26 jul 2014

LAS DUDAS DEL ESTUDIANTE

¿No tienes en el pecho un bosque,

un soplo cálido, un silencio,

una brisa suave y una primavera?

 

Números, letras y flores, con pasión reunidos

¿estarán arrepentidos de habitar en ti?

 

                                    Johann R. Bach

25 jul 2014

CAP. 1 de BARCELONA NACIÓ CON LOS GRANADOS

Fue en abril de 1.96… Me vi obligada a cambiar de alojamiento. El dueño de aquel enorme piso de la calle Joaquím Costa, a escasos 300 metros de la Facultad, había decidido vender el inmueble entero y nos echó a todas las que compartíamos aquella vivienda de techos altos y puertas hechas para gigantes.

 

Excepto a Dominique no volví a ver a ninguna de ellas. Dominique y yo habíamos compartido una de aquellas frías habitaciones. Ella, nacida en Dinan (Bretaña) estudiaba historia en la Facultad de Letras, era simpática y hasta llegó a presentarme a su hermano Hervé y a su hermana menor Gaëlle. Durante un tiempo nos seguimos viendo en el bar de la Universidad.

Gracias a Dominique encontré un estudio en arrendamiento en la calle Princesa a tan sólo 50 metros de la Vía Laietana. Realmente era un traspaso que me ofreció un amigo común de Pau Riba y de Dominique. El  estudio estaba en la última planta de un edificio antiguo, sin ascensor.

 

El alquiler era muy barato (aparte del traspaso que pagué no sin dificultades). Tenía una pequeña entrada desde la que se podía ver el gran comedor-cocina.

 

En la parte derecha junto a la ventana había una pequeña escalera de madera que conducía a lo que fue mi habitación. La amplia cama estaba situada a la misma altura de una ventana que tenía vistas a los tejados vecinos.

 

Cansada de buscar habitación, acepté la situación: daba un dinero de entrada difícilmente recuperable si no era a base de encontrar a alguien, como yo, que aceptara aquellas condiciones. Por eso cuando ya estaba a punto de entregar el dinero Germán me habló de Giner, una especie de "mayordomo" que se traspasaba también con el estudio.

 

Germán me quiso tranquilizar diciéndome que a él le habían transferido el estudio con Giner y que los anteriores ocupantes también habían tenido a Giner como compañero. Giner ocupaba una habitación frente a la mía sin luces ni ventilación.

 

Giner se ocupaba de todo lo que hiciera falta en el estudio, (limpieza, etc.) y nunca se mezclaba con los amigos de los inquilino; era discreto hasta el punto que era difícil de toparse con él en la escalera o en el propio estudio. Por fortuna mi habitación contaba con un pequeño lavabo y un wáter.

 

Acepté a ese "mayordomo adherido" al estudio aún sin conocerlo. Abajo, en la calle Princesa había siempre gente hasta altas horas de la madrugada y atravesando la Vía Laietana, La Plaça Sant Jaume tenía un aspecto alegre.

 

En los primeros días, mi cuarto, me pareció bastante acogedor. Por la cocina "económica" de hierro forjado y por la ventana larga y estrecha en altura, rozando ya las tejas, de vidrios muy fraccionados, se podía adivinar la edad de la casa. Por aquella ventana podía ver como caía la lluvia sobre los tejados rojos y adormecerme con las últimas luces del día, bajo una gruesa y pesada manta de lana.

 

También los primeros rayos de sol, reclinado como un globo ardiente sobre los tejados, entraban por esa ventana sin cortinas, inundándome los ojos de una claridad coincidente con los fuertes timbrazos de un viejo despertador como los sonidos de un timbre de bicicleta.

 

La escalera era empinada y los siete pisos costosos de subir, pero en pocos días me acostumbré y el estudio me parecía aún más acogedor cuando, jadeante por el ejercicio de escalar, escalón por escalón, aquella oscura y fría escalera alcanzaba el confort del viejo sofá.

 

Era como trepar por un árbol huyendo de toda clase de alimañas y a veces me sentía como una niña luchando por alcanzar el desván. En una palabra, estaba contenta, sobre todo porque los vecinos parecían no existir y a veces lo único que subía por aquella escalera era la música de un organillo que parecía también se había afincado en el portal.

 

Desde entonces han pasado los años por el país. La época de la que hablo está para mí en las tinieblas del pasado, y los vivos colores de los sucesos se han vuelto pálidos y difusos.

 

Tengo la sensación de estar hablando de cosas que no me ocurrieron a mí sino a otros, tal vez a Dominique. Por eso no he de tener miedo que el amor propio me induzca a mentir:

 

Escribo con claridad y honradez y me atengo al hecho que el número 12 de la Calle Princesa y el número 36 de la calle Joaquím Costa todavía existen y que las personas que en aquella época íbamos al comedor no universitario más barato, en la misma calle Joaquím Costa, pueden dar fe del ambiente del barrio.

