesaria aunque sólo lo fueras
por una vez. ¡Qué hermosa vez!
Haber sido esa una vez, aunque sólo
hubiera sido una sola noche,
esa noche parecería ser irrevocable:
tu transformación en laurel era inevitable
y ahora adornas la frente de emperadores,
dioses y personajes importantes
que rinden culto a tu belleza
y a la generosidad de tu corazón.
                                                   Elisa R. Bach

Gori, era un compañero del colegio, que el maestro se empeñaba en llamarle Gregorio. Era pequeño de estatura y remolón, por lo que siempre acababa castigado de cara a la pared o sin recreo. Cuando se puso enfermo mi madre me compró un TBO (cómic de la época) para que se lo llevara a su casa, porque mi madre era esa clase de personas que cree que hay que visitar a los enfermos. Gori se puso muy contento. Su pleuritis lo mantenía en casa, en reposo absoluto.  Al día siguiente lo expliqué en la escuela y Marta, una chica de unos doce años (en Cadaqués, todos los niños y niñas del pueblo íbamos a la misma clase, excepto los parvulitos que tenían un aula para ellos solos), propuso ir a visitar a Gori el sábado por la tarde.

Aquel sábado sólo acudimos a casa de Gori, Marta, Gemma, una niña de mi edad, dos hermanos gemelos de nueve años, mi hermana y Ferrán. Aquella tarde descubrí las cualidades de Marta. Empezaba a anochecer cuando nos propuso explicarnos un cuento. Estábamos todos sentados en la enorme cama de Gori (que debía ser la de sus padres), el techo de la habitación debía de estar a una altura de cinco metros y la poca luz que entraba por el balcón no llegaba a iluminar la parte alta de la estancia.

Marta, sabiendo que era la mayor de todos, desplegó toda su ciencia y comenzó a improvisar un cuento. Se lo estaba inventando en aquel mismo momento. Nos iba adjudicando a cada uno un papel en el cuento, definiendo el carácter de cada personaje (que éramos nosotros con nuestro propio nombre) a medida que la acción avanzaba. Así adjudicaba el papel de viejo sabio a Gori que impartía sentencias y consejos, a la gemma le daba un papel de niña divertida, curiosa y metementodo; a los gemelos les otorgaba el papel de espías que se podían cambiar uno por el otro sin que los demás lo advirtieran, a mi hermana la contentaba con el papel de la perfecta ama de llaves, etc…

El relato era apasionante pues todos queríamos saber cómo nos iríamos comportando a lo largo de la historia.  Marta se guardaba para ella el papel de madre superiora de un convento y era la que dictaba las normas de comportamiento y a mí me tenía por su secretaria.

Todo aquello hacía que en mi cabeza surgiera un mundo nuevo. Tardé muchos años en encontrar algo igual, pues en los libros que entonces estudiábamos eso era imposible. Estudiábamos todos, grandes y chicos con un solo libro que se denominaba "Fundamentos". En ese libro se suponía que estaban todos los conocimientos que debíamos aprender, ya fuera geografía, lengua (castellana por supuesto) o geometría.

Trabajando –muchos años después- en la Editorial Salvat cayó en mis manos un libro escrito por Plutarco en el que comparaba la vida de Alejandro Magno y de César  ("Vidas Paralelas"). Plutarco era un sacerdote, científico y escritor que servía sus oficios en el Templo consagrado a Apolo en Delfos de donde partieron los más famosos oráculos del Mundo Heleno. Se hizo famoso entre nosotros por los escritos científicos que dejó.

Muchas eran, como se puede pensar, las personas –escribe, Plutarco, en su libro- encargadas del cuidado del joven Alejandro, con el título de nodrizas y acompañantes y maestros; pero por encima de todos destacaba Leónidas (como la Marta de Cadaqués), un hombre de carácter austero y compañero de Olimpiada. Esta cercanía no disminuía la autoridad que implicaba una tarea tan noble y tan brillante; pero los otros por razón de su dignidad y de su parentesco, lo denominaban "el nodrizo"  preceptor de Alejandro. Y al que le atribuía, Leónidas, el aire y el título de acompañante a un tal Lisímaco, natural de Acarnania, que no poseía otra finura que la de apropiarse del nombre del Fénix, y a Alejandro el de Aquiles y el de Peleas a Filipo (el Bárbaro, padre de Alejandro) y así se hacía agradable a todos ocupando (Leónidas) un segundo lugar.

Marta además era la constructora de juguetes del pueblo. Con alambre lograba una guía para llevar rodando un aro o con latas de sardinas creaba, atándolas con un cordel, un tren de vehículos (los vagones) que nosotros cargábamos de arena. Con un yoyó hecho con dos grandes botones unidos por un grueso sedal o hilo de pescar, daba la orden de salida del tren. Con una goma de borrar hacía las ruedas que pinchadas por agujas a modo de ejes en cajas de cerillas simulaba los carros tirados por caballos imaginarios que en realidad eran pajaritas de papel como animales de tiro. Nos enseñaba a hacer barcos y aviones de papel con los que se libraban batallas a escondidas del maestro.

