27 sept 2013

Entré en el más "Chic" de los bares de la Place Clichy, el "Au Petit Poucet"

AU PETIT POUCET (EL PULGARCITO)

 

Aquella tarde invité a Claude a ir al cine.

Casi todas las butacas estaban vacías. Nos colocamos al final de la última fila y amparadas en la oscuridad nos besamos efusivamente mientras mis dedos resbalaban entre sus piernas.

 

Salimos del cine más encendidas

que antes de entrar y sin saber nada de la película. Fuimos a "La Coupole" y al primer hombre solitario que vimos le propusimos el "menage a trois".

 

Se llamaba Charles,

era corpulento y no muy alto, moreno de tez y unos ojos un poco rasgados. Alquilamos una habitación en el viejo hotel frente al Ayuntamiento en la Rue de Batignoles.

 

Charles resultó más tímido

de lo que esperábamos y tardamos bastante en poner sus genitales a punto. Pero finalmente resultó ser más potente de lo que creíamos y nos dejó satisfechas a las dos.

 

Me causó tan buena impresión

que le pedí el teléfono. De momento no me lo quería dar, pero finalmente cedió diciéndome que cuando llamara lo hiciera al mediodía porque trabajaba de noche y por la mañana dormía teniendo solamente libre las tardes.

 

Aún sentía en mi boca

el sabor de Charles y volví a sentir las mariposas en mi vientre. Lo llamé y conseguí que aceptara otra "sesión". Me arreglé para acudir puntualmente a la cita. Cuando nos encontramos me besó tiernamente en los labios. Se ofreció para pasar la noche entera si era necesario.

 

Volvimos a ir al hotel de la Rue de Batignoles.

La noche se presentaba fría. La calle estaba casi desierta pues seguía lloviendo torrencialmente. Charles me besaba como si yo fuera una bendición del cielo. Al principio no pensé en que si trabajaba de noche cómo era posible que estuviera conmigo toda la noche. Me lo aclaró inmediatamente.

 

Los fines de semana no trabajaba.

Por la mañana después de amarme numerosas veces, con lágrimas en los ojos se confesó: No trabajaba de noche. Iba a dormir a la cárcel. Durante el día gozaba de libertad condicional. Para ganarse algunos francos se ofrecía a mujeres, pero era una actividad que no era de su agrado.

 

Volví muy pensativa a casa

cuando aún no eran las ocho de la mañana. A esa hora en París no se puede hacer otra cosa que tomar un café porque los bares están repletos de gente que va a trabajar y

 

aún no se han desperezado de la resaca

del viernes a excepción de los bares del Bd. Des Batignoles donde los sábados por la mañana se montan las tiendas del mercado. En esos locales se presume de hacer un buen café fuerte.

 

Entré en el más "chic" de los bares

situado en la Place Clichy, el "Au Petit Poucet". El servicio de cafetería y panadería de ese bar es excelente y el olor característico de la mañana parisina se extiende desde su terraza e impregna todo el aire y se tiene la sensación que todos los taxis del mundo evitan desfilar por delante de su toldo.

 

Esa esquina soporta además

el paso de peatones más concurrido del barrio; sólo un vado lleno de baches protege a la calle en ese rincón de las riadas que bajan desde el cementerio.

 

Estuve durmiendo hasta el mediodía.

Un transportista de la casa de muebles me despertó y descargó –con algo de natural retraso- la maravillosa mesa donde yo pensaba escribir con un poco de tranquilidad.

 

Había parado de llover

y el pintor volvió para reanudar su trabajo en la puerta de casa. Aproveché para ir a comer al Restaurant "Le Corse" en la Rue L'Amiral de Roussin.

 

Volví a llamar a Charles.

Su confesión de que era un condenado me creaba una mezcla extraña de sentimientos: morbosidad, deseo sexual irreprimible; y, un miedo atroz a las consecuencias de una posible amistad con un (ex)delincuente.

 

Me cité con él,

pero a última hora, decidí darle plantón. Yvette me llamó por teléfono y su dulce voz tranquilizó mi alma. Volví a ir al cine con Claude. Vimos la misma película, pero esta vez estuvimos atentas a la pantalla. Creo que ella necesitaba tanto como yo distraerse.

 

No volví a ver más a Charles.

                                                   Johann R. Bach

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