28 ago 2014

Noches heladas por el seso lunar en Buenos Aires o Santiago

EN EL AGOSTO DE LA VIDA

 

¡Qué Universo!

Un coro de llamas cantoras ahí arriba, sobre nuestras cabezas y el vuelo de un cóndor que parece dirigirlas.

 

Noches heladas por el seso lunar

en Buenos Aires o Santiago. Ahora con frío por el hueco, no sé hasta donde, solar.

 

¡Qué contraste

con el mundo mediterráneo!

 

En mi vida, tres veces

pedí el sol individual y otras tres me fue denegado. Mientras estuve ingresado en el hospital pedí un sol aunque no fuera muy grande.

 

Me trajeron una guitarra de juguete.

 

Busqué empleo

pues nadie vino a ofrecérmelo. He aquí el error: tener la pretensión que el empleo cayera del cielo sobre mi balcón.

 

Por aquel entonces yo ignoraba que en mi frente llevaba un número de matrícula como un código de barras en el que las grandes empresas y hospitales podían leer

 

La advertencia de la peligrosidad

de mis palabras y de mi espíritu rebelde heredado de generaciones y generaciones junto a su sudor.

 

Ahora comprendo

que todo lo mío estaba encadenado de antemano.

 

Cuando salí del hospital estaba nublado y no pude ver el sol. A pesar de ello me llevaron al zoológico. Allá, entre los gritos de un gorila y los rugidos de un viejo y desdentado león

 

Asomó tímidamente entre las nubes el sol.

 

Pobre de mí,

mi sol, mi disco de oro, era casi blanco. La gente prefería mirar a los leones que reparar en un esmirriado niño.

 

Sin embargo, aquel horizonte de colmillos

y lenguas ásperas parecían indicar, al menos potencialmente un lugar donde aún cabía la ternura.

 

Me pregunté

¿qué hago sin mi gran hueco solar?

 

Intenté abrirme paso como el cóndor

a través de la cordillera: como si la piedra fuera viento para él.

 

Encontré un amor

que me rechazó rápidamente porque no tenía muebles. Con otros se repitió la escena.

 

Y es que

cuando un hombre progresa económicamente abandona a la mujer de cuarenta para poder dormir con la secretaria de veinte; y si no progresa es ella (la esposa) la que lo abandona a él.

 

Así que no me queda otra alternativa

que imitar al cóndor:

 

dejar el vuelo de las plumas en el perchero,

dejar mi saco de huesos, fatigado ya de tanto y tanto ir y venir dentro del armario, y, tratar de entrar en el Paraíso por otros procedimientos no ortodoxos.

 

¡Qué mundo! ¡Qué sombras!

Aunque después de todo, qué suerte poder descansar junto al mar.

 

                                                            Johann R. Bach

 

26 ago 2014

No temas cariño mío ante tanta tristeza por las inundaciones, las estrellas no hacen daño.

LA LLUVIA EN ARENYS DE MAR

 

No temas mi amor,

ya pasó el azote de la lluvia.

 

No temas cariño mío

ante tanta tristeza por las inundaciones, las estrellas no hacen daño.

 

En los cristales húmedos,

los truenos, los pájaros perdidos, en tus ojos se alzaba el agua y te rozaba con ternura.

 

Y sabes cuánta tiene el agua

cuando ha volado tanto y a tantos ha tocado.

 

Pregúntate en voz suave,

entre dientes, tú que sabes que la lluvia empuja como el mar.

 

Sin embargo,

pesan en el viento los gorriones y las hojas de de los plátanos de la Riera de Arenys.

 

Mañana continuaremos vigilando

las escasas nubes y qué lejana irá esta lluvia por las calles bajando inmensa hacia el mar.

 

No temas cariño mío

ante tanta tristeza por las inundaciones, las estrellas no hacen daño.

 

                                                             Johann R. Bach

 

25 ago 2014

Desde aquel día uno solo de sus finos dedos mezclado con una sola sílaba de su infantil voz eran suficientes

DEL MONÓLOGO DE PABLITO
(Segunda Parte)

Pocas semanas después de aquel suceso, en mi Primera Comunión, en el casamiento atroz de la clencha a la izquierda y con el traje azul de marinero, el primero de los tristes uniformes, llevé mi cristal. Colgado de mi cuello lo mecía, alejado caía sobre mis huesos, jugaba con sus múltiples caras, con su enigma: lagarto-madre de enigmas.

Avancé por encima de la alfombra central de la nave invadida por las luces de colores que penetraban a raudales por los inmensos vitrales, sin mar sin cielo, hasta el altar y comulgué,

Tomé sí el pan del dios de los cristianos
y lo sumé a mi pecho salvaje, antiverbal.

