CARTA ABIERTA A GUILLERMINA
13 dic 2014
Si algún día, Guillermina, ves a La Estrella del Destino dile que yo mismo le llevaré mi horóscopo:
CARTA ABIERTA A GUILLERMINA
12 dic 2014
No era caprichosa como creían muchas que la trataron.
11 dic 2014
En sus carnosos labios se acumulaba la tensión, el placer y el dolor a pesar de ser hipotenso.
PABLITO. UNO DE LOS HOMBRES DE MI VIDA
Cuando conocí a Pablito
me dio mucha pena debido a su dificultad de aprendizaje y me conmovía su precario nivel de vida. Decidí ayudarle económicamente como todas las demás vecinas. Algunos meses después mi concepto sobre él siguió otros derroteros y en mi cuaderno rojo, donde describía a los hombres que se cruzaban en mi vida escribí:
PABLITO
Pablito era paciente, muy paciente y amoroso
de carácter dulce y manos rosadas, de sus ojos simétricos parecidos a los de una egipcia Diosa del Amor se descolgaban fácilmente las lágrimas cuando una nube cubría el sol o simplemente cuando oía hablar de desgracias.
En su radiografía se observaban
fácilmente sombras de antigua soledad a pesar de que sólo tenía treinta años cuando alquiló la habitación de los invitados de mi vecina.
Mientras tomábamos el té
en una tarde lluviosa pareció entristecer de pronto y comenzó a explicar, entre lágrimas, algo de su vida y tragaba saliva como si necesitara engullir un bolo difícil de tragar.
A partir de aquel día
todas las vecinas del inmueble nos desvivíamos por atenderle y protegerlo. Él estaba encantado con nuestras atenciones y secretamente todas le amábamos.
Yo imaginaba la frialdad de las pinzas Kocher
envidia de unas manos que sin duda algún día fueron al encuentro de otras ardientes, aunque por alguna razón desconocida la llama debió apagarse.
Desde el cuello ligeramente largo de Pablito,
resbalaba una catarata de finos cabellos laberinto de brillante maleza, en el que se percibía una mancha escarlata -denominada popularmente deseo-
producida por el falaz incendio
de una boca que sin duda algún día fue, prematuramente, al encuentro de la suya. A la altura de su máximo perímetro dos suaves brazos de horas estelares se negaban a olvidar sus abriles.
En el resto de su pecho
se transparentaba el esqueleto doblado de una estrella fugaz y como en un ganglio calcinado se guardaba una fósil respiración del ardiente pecho de su madre que sin duda, durante muchos días descansó en el suyo.
Más abajo, en la zona del hipogastrio,
dos auténticas bolas de billar, en medio de un descomunal árbol de gruesa raíz envidia de centauros, se apreciaba un desprendimiento de sombras y reinos que nunca pudieron amanecer.
En sus carnosos labios
se acumulaba la tensión, el placer y el dolor a pesar de ser hipotenso. Siempre tuve la sensación de que aquel cuerpo de diosa egipcia sin duda algún día fue en busca del Centauro Quirón.
Era amanerado en exceso en el gesto,
su extraño priapismo sin eyaculación me encantaba –y no sólo a mí- porque para él todo era un juego interminable de amor muy parecido al mío.
Johann R. Bach
La poesía de Rilke y la música de ArvoPärt rellenando todos los rincones, se arremolinan y le hacen agradables esas horas donde el trepidar del teclado se refleja en la pantalla fotografiando hasta el más leve olvido de acento.
SECRETO EN LAS AULAS
Cuando Marta Guillamon
abre la puerta de su estudio
los libros sonríen como cómplices viejos.
En ellos ha leído lo que siente
y cada uno de ellos contiene un tiempo, un espacio, una lengua… un pedazo de imaginación, conceptos como postales antiguas.
Personajes como Arsenio Lupín
y Sherlock Holmes y escritores como Edgar Allan Poe y su Escarabajo de Oro, Folch i Camarasa con su "Adeu abans d'hora" siguen estimulando su imaginación con el aroma de su portada como un código adherido, y dando luz, a su ADN.