 

Paco, el camarero del bar de la Universidad, ha dado, durante más de cincuenta años, testimonio de todas las transformaciones del ambiente estudiantil y estuvo al corriente de nuestras vicisitudes con más comprensión que la de un hermano. Decenas de miles de estudiantes conocieron al gentil Paco.

 

En aquel entonces yo no pasaba mucho tiempo en casa. A las siete y media de la mañana iba camino de la Facultad y antes de las ocho aún me daba tiempo de tomar un café servido por Paco.

 

Eran tiempos en que hasta los conserjes ganaban concursos como los de "Un millón (de pesetas) para el mejor" y los estudiantes quedábamos atónitos ante la erudición de aquellos "poco ilustrados" funcionarios. Y siempre que podía, pasaba las tardes en casa de mi novio.

 

Si, entonces yo estaba "prometida" (como se decía entonces). Ramón –voy a llamarlo así- era una joven promesa del mundo científico, amable, culto y –lo que más contaba para mis coetáneos- rico.

 

 

Ramón había nacido en el seno de una tradicional familia de comerciantes que mediante el trabajo y el ahorro llegó a tener una casa a la que también gustaba de ir la juventud masculina porque, pese a todo aquel refinamiento, reinaba en ella un ambiente alegre y abierto que no dejaba que entre las tazas de té se instalara el aburrimiento.

 

El hijo menor de la familia, Ramón, era por cierto el preferido de todos, porque a su cultura añadía una cierta amable frivolidad que convertía en interesante y agradable la conversación más anodina. Tenía más sensibilidad y más temperamento que sus hermanos mayores, era un carácter franco, alegre, y está fuera de duda que yo le quería y estaba orgullosa de él.

 

Puedo hablar abiertamente: más adelante, un año después de quedar disuelto nuestro compromiso, se casó con una muchacha de familia noble, pero murió tras haberle dado el primer hijo, una niñita rubia.

 

Yo solía quedarme en su casa, donde se reunía a diario un grupo bastante numeroso de personas, hasta las seis de la tarde; después daba mi paseo, iba al Capsa, (teatro situado entonces, en la Calle Aragón) y regresaba a casa sobre las diez de la noche para continuar con el mismo género de vida. Me aficioné a las matemáticas y otras ciencias para estar más cerca de él.

 

Por la mañana, cuando yo bajaba despacio mis siete pisos, me encontraba siempre en el portal  al portero, que fregaba las baldosas de mármol blanco de la entrada. Él saludaba e iniciaba una corta conversación. Así día tras día. Primero el tiempo, luego que si estaba contenta con mi estudio y cosas así.

 

 

Como el viejo nunca quería terminar, yo siempre le preguntaba por sus hijos, y entonces él suspiraba y murmuraba apretando los dientes "¡Eso sí que es una cruz! ¡Qué preocupado me tienen, chica!". Y aquello era el final. Una vez, era un martes, pregunté, sólo por decir algo, quién era aquel "mayordomo" que ocupaba una habitación en mi estudio. Contestó a la pregunta de la misma manera que yo: de pasada, sin pensar mucho. "Un pobre chico que apenas si gana para poder comer haciendo pequeños trabajos aquí y allá.

 

Había olvidado ya hacía semanas aquella información cuando llegó Giner jadeante, sudado y al mismo tiempo con la ropa totalmente empapada. La tormenta le había sorprendido ya cerca de casa. Era un domingo por la mañana. Yo había dormido más de lo habitual y me disponía a salir paraguas en mano, mientras que él, con un librito en la mano parecía que regresaba de la iglesia.

 

Su aspecto era mísero: entre los flacos hombros que se vislumbraban claramente porque la camisa mojada así lo permitía, destacaba en su cara una nariz larga y afilada y las mejillas hundidas. Los delgados labios, ligeramente entreabiertos, dejaban ver unos dientes poco limpios. La mandíbula era angulosa y prominente. En aquel rostro sólo llamaban la atención positivamente los ojos.

 

No es que fueran bellos, pero sí grandes y muy negros, aunque carentes de alegría. Sólo sé que la impresión que me causó aquella criatura con el pelo totalmente mojado no fue grata en absoluto. Creo que él ni me miró. Por otra parte, apenas tuve tiempo para pensar en aquel encuentro banal, porque instintivamente cogí una toalla y se la ofrecí para que se secara el pelo y la cara.