Allí, en aquella especie de cueva de átomos y hostias divinos, unido al estruendo de los ángeles custodios de su misterio alcé mi Guía, mi cristal.

Pablito estaba desnudo como yo,
Sentado sobre la cama y apoyaba su espalda sobre mi pecho. Con mi mano derecha le acariciaba suavemente su enorme miembro de forma que no le veía la cara, pero no me atrevía a cambiar de posición por miedo a interrumpir aquel monólogo que estaba penetrando mi piel a través de los poros abiertos y músculos horripiladores erectos.

Sus palabras eran como impulsos eléctricos que me invadían las sienes como la música Spiegel im Spiegel de Arvo Pärt y mi musculatura frontal abandonaba poco a poco el arco de atención de las cejas y mis ojos de té apenas veían su espalda.

"¿Hasta qué límite – continuaba diciendo -, sombra o nada puede ir la palabra que quiere, pero su tejido es selva y su selva tejido de la selva; dar con lengua y signo, la muerte la vida, que es tributo de posesión sin fuga por un cristal como este que llevo siempre en mi pecho?"

"Articulo mi idioma, ante el rechazo de mi voz, en el corazón de mi cristal y llevado por su leyenda irradiante rayo los enigmas y los transmuto en cosas". Porque todo es mensaje, comunicación, energía de dos relámpagos que calcinan el Mar de los Ruidos y la Tierra de los Silencios, el espacio devorador entraña del nacimiento".

Llegados a este punto los latidos del corazón parecían pedir salir a respirar fuera de las arterias y los impulsos iníciales de las sienes descendían por las carótidas hasta alcanzar el clítoris por primera vez en mi vida. Parecía que la piel iba a reventar, las mandíbulas se me habían aflojado de tal manera que la saliva fluía casi a chorro.

Un gusto agradable bajo la lengua, cerca de su raíz se confundía con un jadeo involuntario jamás experimentado por mí. Las corrientes eléctricas  surgidas de mi vagina iban subiendo como ascendiendo por la ladera de una montaña hasta alcanzar los pezones y de allí partían auténticos latigazos de placer-dolor que me castigaban la espalda de arriba abajo.

Todas las caricias del mundo habían sido insuficientes para provocarme el más ligero orgasmo y, sin embargo aquella voz atiplada arrojando palabras que nunca había oído ordenadas de aquella manera mágica en presencia de un cristal oscilando sobre aquel voluminoso apéndice pretendidamente inútil para Pablito y, sin embargo, digno de un culto fálico extraordinario.

Al notar que mi mano se relajaba y dejaba de presionar su pene, Pablito se giró hacia mí y con la punta de la sábana me limpió la boca y prosiguió diciendo, otra vez pensamientos que me parecieron salidos de los labios de un querubín:

"Para cegar, aunque no lleve a parte clara u oscura creer que lo que es fuego molesto para muchos vaya a excitar su hueso de pájaro o tigre; para hacer de un ciego momentáneo un niño en la noche sin luna saco mi cristal y es entonces que un millar de peces de nieve en llamas abren un cielo blanco".

Casi imperceptiblemente Pablito iba introduciendo su dedo pulgar en mi vagina de forma que los impulsos eléctricos que habían recorrido mi cuerpo comenzaron a activarse de forma que temí volverme loca de placer. Mientras yo me debatía entre el placer y el dolor de las punzadas  en mi vientre como rayos que buscaban mis senos Pablito continuaba hipnotizando mi alma con su monólogo.

"Es el amanecer mi amor, es la luna que alza el mar, son las ciudades que arden en el sueño. Así dicen los poetas y es mi cristal, invisible en su manifestación que los pierde". Lo llevo colgado de mi cuello y sigo su valle, su río, sus montañas aéreas que en su quietud me miran como tú amada mía, porque ya, el color igneofrío del cristal es toda la tierra lejana: sólo luz de colores".

Desde aquel día uno solo de sus finos dedos mezclado con una sola sílaba de su infantil voz son suficientes para hacerme tocar las estrellas con la mano. A mis cincuenta años había dejado de ser frígida. Y todo ello gracias a un ser maravilloso despreciado por todos y que, con sus silencios y su cristal Guía, sabía sortear cualquier obstáculo.

                                                          Johann R. Bach

ATREVIDO Y TIERNO
COMENTARIO DE PATRICIA 

Siento nuestros soles calentándose mutuamente como una misma supernova...

Tu electricidad suelta billones de electrones, que se acercan a mi ionizante motor de glóbulos viajantes en líquido rojo y los expande en un estallido de destellos cargados de un orgásmico amor...