Marta con sus creaciones llenas de contenidos implícitos, nos enseñaba sin que nos diéramos cuenta la dimensión erótica del secreto; del secreto capaz de amplificar hasta el absoluto la impetuosa necesidad del deseo. A cada frase o acto suyo insistía en que le guardáramos el secreto. Además le daba a todo un punto de humor. En mitad de la calle, mientras nos enseñaba a saltar a la comba, de repente se paraba y nos preguntaba si le íbamos a guardar un secreto. Todos asentíamos con un movimiento de cabeza. Entonces se levantaba las faldas y soltaba un sonoro pedo. Reíamos.

Recuerdo que estando en la playa, nos dijo que si le guardábamos el secreto nos enseñaría los pelos que tenía entre las piernas. En otra ocasión nos dijo que había que comprobar si los gemelos eran iguales en todo, les hacía bajar los pantalones y con un lápiz comparaba las medidas de sus penes. Y nos decía que –siempre bajo secreto- acariciándolos suavemente cada día crecían hasta alcanzar el tamaño de un plátano. Todos –niños y niñas- creíamos que exageraba, pero nuestra curiosidad por las cosas que explicaba no tenía límite.

A veces el maestro, tenía conocimiento de nuestras fechorías y nos castigaba sin salir al recreo, pero maliciosamente lo hacía siempre que soplaba una fuerte tramontana con lo que nunca supimos si realmente nos castigaba. Todos conocíamos su fuente de información: Melitón. Melitón era un niño que se jactaba de ser el "chivato oficial" y estaba convencido que el maestro aplaudía sus chismes, pero con su actitud de pasar por alto muchas de las informaciones que le procuraba Melitón, desmentía tales honores.

En muchas ocasiones de mi vida pude comprobar como la voluptuosidad resulta aguijoneada cuando está rodeada de seguridad y lo que se emprende cuando uno puede decir: estoy a salvo de cualquier mirada. En ese momento el deseo brota con una impetuosidad sin límite y la impunidad que lo favorece acrecienta deliciosamente la ebriedad; sólo la conciencia está presente. Ese secretismo, se apunta mucho más fuerte, desde temprana edad –creo-, en las chicas y en todas aquellas amantes de la poesía, preocupadas por los misterios contingentes o distantes, gustan de apartarse en este retraimiento espiritual donde el amor es, a un tiempo, puro y concupiscente en lo absoluto.

¿Quién no ha buscado, alguna vez, la oscuridad de un cine, la soledad de un paisaje o simplemente aprovechar ciertos momentos en que sabemos que todos están fuera de casa y que tardarán en regresar? ¿Quién no ha aprovechado el anonimato para realizar alguna acción delictiva o simplemente reprobable? En el mismo París estaba de moda en aquellos años entre los estudiantes realizar pequeños hurtos de libros, discos, ropa, zapatos, platos y cubiertos de restaurantes… Todo a consecuencia de una explosión de erotismo de la época. El acto secreto (¿delictivo?) daba valor a personas tímidas e introvertidas y el riesgo a ser descubiertas exacerbaba su libido.

Cuando Yvette con su carácter juguetón se situaba junto a la puerta del armario haciendo gestos absurdos reflejándolos en el espejo yo sentía que la vida me ofrecería un número indeterminado de alternativas a cada momento, que constantemente habría de tomar decisiones que me modificarían, cogiendo unos trenes y desechando otros, y que sin embargo, cuando echo la vista atrás, me recuerdo de niña sustancialmente igual a como soy hoy: algo pasiva, obediente y más paciente que juiciosa, con brotes de rebeldía; todo lo contrario de Yvette que tiene un comportamiento voluntarioso y endemoniadamente activo como si quisiera soldar al argón los trozos de un espejo hecho añicos.

27 dic 2011

¿NAVIDADES POBRES?

Amenaza de Navidades pobres

 

El cuarto múltiplo de siete

muy conocido por la luna y por las mujeres,

vuelve a mostrar su misteriosa influencia

sobre la sociología y psicología: el estado

de ánimo se relaciona con la posición

 

-risa o llanto- frente  a los sucesos históricos.

 

Corría el año 392 –múltiplo de siete- al galope

una parte del Imperio fijó su sede en Milán,

la otra en Constantinopla.

Ambas acuñaron monedas diferentes

y la crisis económica y cultural

 

se cebó con la destrucción de Adrianópolis.

 

Teodosio frenó con esa división

la caída del agotado Imperio;

el declive, antes de entrar en la Edad Media,

duró 28 años -¿es otro demarrage el 2001?-

Dos nuevas potencias culturales

 

entraron en el Mediterráneo: Persia y Cataluña.

 

Lucio Domitio Aureliano pensó

dar marcha atrás a la rueca universal,

con un gesto de tropas rabiosas

soñó con detener la caída de su hegemonía.

Cuatro Césares abrazados

 

inmortalizaron su propia foto de Las Azores:

 

en el grupo escultórico en pórfido

denominado "Los Tetrarcas" dan su testimonio

en el Palacio Ducal de Venecia

y como un negativo oráculo indica

el camino que nunca debiéramos

 

haber emprendido al comenzar el siglo XXI.

 

No deberíamos ignorar

la previsión de la historia

condenando como una Merkel cualquiera

a sociólogos, psicólogos e historiadores:

La Edad Media, sin su sonrisa, ha comenzado.

 

Nos pueden arruinar económicamente

 

durante los próximos 18 años

que nos quedan de crisis,

nos pueden recortar nuestra libertad

y decirnos que volveremos a vivir en la miseria,

pero nadie llegará a ser tan pobre

 

que no pueda regalar una sonrisa por Navidad

                                              Elisa R. Bach