 

Aquella noche tuvo lugar en casa de mi novio una velada perfecta donde se discutió amablemente sobre todos los temas de la época. Resultó perfecta y duró hasta muy avanzada la noche. Esa noche, precisamente, Ramón me pareció encantador. Una agradable sensación de contento saturaba mi pecho como un calor bienhechor.

 

De ahí que a las tres de la madrugada resultara aún difícil la despedida. Los pocos que marcharon a pie se dispersaron pronto en todas direcciones. Yo tenía un camino por delante de unos veinte minutos por lo que aceleré el paso, dado, además, que la noche de final de junio era brumosa y lloviznaba. Pensando en aquel aleteo de mariposas en mi bajo vientre, sin darme cuenta llegué a casa y entré.

 

Me estaba esperando. Apenas visible porque su cabeza tapaba la pequeña bombilla y su cara quedaba en la zona oscura. Sólo sus ojos se adivinaban. Hasta mí llegó un desagradable olor a sudor idéntico al que embargó mi olfato por la mañana. Estaba tan cohibida y asustada que no dije palabra, aunque tampoco me aparté.

 

Sentía asco por aquella figura, pero no me aparté. Sentía sus ojos sobre sobre mis labios mucho antes de que me los besara. Cuando quise darme cuenta sus dedos corrían ya entre mis piernas. Como corrientes eléctricas las punzadas salían de mi vagina alcanzado los pezones en oleadas.

 

El olor de sudor, su piel pegajosa y sus labios sobre los míos me producían un profundo asco y al mismo tiempo un placer que nunca había experimentado antes. Me sentí como una diosa poseída por un diablo que conocía mi cuerpo mejor que yo misma. Me poseyó varias veces antes de que amaneciera. Finalmente caí exhausta en un profundo sueño.

Me desperté a las cuatro de la tarde oliendo a demonios; me fui directamente a la ducha. Nunca me había sentido tan sucia. Afortunadamente él había salido.

 

En los días que siguieron a aquel encuentro todo pareció volver a la normalidad. Pero el sábado fui a casa de mi novio y para sorpresa mía toda la familia se había ido de viaje. El portero me dio un sobre con una nota. Una nota escueta que decía así: "Queda roto nuestro compromiso. Un tal Giner nos ha explicado con todo detalle la doble vida que llevas con él."

 

Salí huyendo con el pecho herido. Con la velocidad del rayo lo comprendí todo. Fui en busca de Dominique. Le expliqué todo lo ocurrido y le pedí ayuda. Me acompañó hasta la estación de Francia. Me pagó el billete hasta París y me dio algo de dinero para pasar unos días en casa de Hervé hasta que pensara en lo que debería hacer en aquel verano.

 

Tardé tres años en volver de visita a Barcelona.


                                                                                       Johann R. Bach

BARCELONA NACIÓ CON LOS GRANADOS

Barcelona nació con los granados,

entre alegres flores fucsias como una granada de astros.

 

Corrían los tiempos en los que

caballos de madera y elefantes ganaban batallas y  daban vida. El delta del Llobregat procuraba reposo, agua y terrazas sobre el mar a familias púnicas enteras resguardadas por murallas de montañas inexpugnables.

 

En sus tierras fértiles crecían

sin dificultad las verduras, los higos maduraban como los versos y los campamentos reían ajenos a la batalla de Cannas.

 

Los elefantes, verdaderos artífices

de las victorias cartaginesas también descansaban a orillas de los ríos

prepirinaicos.

 

Desarrollaban tareas agrícolas,

domésticas y pacíficas. Gozaban como niños de baños diarios, y juegos infantiles; se adormecían con la música de las olas y el olor a vino de los soldados.

 

Entre los fermentos

de sus enormes excrementos usados como el mejor abono, una semilla blanca que en su origen tenía el mismo color de sus flores, surgió una planta extraordinaria que viendo la luz del mar decidió crear sus propias colonias. 

 

Ahora,

después de más de dos mil doscientos años ninguna necesidad tiene el granado que venga de tan lejos y me detenga a contemplarlo en su milagro, a que admire sus hermosas flores fucsias.

 

Nada es necesario para el granado

salvo la luz, la noche, el agua, los fermentos, la brisa mediterránea y el vuelo de las abejas; y, el ritmo marcado por la rotación incesante de la tierra.

 

Para ser, el granado

no necesita que me detenga a contemplarlo. No mora el Punica granatum en mi palabra. Mi palabra es lenta, sólo evoca un granado que florecía en Cadaqués junto al mediterráneo.

 

Existen

una avenida que va a Roma y una ventana que da a la playa para guardarlo, y en mi memoria avenidas de diáfanos cristales por donde llegó el granado de Amilcar Barca que contemplo.