COMENTARIO DE BÁRBARA

Doy fe de lo conseguido por una mágica voz que puede elevar los sentidos dormidos y llevarte a un paraíso en una vida monótona.
Una voz que electriza, que acaricia y te lleva a un cielo de estrellas y cometas.

Es maravilloso que Pablito supiera que poseía ese poder, de ahí el que lo siguieran las mujeres...

Siento pena por él porque no pueda llegar a conseguir parte de ese placer dado y le cree frustación.

Debe ser desesperante no sentirse cerca de las estrellas y poder tocar su explosión con las manos, y volver a comenzar otra vez.


¿Cómo ayudarlo??? ¿Existe algo que haga que por fín culmine su agonía??? Dime que sí.

RESPUESTA

Si los testículos no logran "bajar" (Hodenhoch en alemán) la voz no se vuelve grave en la pubertad y con el tiempo hay una atrofía que será irreparable al menos hoy por hoy. Pero la naturaleza halla siempre camino para el goce y esas personas se sienten recompensadas por el placer que producen y no por el que sienten...

                                                                                Johann R. Bach

24 ago 2014

Nombrar a un ser querido es volver a la tierra original que piensa el nombre de lugares que siempre fueron paisajes idílicos.

NOMBRAR EL MAR

Para los que han nacido
o vivido durante muchos años junto a las olas

nombrar el mar es imaginar,
en otros la tempestad que acecha y golpea sobre nosotros.

Así, la palabra,
yace secreta en un vasto silencio.

Nombrar a un ser querido
es volver a la tierra original que piensa el nombre de lugares que siempre fueron paisajes idílicos.

El que no tiene universos
a los que volver sólo hará palabras que, al repetirse continuamente, carecen de contenido.
                                                               Johann R. Bach

COMENTARIO DE KARLA VAGALUME

Lógico es que una vez que conozcas un lugar en tu corazón donde regresar de otros puertos, la añoranza de bellos tiempos vividos en tu vida hace que el cuadro del pasado se haga presente y emocionalmente deseable
.
El nombre de un ser querido dejado atrás, hace que la esperanza se vuelva a tí para ver mundos pasados y futuros esperanzados.

Si no queda nadie a quien nombrar, hazte eco de ti mismo y busca un nuevo lugar en el mundo de antaño. Porque seguro que puedes construir uno realmente bello para ser nombrado. 

árbol mítico de la sangre, agua y sombra transparente, vitral de ángeles aniquilados?

CON EL SOL TIGRE A NUESTROS PIES

 

Virtualmente Ana y yo

hemos tocado la luna y creemos que después de cumplir escrupulosamente los programas establecidos

 

por el Orden Supremo del Universo

conseguiremos acercarnos al cráneo del Sol, pues ya divisamos desde aquí lo que hasta ahora habíamos creído que era el Polo Magnético Norte del Sol.

 

En realidad nuestro Sol es una estrella doble.

Dos estrellas que se aman como las dos yemas de un mismo huevo o como las "oes" de Google.

 

Hasta ahora ignorábamos

esa circunstancia debido a que un Sol se oculta tras la sombra del otro Sol.

 

¿Qué lugar o cielo verbal ilumina al fuego

en su casa de líquidos esmaltes: carro del Profeta Elías, purificación de ciudades muertas,

 

árbol mítico de la sangre,

agua y sombra transparente, vitral de ángeles aniquilados?

 

Estrella antiverbal

hasta ahora sol carnívoro en sonidos y silencios en el horizonte frío de cualquier mar de la tierra sin pájaros.

 

Sol tigre.

Hicimos bien en adorarte, pues sólo a ti debemos nuestra gozosa vida.

 

                                                                 Johann R. Bach

 

Mientras pintaba a Pablito comprendí el porqué todas las vecinas lo protegían.

LA DELGADEZ DE PABLITO



Mientras pintaba a Pablito
comprendí el porqué todas las vecinas lo protegían.

Era de piel blanca,
muy delgado, con unos largos brazos y anchas manos que parecían remos de una piragua varada.

....
                                                                     Johann R. Bach


Algo dentro de mí debió romperse después de aquella experiencia.

LA DELGADEZ DE PABLITO

Mientras pintaba a Pablito
comprendí el porqué todas las vecinas lo protegían.

Era de piel blanca,
muy delgado, con unos largos brazos y anchas manos que parecían remos de una piragua varada.

Sus ojos saltones inducían a pensar
que su mirar se adelantaba en el tiempo y en el espacio y que había en su vacío interior otro vacío inmenso.

Su voz atiplada como la de un niño
inducía a los que lo conocían bien a bromear sobre su "disminuida masculinidad".

