25 ene 2013

LAS TARDES DE UN ALFÉREZ Original de Johann R. Bach Cap. 2

                        La  Rambla de Barcelona

 

               UN PAISAJE PARA CADA SOLEDAD  (Johann R. Bach)

 

Sabes que, a veces, el tierno amor

escoge sus lugares y cada pasión tiene un rincón, un modo diferente de abrazarse ante una pantalla de TV, o de apagar las luces.

 

Sabes que hay espacios declarados

de interés especial bastante más tarde de ser recorrido por tus pasos como gozoso paseo.

 

Sabes que hay el recuerdo de un beso

en cada portal y ascensores que hubieran deseado quedarse quietos, sin electricidad, observando la escena, miles de escaleras llenas de pequeños paréntesis en cada rellano.

 

Cada ilusión tiene formas distintas

de incendiar corazones o pronunciar los nombres al coger el teléfono.

 

Cada alma busca un atajo

para tapar su sombra, desnuda, con las sábanas cuando suena el despertador.

 

Hay una fecha en cada esquina,

junto a un árbol de cada calle, un rencor deseable, un arrepentimiento, a medias en el cuerpo.

 

Cada amor tiene números

o letras diferentes para escribir: "volveré a las 23.30 horas" como una invitación a una larga noche bajo la música de una lluvia torrencial.

 

Como el primer cigarrillo,

los primeros abrazos también escogieron su taberna y se ampararon en decorados públicos como Les Rambles de Barcelona o el Passeig des Born de Palma.

 

Así cada escena marginal

donde las fiestas juntan la soledad, la música y el deseo, se viste con sus mejores flores y galas, casi siempre precipitadamente,

 

con retraso, y no en la oscuridad,

sino en esas horas en que cada tiempo de dudas necesita un paisaje.

……………………………………………………………………………………………………………….

 

Cuando tuve un respiro en mi actividad

visité a los familiares que vivían en Palma. A los que residían en Menorca y en Ibiza no llegué a visitarlos nunca. Mi tía María hermana de mi padre estaba casada con un Teniente de la Guardia Civil que comenzó su carrera con el grado de Brigada gracias a que era practicante.

 

Durante un tiempo mi tío estuvo destinado en Badalona y más tarde en Manresa por lo que tuve algún roce con sus tres hijos  (primos hermanos míos).

 

Recuerdo que asistí siendo

aún un niño a la fiesta de la Patrona de la Guardia Civil en la casa cuartel de Badalona. Me asombró ver como simulaban que llevaban a hombros un cadáver: Sobre cuatro mosquetones atados dos a dos formaban la camilla que soportaba el monigote con el tricornio puesto.

 

Alberto era un hombre autoritario

de origen valenciano y en la familia se le tenía por una persona peligrosa. Se contaba de él que en cierta ocasión un perro le siguió ladrando mientras arrancaba su Iso (moto de la época). Sin pensarlo dos veces desenfundó su pistola reglamentaria y mató al can a balazos sin reparo alguno.

 

No admitía que se le llevara la contraria

y estaba convencido de que sólo él pensaba. Sin embargo, a mí siempre me trató bien y solía decir de mí –ya desde mi infancia- que yo era el aristócrata de la familia.

 

Cuando me vio en la puerta de su casa

con mi flamante traje de granito, la gorra de plato bien calada y mi estrella de alférez dijo simplemente que siempre había esperado ese momento. Era más teatral que simpático, pero no me era desagradable.

 

Eufórico, me invitó a comer

y durante toda la comida no paró de explicarme sus planes para jubilarse: se jubilaría con la paga de capitán y se trasladaría -con toda la familia por supuesto- a Castelló porque decía que era la provincia más barata en aquellos años.

 

Yo le escuchaba pacientemente,

con el interés propio de un sobrino, pero he de reconocer que años más tarde todos sus planes se llevaron a cabo. Mi primo Germán aún debe estar viviendo en Castelló de la Plana.

 

Carmen, era la mayor de los tres,

se había casado con un muchacho carpintero de Inca que era un trozo de pan, pero algún problema debía tener porque no tuvieron hijos, a pesar de que Carmen era una maníaca sexual. Sentada frente a mí miraba con insistencia mi región genital mientras tomábamos el café.