Teoremas como el del "Resto" para polinomios,
el de "Porro" destinado a topógrafos, espacios topológicos métricos no euclidianos como los de Minkowski útil para urbanistas,
diseños de grafos arborescentes
para estudiosos del transporte y distribución endocrina y principios subliminales entre los gruesos tratados sobre el delito como "Summum ius summa iniuria" impregnan el aire que respira, dan eficacia a su trabajo y evitan el caos de su pequeño universo de poco más de 5 metros cuadrados donde
las sílabas se enlazan
y toman cuerpo de poema conscientes de una "clausularebus sic stantibus", -estando así las cosas-, duraderas en su esencia.
La poesía de Rilke y la música de ArvoPärt
rellenando todos los rincones, se arremolinan y le hacen agradables esas horas donde el trepidar del teclado se refleja en la pantalla fotografiando
hasta el más leve olvido de acento.
Aún, con ojos cansados,
Marta Guillamon escribe con todos los dedos.
Pero como todo -hasta lo más interesante- cansa,
deshoja, como cada lunes el bienestar de un café, sonríe a quien le mira y le consuela, porque tiene un secreto.
Todos sabemos que para describirlo
habría que inventar un tiempo como la inocencia, entre el pasado y el presente.
Ese secreto se esconde aún,
según Marta Guillamon, entre los estudiantes que llenan los autobuses y los metros y, en general, en un tumulto de cuerpos con la cara lavada que se apodera del lunes.
Marta Guillamon observa
como un brillo de incógnita en los tiernos ojos, una inquietud aún no desvanecida por la usura del tiempo.
No se cansa de lanzar
a los cuatro vientos su idea de que
vivir es ir doblando esquinas y borrando pizarras
sin que los ojos se hieran con las rosas académicas;
conseguir, entre saludos, puñales y acacias, cruzar el jardín del instituto; recorrer los pasillos en busca de la propia aula, dar la clase y ver cómo los teoremas se convierten en materia de asombro.
Hay que añadir
que lo interesante de las clases de Marta Guillamon no son las geometrías, sino los poemas que se escapan de las páginas de las notas de los alumnos auténticos versos que llegan a la cima de una mirada en vilo,
ver cómo alguien deja los apuntes
y los libros de texto, -he ahí parte del secreto- para cerrar las manos hasta herirse con otra rosa viva.
Johann R. Bach
Pocas horas antes había visto el mar retorcerse y saltar –verde oscuro y espumas en el viento- bajo las últimas lluvias de un otoño moribundo.
10 dic 2014
No son como hordas de obreros decimonónicos marchando hacia La Bastilla
ÁNGELES Y CUERVOS VERDES
Te saludo pájaro de la ternura
pájaro de las primeras caricias
y nunca olvidaré tu risa…
(Saludo al pájaro de Jacques Prévert)
Desde que pasé aquella luzbélica noche en el mar
sueño –o quizá no sea sueño- con días grises cargados de tanto silencio… que veo caer, como copos de nieve, a los ángeles:
como si con una escobilla limpiaras de barro
una roca y de repente descubrieras la huella fosilizada de un diplodocus ese ser prehistórico caído en desgracia debido a las películas de dinosaurios.
No son como hordas de obreros decimonónicos
marchando hacia La Bastilla en las manos de las cuales se hallan terribles herramientas presuntamente de la salvación y la gracia.
Pléyade de Serafines y Querubines
-con sus trompetas asidas a su espalda- no están alejados de los asuntos humanos, de la mísera fanega que creemos orgullosos sólida y trágica.
No traen de su dominio de la altura
bosques sedosos de plumas de pavo real, que desvelan anunciaciones, en los cruces de carreteras secundarias para
irisar el aire,
florecer la sangre de criaturas exentas de culpa iluminando venas cavas y portas y hacer sonar las cuerdas de las arterias y
cantar a ritmo de jazz tumultuoso el corazón;
infundir la paciencia encantada de los partos de niños de cuello corto y largas piernas.
Se espera de ellos que llamen a las puertas,
que abran
al atardecer, y en lugar del negro de la noche, nos muestren por fin:
el Universo
esmaltado desde el umbral hasta los confines del cielo observable y que nos hagan saber, por fin, qué se abarca y cuál es su música.
