NOCHE DE VERBENA
En la esquina alguien te abandonó
y miras largamente atrás. Ni un milígramo de plata en la sombra de los ciruelos bordes con pequeñas ciruelas casi escondidas.
Entre el ramaje purpúreo luce el fruto
y en el tronco muda su piel la serpiente equivocándose de árbol; y, espera disolverse, suavemente, una nube de oro.
Apilan muebles viejos cerca de allí
los chicos del barrio; preparan la hoguera de la noche más corta del año.
¿Qué te fuerza
a permanecer quieta, en la ruinosa escalera de la casa de tus padres? ¿La negrura del plomo?
Con mano de plata
¿Qué alzas hacia tus ojos mientras los párpados caen ebrios de adormidera si abajo, en el portal está llamando un ángel
con dedos cristal?
Ves la Vía Láctea
a través del muro de piedra que ya la mitología griega supo que se trataba de leche derramada del pecho de la diosa Hera; bajo ese cielo encendido por trescientos mil millones de bujías,
Júpiter y sus lunas,
Saturno y sus anillos; el rojo Marte. Con furia se revuelven contra el viento desnudo como si hubieran llegado a un acuerdo árboles, coches abandonados en la noche y
contenedores repletos de restos
de alimentos, plásticos, vidrios, papel reutilizable, muebles aún servibles buscando nuevo amo.
Finalmente cederás y te acogerás
a la borrosa gravedad del parabrisas en la despreocupada seducción. Iréis a un restaurante,
sin dudas, entre besos
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