10 feb 2018

Acurrucada en mi escondrijo ...


ESPERANZA EN LAS CÁSCARAS DE MANDARINA


La Tramontana blanca del norte
batía ventanas de postigos venecianos, iba levantando los copos arenosos impidiendo la acumulación de nieve carbónica.

Los cipreses oscilaban en el campo
como mástiles desnudos en la marejada, y, la noche constelada quedaba oculta tras las densas nubes.

Acurrucada en mi escondrijo
yo bebía agua helada y masticaba cáscaras secas de mandarina.

Ignoraba qué era poesía,
qué era ético o no…, qué era arte y que significaba la palabra esperanza…

Necesitaba creer
que vivir tenía sentido.

                                                                  Ermessenda

5 feb 2018

mi estreñimiento se acentuó como un orgullo


EL ORGULLO ANTE EL ESPEJO

En aquel Mundo Rural
las mujeres se avergonzaban de su condición. Consideraban su sexo como una maldición. Quizá esa fuera su desgracia, la desgracia de todos.

Todos declaraban que les hubiera gustado,
quizá, ser algo distinto de lo que eran.

Unos lo soportaban mejor que otros;
pocos, reconocían que aquella comunidad, con su violencia homicida y hambre inhumana era insoportable.

El destino, decían algunas voces,
nos sujeta al redondel de lo irrealizable para que giremos y giremos alrededor del pozo en cuyo fondo se halla encerrado, oscuro, indescifrable nuestro rostro.

Envuelta en mi angustia
deseaba ser como las demás: negarme a asentir y, sin embargo, acatar sin esperanza posible. Fracasé. No pude acostumbrarme a aquella vida y hui en cuanto pude. Fue en un otoño que se apagaba mientras crecía la ansiedad.

Durante el viaje sentí
que los objetos se empequeñecían antes mis ojos y mi estreñimiento se acentuó como un orgullo. Cuando en los lavabos de la estación me miré en el espejo. El azogue, todo se llenaba de los cuerpos de aquellas niñas hechas mujeres a la fuerza que viajaban en el mismo vagón. Sólo por debajo de sus sobacos cuando las manos se alzaban inmensas en un gesto de prohibición, pude ver por un momento un trocito de mi pálido rostro, acorralado, con un solo ojo como si fuera una tuerta.

Como fruto de aquel orgullo
surgió en mí la preciosidad en el lenguaje, la afición por las letras y finalmente sólo el escribir calmaba la pasión en mi pecho. Como una amazona de platino cabalgando en un universo finito construí mi propio mundo.

                                                               Ermessenda



4 feb 2018

Sólo existe una palabra maldita: Rendición


LA HIERBA EMPUJA

¿Por qué una forma de vida
antes que aquella otra que soñé?

La hierba empuja
entre las dóciles tejas árabes.
El enemigo es la tramontana;
el aliado, el olor a romero de la rocalla.

La mano nerviosa del tiempo se impone;
sobre el papel, la goma del olvido.
Esa goma coloreada, la que tan bien borra,
aún no ha podido con los recuerdos
tatuados sobre las cicatrices de mi piel.

Prisioneras de la lógica de los tejidos,
mis cicatrices supuran lágrimas de ámbar y silencio,
odian el hilo de sutura que amordaza
su discurso de sangre y carne desgarrada.
…………………………………………………………………………………………………

Si hubiera querido construir
una queja refinada sobre el mundo, una queja potencialmente asimilable por las grandes "vacas sagradas" de la literatura domesticada de los Nobel, hubiera escrito, por ejemplo,

que este es un mundo
de "convivencia difícil" en lugar de describir los horribles crímenes que en él se cometen. También podía haberme dedicado a comentar la fiebre de la maquetación urbana sobre los espacios naturales precisamente en un momento en que millones de criaturas pagan fortunas por un reducido habitáculo en una colmena dormitorio.

¿A quién se le roba el sueño con esos temas?
¿Hay algo más inútil que llenar las páginas de los periódicos con tinta amarilla que alarmarse por la desaparición de la ética, denunciar la impunidad ante la corrupción creciente y no altera los resultados electorales?

Entre el Ángel Montserrat y yo
sólo existe una palabra maldita: Rendición. En algún momento, un diluvio de gotas ácidas cargadas de mercurio hará que las cosas cambien, que el globo terráqueo se salga de su órbita y alcance el Ápex ese lugar en el que no existan moscas chupando las órbitas de los ojos de niños indefensos.

La hierba empuja…,
a pesar de todo, como si la vida fuera imparable.

                                                                     Ermessenda
�7