Aunque realmente es más terrible
y más extraño reconocer que desde que la nieve y los verdes cuervos de Jacques Prévert impusieran el Gran Silencio –también sobre mi alma-,
se ve a los verdaderos ángeles.
Bruscos, escurridizos, congelados,
relumbrantes de rosa sal iluminada vestidos de toda la tierra de feldespatos y mármol,
buscan sexo y placer
hasta abarcar el dolor. Necesitan de todo para sobrevivir en la Gran Escarcha Eterna.
Han acumulado sobre sus hombros
mares y campos de girasoles.
Se ciñen densamente las caderas;
no con pantalones vaqueros tintados de azul índigo sino con terciopelo de los prados de las altas montañas.
Han hecho de las rocas un picadillo
parecido al pisto manchego, de árboles, de ramas secas, de caídas de agua, de espumarajo de rio y de gemidos y
han enfangado sus pies en la paja como pobre a quienes en la pocilga dejan un rincón para pasar el invierno.
Pero su invierno dura milenios
y la pocilga está perdida en una relumbrante soledad de platino
balsa de este planeta medusa
que retuerce su cabellera de constelaciones de oro.
Me da la impresión
que desde hace tiempo están obligados a vivir con los medios que el subsuelo guarda en sus bodegas, como nosotros.
Y ya algunos, viejos,
caen de rodillas, a plomo, tan pesadamente que hasta la vida en los bosques sagrados se les hace difícil, y,
los botones de sus abrigos se han roto,
que están tan desnudos como nosotros cuando venimos a este mundo.
Muchos, como siesta de pastores,
se acuestan humillados en el suelo. La mitad de la cara helada por el rastrojo húmedo.
Sobre la otra mejilla de su perfil
el cielo se apoya y calma su locura; una locura no siquiatrizada, dolorosa, pero genial y fértil aún en sus peores momentos.
El problema es estadístico contable:
¿qué muestra no sesgada podría dar luz sobre cuántos somos? Aunque bien mirado no sé por qué me pregunto esas cosas si al fin y al cabo
sólo soy un cuervo verde más
de los que cavan esa espiral interminable y que verso a verso, vida a vida busca acortar la distancia
entre la vida real de los libros,
la pasión lectora y los laureles de plástico que Google otorga.
Johann R. Bach
8 dic 2014
En cada amanecer quemaban sus ojos, como en un paisaje urbano de nieve y barro,
ÚLTIMO VIAJE A PARIS
Sí, sí. A ella me unió el amor:
todo me decía que era feliz y lo era.
En cada amanecer
quemaban sus ojos, como en un paisaje urbano de nieve y barro, el vino negro sobre las comisuras de los labios de los solitarios.
Le conmovía el fuego
de las farolas del Boulevard des Batignoles, el trágico movimiento de los eufemísticamente llamados "sans domicile fix" (SDF) –los sin techo- y la lentitud del reloj.
Frágil, buscaba mi frente
y mis manos donde celebraba el grito de la aurora mientras que las sombras blancas disipaban los malos presagios de la noche.
El goce que yo le ofrecía
moría amortajado por los celos,
enfermando de tanto poseerme;
de no comprender cómo nos es necesario ser libres. Brotaban lágrimas de rabia que se soldaban a sus pestañas alargando la caída de los inflamados párpados.
Herían, involuntarios,
los dardos que lanzaba,
como amante de la aurora
que acaricia el rostro, llevaba bajo la piel que yo más apreciaba, dolor;
lanzaba sus últimos suspiros
y limpiaba de saliva mis labios con los suyos antes de que llegara el momento de abandonarme.
En cada amanecer
quemaban sus ojos, como en un paisaje urbano de nieve y barro, el vino negro sobre las comisuras de los labios de los solitarios.
Sí, sí. A ella me unió el amor:
todo me decía que era feliz y lo era.