 

Barcelona nació con los granados,

entre alegres flores fucsias como una granada de astros.                       

 

                                                              Johann R. Bach

has vuelto a ir al cine y a oscuras has vivido cómo dos manos se buscan entre sí.

CUMPLEAÑOS

 

Parece increíble,

pero puedes mirar atrás y ver sesenta años. Y allí, al final de la mirada -a cada año un metro de distancia-, un ser humano ya completamente reconocible, las manos apretando los puños al dormir,

 

los ojos clavados en el futuro

 

con la mezcla de terror

y desesperanza de alguien que sabe de su próxima aniquilación.

 

Completamente familiar

aunque todavía, por supuesto, muy joven has vuelto a ir al cine y a oscuras has vivido cómo dos manos se buscan entre sí.

 

Mirando ciegamente hacia adelante,

con la expresión de alguien que clava los ojos en la más completa oscuridad recuerdas con cariño a aquella niña que no acababa de encajar:

 

la imperfecta

para quien el recreo era un suplicio.

 

En tu opinión, no cumples con la definición

de niña, una persona que puede esperarlo todo del futuro y, sin embargo, los otros te van mirando sorprendidos, constantemente amistosos, con la cámara, mientras dices "Lluiiiiiiis";

 

muchos de ellos sonríen

realmente con verdadera convicción, y acuden a tu memoria todos esos años plagados de inseguridades, de sueños bonitos, de disgusto por ti misma, y, también inundada

 

de desprecio hacia lo común y corriente;

 

eternamente relegada a la soledad,

dominada por lo trágico, donde la inmensa voluntad de vivir sólo era algo a rechazar, te ha sorprendido al aprender a los sesenta

 

con qué se llena una vida vacía.

 

                                                     Johann R. Bach

24 jul 2014

¿Podría ser que él, al alabarlas, al ver en cada una de ellas a una Diosa del Amor,

LOS PÉTALOS DE LA CALÉNDULA

Como estaba escrito
en los pétalos de la caléndula de tercer orden

la mujer vino un día
en que aquella flor no pudo resistir el empuje de los sutiles hilos de luz y se abrió para recoger el beso del sol,

era rica y madura,
al muchacho iniciaba distraída, cuando él, molestando con el malhumor y rigidez de un niño

daba contra la amada floreciente.

No mucho más tarde
aparecieron otras figuras seductoras, entraron en el ámbito exaltado en el que las personas se apoyan una en otra

en la comparación divinizada

¿Podría ser que él, al alabarlas,
al ver en cada una de ellas a una Diosa del Amor, con su naturaleza ingenua

probaba a aquélla, nunca conocida,
en las que descubría, venturosas, tras cada pétalo de una caléndula.

                                                       Johann R. Bach

EL COMENTARIO QUE VINO DE OTRO MAR

Que tendrá la belleza del sol en una flor que atrae a través de sus hojas verdes . Sus pétalos de seda brillante que al acariciae deja un tacto digno de ser amado.
No te extrañe que los dioses del bello universo admiren esa candidez sencilla de una flor de naranja. >_<

Otras veces eran castillos que la niebla envolvía.

EN LOS TRISTES SUEÑOS

Por un instante
he pensado que tus ojos se parecían a la palabra melancolía porque

de repente te has  vuelto
callada y distante como si ya lo hubieras dicho todo, sin embargo podrías preguntarme por ejemplo:

¿Qué había en mis tristes sueños
antes de que yo alcanzase mi junio?

Yo te diría que eran bosques.
Tormentas, a menudo, en los árboles y que la noche acudía por todos los caminos.

Otras veces eran castillos
que la niebla envolvía.

Y en no pocas ocasiones
eran hombres blandiendo palos y cuchillos.

Pero en todos esos sueños
había mujeres que llorando, en duelo, sacaban sus tesoros envueltos en mantas por las puertas.

En ellas cubrían a niños inocentes
y ajenos a la tragedia que se tejía en torno a ellos, y la noche venía y les cantaba,

cantaba para ellos,
y el hogar que les vio nacer olvidaban por el dulce cantar con el que también se distraían del estruendoso rumor de sables.

                                                         Johann R. Bach

EL COMENTARIO DE PATRICIA

Si ese alguien permanece callada, será porque piensa que sus sentimientos no pueden ser escuchados , y por ello no quiere ser una gota que gotea como haciendo una hondonada y se olvide.

Creo que piensa , que a veces es mejor no agobiar aunque no lo haga a posta, que se cansarán de sus historias, y que a veces te siente distante y como si estuviese olvidada.

Cada palabra que no se diga, por minutos, horas o días , son silencios que hacen mella en un corazón que queda colgado como en espera de un alivio.