 

Recuerdo que todos los primos

teníamos a Carmen por una chica un poco retrasada pues le gustaba enseñarnos su espeso pubis y nos pedía que le pusiéramos allí la mano. No comprendíamos qué pretendía con ello, pero lo hacíamos. Luego nos lo contábamos unos a otros.

 

Miguel, el pequeño de los tres

era peluquero y tenía su propio establecimiento en Palma, pero su vida era muy irregular. No se casó nunca. Para él la vida se reducía a los fines de semana aunque él mismo nunca fue una persona divertida.

 

Los comentarios que crucé con él

se basaron durante toda la visita en presumir de tener una novia que su máximo "sex-appeal"(palabra en boga para describir el atractivo físico y sexual de una persona): era ser hija de un coronel y su virtud principal ser también peluquera. La verdad es que nunca llegué a conocerla para tener una opinión sobre ella.

 

Harina de otro costal era mi primo Germán

el más travieso de todos los familiares que llegué a conocer. En cierta ocasión cogió la Iso de su padre y bajó desde Manresa a Barcelona para visitarnos.

 

Estuvo comiendo con nosotros

y se mostró tan simpático como siempre. Mientras hablaba, como otras muchas veces dibujó, como ejercicio caligráfico, algunos signos matemáticos entre los que destacaban los sumatorios en su versión de integral.

 

Después de comer se marchó

despidiéndose de nosotros con toda normalidad. No había pasado ni media hora desde su partida cuando llegó mi tío Alberto enfurecido porque Germán le había cogido la moto. Se sentó con nosotros maldiciendo sus huesos.

 

De repente vio sobre la mesa

la hoja de papel sobre la que Germán había dibujado distraídamente sus garabatos. Aún más enfurecido nos decía repetidamente: ¿lo veis? ¿Cómo es posible que una persona que hace estos signos (de integrales) puede ser tan gamberro? Nosotros nos tronchábamos de risa.

 

En otra ocasión nos visitó

para informarnos de que iba a emprender un negocio de alfombras voladoras. Sí, sí, alfombras voladoras –repetía-, me voy a casar con una chica inglesa que se llama Wendy y volaremos todos los días. Lo de la Wendy era verdad. Se casó con ella.

 

No tuve nunca noticias

sobre aquel negocio de las alfombras voladoras, pero a través de mi hermano llegó hasta mí el rumor de que en el interior de los paquetes de alfombras volaban de un país a otro algunas mercancías "no oficiales".

 

Esa era la razón

por la que las alfombras olían a tabaco. Al enterarse mi tío Alberto de aquellas actividades "paralelas" de Germán, montó en cólera y pistola en mano amenazó a mi primo de ajusticiarlo con sus propias manos si no abandonaba aquel "negocio".

 

Evidentemente Germán cerró

el negocio de las alfombras y se dedicó a la hostelería. Estudió la carrera de Turismo -recién creada en aquellos años- y se colocó en la recepción de un hotel.

 

No duró mucho en su nueva profesión

pues se dedicaba a acosar sexualmente a las turistas y era despedido sistemáticamente al finalizar los contratos. Finalmente se dedicó, como comercial, a actividades inmobiliarias.

 

Mi abuelo por parte materna

nació en Valencia, pero al acabar el bachillerato toda la familia se trasladó a Barcelona. Estudió la rama de Puentes en la Escuela Náutica y consiguió su graduación cuando aún no había cumplido veinte años.

 

Inició inmediatamente los estudios de guardamarina;

estuvo viajando en el Juan Sebastián Elcano y adscrito en La Coruña y obtuvo el grado de álferez de fragata -su primera coca- a los veinticuatro años.

 

Fue destinado a Mahó, en Menorca,

y allí nacieron los hermanos mayores de mi madre: Josep Ferrán capitán de la Marina Mercante, hoy retirado de la base de Cartagena, Lluís cantor de ópera, Manuel -el Sabater- que siguió viviendo en Ferreríes y posteriormente se trasladó a Manacor; de él sólo sé que tuvo cinco hijas.

 

El resto de familiares

que sin duda moraban en gran número en las Islas me era desconocido.

 

Les Illes es sin duda un país

donde un catalán o un valenciano no necesitan aclimatarse. La temperatura, el paisaje, el color, la cordialidad de sus habitantes, el mismo idioma…

 

¡Es todo tan familiar!

 
Johann R. Bach

 

 

 

 

24 ene 2013

COMO LOS ÚLTIMOS SAMURAIS

COMO LOS ÚLTIMOS SAMURAIS

 

¡Ah, liberarse del uniforme!