Johann R. Bach
Laura amor, si eres inteligente no permanezcas junto a mí,
Mónica debía rondar los sesenta años, pero tenía una bonita figura y unos ojos preciosos.
a la espera permanezco de una señal del transparente cielo
TUMBADO AL SOL EN ARENYS DE MAR
Cuando te conocí
a nadie le importaba si era moreno o si guardaba en mi cuerpo un lirio sin abrir;
morían mis acechantes pesadillas
mientras pensaba en ti,
pero no lo olvides,
ahora no deseo nada más,
dormido sobre la arena de la playa
de este pequeño paraíso de Arenys de Mar, observo la trayectoria las nubes y sus caprichosas formas
como antiguas naves helénicas.
El viento se ha detenido,
las gaviotas se han situado en grupos sobre la playa, el sol de invierno calienta ligeramente mi pecho,
a la espera permanezco
de una señal del transparente cielo
que me desprenda de todo
lo que no me pertenece,
la disponibilidad de aquellas horas
en las que los conciertos, las excursiones, las visitas a museos, las veladas con personas que simulaban ser amigos,
una cierta postura literaria ante la vida
y Jean Paul Sartre comiendo ilusiones
para horrorizarnos, para vengarse de mi furioso afán por la poesía,
pero no lo olvides,
ahora no deseo nada más.
Crece en mi cuerpo
la tonalidad del cadmio que amarillea mis mucosas y mis lagrimales se llenan de pitarras secas.
Sobre mis papilas gustativas
se pervierte el gusto de la leche hervida con vainilla base de riquísimos dulces y hasta el agua me parece amarga;
sólo la corteza del árbol de quina me alivia.
Pero como estos pensamientos
no sirven para nada, ni bajarás, ni vendrás, ni mostrarás tu engaño aunque la esperanza nunca se pierde y
a la espera permanezco
de una señal del transparente cielo
que me desprenda de todo
lo que no me pertenece.
Johann R. Bach
Buscamos presumir de tener en nuestro patrimonio muebles antiguos,
AMBICIÓN SIN LÍMITES
Fácilmente olvidamos
que nada nos pertenece
Ambicionamos la madera,
el mármol, el oro, valiosas pedrerías,
imágenes esculpidas en Porfirio,
antiguos pergaminos, retratos pintados al óleo y acuarelas,
Buscamos presumir
de tener en nuestro patrimonio muebles antiguos, textos originales de grandes escritores y poetas…
En realidad nada nos pertenece.
No hay patricios ni plebeyos
bajo la cúpula de la noche:
Sólo quedan los rescoldos
de lo que fue un fuego descomunal: lucecitas que convierten la noche en un cristal volcánico,
una oscura sábana de jade
y que flotan en un espacio envejecido y deformado por el calor fluctuante como una silla de montar,
y un Dios cansado de esperar
que nos mira asombrado del volumen de nuestras ambiciones.
Johann R. Bach
7 dic 2014
el silencio se lleva por delante la palabra y el olvido de cada uno de nuestros gestos.
METAMORFOSIS CON OLOR A LAVANDA
Ovidio describía en su "Metamorfosis"
cómo "nuestros cuerpos se transforman sin reposo y lo que habíamos sido o somos no lo seremos mañana".
De forma parecida
el río sigue el mismo curso, atraviesa el cielo, la nube;
la luna no se detiene;
el silencio
se lleva por delante la palabra y el olvido de cada uno de nuestros gestos.
Tirita con fuerza el nistagmo
de mis ojos ante las cimas heladas y ante bosques cubiertos con sus propias mantas verdes;
pero sobre todo ante tu mirar;
extiendo mi deficiencia ocular
sobre el mundo, abro los poros de mi piel al tacto y me sumerjo en el mar de los sueños.
El gozo y…
ese misterioso vector del Destino me obligan a escribir todos los días: debo esculpir –creo- la vida como "Aquél que Cincela" el ADN,
trazo a trazo,
saboreando cada minuto de su curso, acariciándola, respetando su trayectoria sin oponer obstáculos,
sumándome a su devenir.
Siento cómo se endurece
la corteza de mis hombros y el paso del tiempo tiende a desterrar el entusiasmo que me ha llevado hasta aquí.
Cambio sin reposo como todo. Sí.
Pero aún aspiro el aire perfumado con lavanda y romero y todavía no orino por rebosamiento, me alegra la luz de la aurora –diferente cada día- y
me hundo en el mar de tus abrazos.
Johann R. Bach