Entonces prefiere sufrir entre paredes el silencio de la agonía y no ilusionarse . Porque se rompe una astillita cada vez que crea esperanza en ese eco sin retorno.

Por otro lado claro que quiere y desea saber hasta el último recodo, y el último suspiro de tu ajetreada vida , pero a veces no son contestadas sus súplicas y no quiere que lo sepas .

Cambia de canal en la vida como si lo de atrás preguntado no existiera.....pero te dice lo que sus pensamientos y corazón siente .....TE QUIERE Y AMA ETERNAMENTE:
Ya sea a gritos o en silencio, con risas y llantos, con susurros y besos.
                                                              PATRICIA

bañada por fragmentos de mar que cabalgaban sobre el viento, sobrevivía como tú, triunfando, a pesar de todo, sobre tormentas y años.

CON APENAS NUEVE AÑOS

 

Con apenas nueve años

me acerqué a tus manos, vi en el fondo de tus ojos tanto amor incomprensible para mí que me hizo derramar dos cálidas lágrimas.

 

El dolor punzante,

al ver qué vanamente había sido tu hablar y tu hacer, alcanzó mi pecho cuando secaste mis lágrimas con la caricia de tus besos.

 

Te volcabas tan dulcemente

como sólo tú lo sabías hacer con viejas formas que te fueron siempre fieles.

 

La vieja casa

con pies hundidos en la arena, que nos fue adjudicada gracias a que el abuelo

era marinero,

 

bañada por fragmentos de mar

que cabalgaban sobre el viento, sobrevivía como tú, triunfando, a pesar de todo, sobre tormentas y años. 

 

Me hiciste leer mi primera

novela –"Blanca o Bruna"- escrita con palabras de amor como si hubieran surgido  de tus labios, de tu idioma.

 

Con apenas nueve años

me acerqué a tus manos para releer aquella vieja novela que sobre tus rodillas reposaba, cuando tu cabeza y tus ojos altos buscaban el cálido contraluz de la ventana.

 

Con apenas nueve años

me acerqué a tus manos. Acariciada por tus besos, me saltaron dos cálidas lágrimas como ahora al escribir estos versos.  

              

                                                                       Johann R. Bach

23 jul 2014

Tuve mis devaneos con Darwin: Me fijé en la apacible jirafa, en la bolsa marsupial de los canguros, en cómo amibaba la ameba.

CURRICULUM SURREALISTA

Quizá sea útil decir

-para algunas personas que se tienen por muy masculinos- que los hombres no somos un "chollo".

 

Para empezar podría decir

por ejemplo, que es difícil encontrar cualidades –contrariamente a lo que manifestaba Platón- entre los hombres, aunque es verdad que, parafraseando a De Gaulle, no los conozco a todos.

 

Ahora que mis años

me lo permiten reconozco que hubo un tiempo en que fui el kitsch de los dioses. Pero procuré, por todos los medios, no robarle a nadie su antorcha.

 

A pesar de la embriaguez

espiritual y el menosprecio por la vida sencilla, no llegué a ser un Prometeo con su morro lleno de coñac.

 

Mi vejiga –es cierto-

siempre fue débil y ya desde muy joven me inclinaba apoyándome en la pared para poder orinar,

 

por ello nunca dejé entrar en el baño

a nadie y procuré que el ganado vociferante por encima del establo se mantuviera alejado de la casa;

 

y, me acostumbré a oír sus gritos

como si alguien le diera al tambor. Me aparté del arrabal y de Mefistófeles por pisos, mientras todo a mi alrededor se moría de risa.

 

Hice lo que todo hombre ha hecho:

Mearme sobre todas las moscas que se ponían al alcance de mi chorro cuando en el campo regaba con mi orina a cualquier arbusto.

 

Me negué a jugar a las canicas

con los cráneos de la facultad desde el día que presencié el despedazamiento sangriento de una persona atropellada por un tranvía. Soñé con aquellos despojos humanos durante meses.

 

Me aficioné al zumo de frambuesas

en bosques y campiñas y giraba el rostro evitando la mirada al pasar delante de las inscripciones en placas de mármol,

 

el mismo frío mármol

donde se lavaban los cadáveres abandonados que llegaban de vez en cuando al Hospital.

 

Justamente delante del Clínico

holgaban los ociosos bomberos con sus grandes barrigas y contrariamente a lo que predijo el poeta su perro no se quedó junto a la estufa. Y… ¿A quién le importan los perros subvencionados?

 

Por más vueltas que le diera

al paisaje siempre me topaba con la invariabilidad de lo psíquico; y, alguna vez ante los ensayos asociativos del Rector de la Universidad de Barcelona;

 

quería meternos a todos

en un sindicato facha (el SEU) que gestionaba los garbanzos de los garbanceros oficiales. Pretendía que todos comiéramos garbanzos. ¡Garbanzos para todos! Era su consigna.