Su forma de defenderse
de las agresiones verbales y otras potencialmente más peligrosas correspondía con ingeniosos chistes. 

Al desnudarse
-siendo el primer día que posaba para mí- descubrí que Pablito era aún más sorprendente desnudo que vestido.

Su enorme pene era como un olivo
en el que su tronco está a resguardo de su sombra, en que la tormenta no se desviste las hojas y se mantiene en pie como si estuviera sentado, y se sienta como si estuviera en pie.

Protesté ante su fuerte erección,
le dije que si no se encontraba en condiciones de posar "pacíficamente" podíamos continuar otro día.

Casi con lágrimas en los ojos
me contestó que aquél era su tamaño permanente -una desgracia- que necesitaba el dinero y no que no tenía intención de molestarme.

Vi sinceridad en su mirada
y comencé a pintar. Poco a poco me fui calmando y mi mano fue recuperando su pulso habitual.

Pablito posaba como un profesional:
en silencio, con la vista perdida en el vacío y aguantando estoicamente todas las sesiones sin desfallecer.

Con el paso de los días
en mi mente se formó una imagen de Pablito diferente de la que tenía la gente del barrio:

al igual que el olivo,
me pareció entender que aquel ser excepcional y único, vivía hermano de una eternidad cotidiana y vecino de un tiempo que podía confiar en él para la provisión de luminoso aceite.

Me contaba
en los tiempos de descanso las anécdotas cotidianas que vivía en aquel bohemio barrio.

Esta mañana –me decía por ejemplo-
un señor barrigón, cliente habitual del mercado me ha dicho que si me montaba me iba a producir doble placer.

Sí, uno al montarme
–le he dicho, contestando la broma-y otro al bajar de la burra. Jajaja.

Cierto día,
mientras estábamos tumbados en el canapé, sin que yo le preguntase nada comenzó un monólogo que escuche con sumo interés

MOLÓGO DE PABLITO
En el insti tuve varias profes de literatura
que me decían que tenía dotes de escritor. Destacaba en las redacciones y en los comentarios sobre poemas y escritos de grandes escritores,

pero no les hice puto caso.
Seguía en el insti porque me obligaban en casa, pero yo no podía soportar el aislamiento al que me sometían los compañeros.

Nunca comprendí qué les molestaba de mí.
Inventaban chistes y adjetivos referentes a mi delgadez que ocultaban realmente cuáles eran sus verdaderas ideas sobre mí.

Tuve durante muchos años
un fuerteo complejo por mi delgadez y que, como puedes ver, me ha perseguido todos estos años.

En aquel tiempo
los chicos y las chicas íbamos por separado a la escuela. Aquello me permitió conocer a los hombres y llegar a la conclusión de que no me gustaban,

ni siquiera como compañeros.

Su técnica consistía en descalificar
de una manera u otra a todos los demás y para disimularlo buscaban un chivo expiatorio.

Como no podían descalificarme
en los estudios porque era mejor estudiante que ellos y con mejores resultados no se les ocurría otra cosa que humillarme por mi delgadez.

De esa manera ocultaban realmente
la envidia y odio que me tenían. Viví durante años –y aún vivo- marginado; acompañado sólo por mi imaginación.

En cierta ocasión
con sólo nueve años de edad tuve una pelea espantosa: un grupo de chicos mayores que yo se estaban burlando de mí y de mi voz y al responder con alguna palabra más altisonante que las suyas empezaron a darme una paliza.

Me pateaban en el suelo
cuando logré hacerme con la pierna de uno de ellos y cayó de espaldas con tan mala fortuna que se dio con el canto del bordillo. Lo hospitalizaron con una fractura de cráneo y conmoción cerebral.

Durante siete noches recé
para que no se muriera. Sobrevivió, pero a partir de aquel di le cogí miedo a los hombres y también disgusto por su carácter flor de guerra.

Algo dentro de mí debió romperse
después de aquella experiencia.

Con las chicas no me fue mejor,
pero eso te lo explicaré otro día. Te cuento esto para que comprendas que no me gustan los hombres y que me siento como un ser antisocial.

                                                                     Johann R. Bach

EL COMENTARIO DE PATRICIA

Los humanos somos seres humillantes y a los que no entendemos los hundimos sin saber sus sentimientos, si lo estará pasando mal, somos el cáncer del planeta.

No sabemos ser conscientes de la belleza que puede haber en esos corazones que pretendemos aplastar...

La hermosura de una persona como Pablito podría radicar en escuchar lo que esconde, a pesar de su enfermedad constante que lo frustra...

Esperaré a la continuación del relato para no adelantarme a los hechos...
                                       Un beso Patricia