 

¿Qué podría decir aún…?

¿Mi posición ante lo somático del sistema y lo secretor de las sinopsis? Alguien duda, a estas alturas, de mi capacidad para negarme a meter en mi cabeza

 

La suma de hechos históricos

narrados precisamente con el discurso de los vencedores –léase falsos- y el montón de pequeños estímulos junto a la acumulación de las discrasias más trivialeso incluso las consecuencias y problemas de la formación de tipos en la tipología (no la topología como ciencia matemática).

 

En efecto, yo también creí

durante algún tiempo que antes de escribir poesía debía saber física, filosofía, derecho, biología, astronomía, etc. etc., pero pronto

 

aprendí a reírme

de la alegría del dinámico, del basilisco depresivo, de la filigrana del neurótico y de la distinción del bruto que cree que por bien que hagas una cosa siempre habrá un millón de personas que lo hagan mejor que tú (ley matemática contraria al mito de Pigmalión).

 

Tuve mis devaneos con Darwin:

Me fijé en la apacible jirafa, en la bolsa marsupial de los canguros, en cómo amibaba la ameba. Les pedí a todos aquellos animales una sombra de futuro, de su evolución, y no me hicieron caso. ¡Nada! Ni un gruñido.

 

A partir de entonces

los consideré tan bien como a los humanos: todos como figuras deambulantes con buen paso sin mito, engañados, engatusados,

 

personalidad venganza de la creación,

buscadores del bienestar rollizo; metafísica de antítesis latentes, baño de azúcar en bañeras llenas de miel y –Yohimbin 4 DH1-

 

Este es "grosso modo" mi "curriculum"

para ser tenido en cuenta para contratarme o llegado el caso, para despedirme.

                                 Johann R. Bach

 

(1)     Yohimbin 4 DH: Medicamento homeopático que refuerza la libido.

 

Muchas de tus amigas hablan, hablan y hablan… hasta marearse.

¿VUELVE EL EXISTENCIALISMO?

Muchas de tus amigas hablan,
hablan y hablan… hasta marearse. A ti, por el contrario, te gusta guardar silencio porque te sientes plena y si hablas demasiado acabas sintiendo el vacío esa presencia invisible y hostil de la nada.

Esa sensación que hace de la nada la nada,
es difícil de expresar, es algo invisible que actúa constantemente sobre tu entorno, pero que es incapaz de justificar satisfactoriamente y que

sólo aparece en la descripción
entre realista y onírica de una circunstancia particular como ejemplo, en un estado de guerra:

algo que corrompe el mundo
y produce injusticia y decadencia, que envenena las relaciones humanas y provoca soledad y alienación en mujeres y hombres; algo contra lo que se lucha, pero en vano.

Es en esos momentos
cuando reconoces que la vida pasada ha muerto y te alegras de que así sea porque su muerte te hace saber que hay algo que ha existido.

La vida, cuando deja de ser vida,
se pudre y tú te alegras que así sea porque su podredumbre te hace saber que no todo ha desaparecido.

Cuando caminas bajo la lluvia
ves en el fango el reflejo de cómo la vida ha sido abandonada sobre el suelo y de momento, ahí no pueden crecer los árboles enhiestos y frondosos; ahí sólo crece los hierbajos y admites como tuya parte de la culpa.

Esa hierba que crece
en los márgenes de los caminos no tiene raíces profundas y sus hojas parecen deshilachadas y no son bellas.

Sin embargo, esas plantas
absorben el rocío de la aurora, el agua, la sangre y la carne de mínimos insectos para poder crecer; y cuando llega el momento esos hierbajos son pisoteados y arrancados de cuajo hasta que se secan o se pudren.

Pero a ti no te importa,
pues todo eso te hace feliz, te hace reír y cantar. Adoras a esas rojas amapolas que se mezclan, como un hierbajo, con el trigo y no puedes soportar que sirva únicamente para decorar los campos.

                                                                                     Johann R. Bach

Las sombras se abrazan ante un espejo ciego

 

Hay una vela

que el viento ha apagado y una taberna de donde surge un embriagado a media tarde;

 

también hay una parra quemada

y negra con agujeros llenos de arañas mientras que dentro de la casa se ha blanqueado con leche una habitación.

 

Quizá haya una isla –no lo sabes-

en los mares del sur para recibir a Febus dios del sol, pero a lo lejos se oye un ruido de sables y tambores.

 

Los hombres, nerviosos,

interpretan danzas de guerra y la mujeres mueven las caderas entre lianas y flores de fuego al compás del mar que canta.

 

¡Oh nuestro paraíso perdido!

 

Las ninfas han dejado los bosques sagrados

y se les culpa de ello a los extranjeros. La lluvia centelleante ha empezado y se espera que sus aguas sacien la sed de las setas.

 

Las niñas se reúnen

en el patio de la escuela con vestiditos de una pobreza que rompe el corazón. A pesar de ello aún cantan a coro con alegría.

 

Las sombras se abrazan

ante un espejo ciego y tras los cristales de las ventanas del hospital los convalecientes aprovechan las últimas calorías del aire calentado por los radiadores.

 

Un barco cargado de alimentos

que pretendía llevar ayuda a miles de personas cargados a su vez de epidemias sangrantes ha sido tiroteado y asaltado con el resultado de una decena de marineros muertos en la "escaramuza".

 

¡Oh nuestro paraíso perdido!

 

Las hermanas extranjeras

Reaparecen en las pesadillas de los gobernantes como un presagio; agachadas bajo los avellanos, juegan con las estrellas de los que sueñan.


                                                       Johann R. Bach

Quina meravella sentir el zel de les abelles confós amb el propi sota el fullatge verd de noguera, arrecerats dels temporals de pas!

2.ELS HOMES DE LA MEVA VIDA ( Carles)

 

CARLES

 

Daurats es vinclaven els gira-sols

sobre la tanca del jardí,  perquè ja era estiu.

 

Quina meravella sentir

el zel de les abelles confós amb el propi sota el fullatge verd de noguera, arrecerats dels temporals de pas!

 

Platejada floria també la rosella.

Amb una senzilla admiració s'enduia en càpsula verda els nostres somnis nocturns i estel·lars. Ah! Que silenciosa era la casa quan ell s'hi endinsà en l'obscuritat.

 

Purpúries maduraven les prunes

als arbres i el jardiner movia les seves mans dures cremades d'anys. Quins bells signes hirsuts al sol radiant!

 

Però el silenci s'endinsava en la tarda,

l'ombra de Carles dins el cercle adolorit dels seus s'espessia com la mel darrera i ressonava cristal·lí al seu pas sobre l'herba del jardí ran de bosc.

 

Buida de nens- la seva preocupació principal-

la casa semblava que es fes vella. Callats es reunien aquells entorn de la taula de la casa veïna i  amb mans de cera hi partien el pa, amb olor de sang, tot pensant a refusar l'amor de la madrastra.

 

Anit, els ulls petris

de la germana -la meva cunyada-  fitaven els meus quan, durant el sopar, semblava que em culpés de la seva bogeria i intentava inocular al front del seu germà la primacia dels seus drets sobre la casa; i

 

 entre les sofertes mans de sa mare,

semblava que els aliments es petrifiquessin. Com els corruptes, amb llengua de plata, van fer callar l' infern! Com, comparats amb els components d'aquella família, els àngels caiguts estaven posseïts per una infinita bondat i feien tots rotllana al voltant de Carles!

 

Després d'aquella nit

 en què va sonar la pluja que refrescava els camps, en l'espinosa pregonesa del bosc, Hermes, tot seguint els solcs grocs enmig del blat, va arribar puntual a la cita, i amb el silenci suau del brancatge, va dur la pau a Carles.

 

Jo sabia que les passes de Carles

oscil·laven ossudes- acompanyat per Hermes en el seu camí capa a l' Inframon- sobre serpents endormiscades al marge del bosc, i que l'orella sempre segueix el crit delirant del voltor, i,

 

abans d'apuntar el dia,

la meva figura va desaparèixer d'aquell estrany paisatge familiar com si llisqués sobre un mirall trencat. Tan sols un record vague del sexe oral clavat a la pell em mostra en els somnis, de tant en tant, el rostre lunar de Carles.


                                                Johann R. Bach

22 jul 2014

Eres más fuerte que la boca oscura de la melancolía,

         NOCHES DE LUNA CRECIENTE

 

El cielo se encarga de mezclar con la plata

el bronce y el cristal.

 

Así mi piel oscurecida de años

que entrelaza la nocturna mirada con la catarata blanca que brilla sobre mi busto cincelado por noches de luna creciente, aún acusa el placer de los besos masculinos y habla directamente contigo.

 

¡Escúchanos! ¡Oh luna!

 

Tú que llenas la noche

de blancas figuras de héroes y reflejas los tenues rayos del sol nocturno sobre las copas de los árboles de los callados bosques mientras creces.

 

Tú que no te apartas

del tierno abrazo de los amantes y guardas en las carpetas de sombras de tiempos famosos de tus archivos de rocas brillantes en los alrededores de ríos y lagos,

 

te extiendes sobre la ciudad

donde habita un linaje corrupto, frío y maligno y los nietos de ojos limpios, sin sangre, se disponen a afrontar el futuro, deseando crecer como las mareas.

 

¡Oh luna!

 

Entrelaza con tus sombras

que suspiran sobre el cristal vacío de los lagos de alta montaña para que puedan engullir el reflejo de todos los astros y podamos beber sus aguas.

 

Cubre con tu luz

los claros del bosque  para que podamos sobresalir por encima de las infernales muecas de fogosas bestias de ásperos licopodios, abetos y amanitas encantadas.

 

Eres más fuerte

que la boca oscura de la melancolía, que la forma plasmada de grises y rosas nubes de otoño y más generosa que el manto de gotitas de lluvia que caen sobre una aldea que piadosa en imágenes morenas expira.

 

¡Escúchanos!

 

Y haz que las noches de otoño

no lleguen tan frías y chispeando estrellas sobre nuestros huesos troceados sean como monjas silenciosas que sueñan con su Orfeo.


                                                              Johann R. Bach

en los pequeños dedos, mordisqueada, una flor en mitad de un junio.

UNA CONSTELACIÓN DE PECAS

               

Todo era delicia para mí,

la constelación de pecas y los botones que cerraban las mangas.

 

¡Oh! Qué asombroso era,

Inagotable, aquel dulzor… en él nada amargaba.

 

En éxtasis estaba,

y aturdido de sobreabundancia del propio corazón masculino (deseando más sexo del que tenía y podía),

 

en los pequeños dedos,

mordisqueada, una flor en mitad de un junio.

 

Me tornaste solitario.

Sólo a ti te confundí con mi falsa capacidad de amar. Un rato eras tú, luego eras de nuevo el rumor,

 

o sólo fue una fragancia sin residuo.

 

                                                        Johann R. Bach

21 jul 2014

cerca está el milagro.

A MARIBEL

 

El campo es luminoso

gracias a las estrellas y oscuro es el follaje.

 

Tú hablas en susurros

como para memorizar la tabla periódica de los elementos y

 

cerca está el milagro.

 

Y mi fe

va poniendo cada palabra tuya

cual imagen devota en mi tranquila senda.


                                       Johann R. Bach

Eyaculaba precozmente al intentar penetrarme...

6. LOS HOMBRES DE MI VIDA (Narciso)        

Cuando conocí a Narciso,

era un joven desprovisto de territorios de un mundo errático, imprevisible; sujetaba con su mano hasta sangrar el manillar de una potente motocicleta como si de un mulo se trataray trabajaba sobre lo primigenio.

 

Con un pie peregrino pisoteaba

a cualquiera que se le pusiera por delante y a una tierra incierta al igual que lo hacía conlas anémonas pulsatillas;

 

conun doble y rápido parpadeo cosía el cielo

al horizonte y con alocada fantasía inventaba el color celeste: era un hombre ambicioso, agresivo, bebedor y amigo de comilonas y platos refinados.

 

Ahogaba su grito

mezclándolo con el suspiro más auténtico en aquel instante cuando se desgarraba la piel de los codos en una zarzamora al tiempo que su dedo corazón excavaba en la grieta.

 

Después tumbado en la hierba

admiraba la forma del helecho y la cola del pavo real. Soñaba muchas veces con aquel instante en que su cabeza se volvía una estrella fija.

 

Sin embargo, nunca se hizo ilusiones:

nadie heredaría su manía por la acción ni su habilidad por cargarse de responsabilidades. Suyo el tacto, solamente el oído suyo podían recrear de nuevo aquel principio de infinitud y una ansiedad convertida en insomnio por la nochey somnolencia durante el día.

 

Eyaculaba precozmente

al intentar penetrarme y, en su loca egolatría, se corría al masturbarse mirándose en un espejo mientras me decía: ¿Dónde ibas a encontrar un cuerpo como este?

 

Y, sin embargo, trabajaba

con ahínco hasta conseguir lo más arduo para cruzar las distancias que se abren más allá de la uña y experimentar con la mano más audaz los ojos, orejas y labios de un mundo ajeno.

 

Después de veinte años

de dormir en camas separadas, de tener cada cual sus amantes, en una mañana aciaga, su cuerpo frío, pálido y rígido impregnó toda la habitación de un aroma extraño que me hizo recordar la muerte de mi abuelo.

 

De mi pecho surgió el mayor grito

que recuerdo; salí corriendo a la calle, llamé a mi hija mayor y esperé su llegada en aquella madrugada de junio. Aquel día, lejos de sentirme liberada, empezó mi depresión. No lo amaba, pero era el padre de mis hijas.


                                                            Johann R. Bach