Lo más grande en esta vida es tener una pareja en verano…

 

¿Cómo se puede renunciar

a vivir exaltado como un general rodeado de un cortejo de brazos y besos en una mañana de domingo?

 

¡Ser libre para jugar

con tus propios pensamientos ante una piel aturdida por el placer y nadar desnudo, sin amarras, harto de la retórica patriotera escrita por mentes enfermizas!

 

No hay fines de semana

para los soldados ahora que se esconden para poder dormir.

 

Las guerras braman,

la tierra se lame sus heridas y los bosques sufren incendios desconocidos hasta ahora: napalm, bombas de racimo, fósforo radiactivo.

 

Nada va a ser igual en los ojos

de los habitantes supervivientes de esas ciudades después de ser bombardeadas con el fuego del infierno.

 

La ética de los samuráis

desapareció con su orgullo y las reverencias hacia los poderosos es la única moneda que crece al lado del yen.

 

Sin embargo, en el país del sol naciente,

fresco y sonrosado se eleva el astro rey y avanza el mar en la lejanía azul correteando por sus canales,

 

avanza el viento sobre el pecho del mar

dirigiéndose a tierra, el gran viento constante del este o del sudeste, avanza ágilmente con las espumas blancas como la leche de las aguas.

 

Ese viento que ríe con risa de muchacha

es eso que, invisible, viene y canta, calienta y canta, acaricia y canta, que murmura en los arroyos y

 

cae en chaparrones sobre la tierra;

 

eso que reconocen los pájaros en los bosques,

en la mañana y en la tarde, y reconocen las arenas de la playa y las olas sibilantes y el estandarte que sostiene

 

las fibras que flamean

y flamean allá en lo alto.

 

¡Ah, liberarse del uniforme!

Lo más grande en esta vida es tener una pareja en verano… ¿Cómo se podría no comprender al samurái que olvido su espada en la arena de una playa mientras,

 

entre las últimas sombras de la noche,

fresco y sonrosado se elevaba el sol.

 

                                                                                 Johann R. Bach
                                                                         www.homeo-psycho.de

 

23 ene 2013

ENTRE OBRAS DE ARTE. (www.homeo-psycho.de)

          La Venus de Milo: Museo de El Louvre

 

ENTRE OBRAS DE ARTE

 

Tuve ocasión de observar

a Marta Guillamón cómo iba y venía airosamente lejana, entre inciertas imágenes inertes de antigua y cansada belleza en El Louvre ya oscuro,

 

cuando la luz del sol se solapaba

con el sonido del eco y resbalaba en los grandes ventanales; afuera lluevía chispeando y retumbaba el viento delicadamente.

 

Vi cómo sus ojos se elevaban

hacía la cúspide de la pirámide transparente como si en su imaginación el sol y las estrellas que flotan en el aire libre le pidieran entrar también en el museo.

 

Leí las palabras que escribió

en su cuaderno azul el de los poemas celestes:

 

"La tierra de forma de níspero

–según John Glenn el primer astronauta americano que orbitó sobre la tierra- y nosotros sobre ella, su rumbo, es sin duda grandioso,

 

no sé cuál sea,

sólo sé que es grandioso y que es felicidad, y que el designio que envuelve todas estas imágenes aquí no es una especulación".

 

"Según los astrónomos

este níspero cargado de obras de arte viaja hacia un punto en el firmamento denominado Ápex y este viaje mismo no es algo que pueda ser retrasado en una contingencia".

 

"Todos estos siglos de arte

viajan con sus reliquias hacia ese punto al cual se dirige el sol a una velocidad de vértigo -14 km por segundo-,

 

con todas estas joyas bien protegidas

por expertos paleólogos y sujetadas con nudos marinos como una delicada carga en las bodegas de un avión".

 

Tuve ocasión de observar

a Marta Guillamón cómo iba y venía en el incesante laberinto de los pasillos, entre inciertas imágenes inertes de antigua y cansada belleza en El Louvre ya oscuro.

 

                                                                                Leo P. Hermes
                                                                      www.homeo-psycho.de 
 

22 ene 2013

EL DESCUBRIMIENTO DE DESCARTES ( más poemas clicando en "Comentarios" en la web www.homeo-psycho.de)

                          EL DESCUBRIMIENTO DE DESCARTES

 

Aquella tarde, ¿recuerdas?

quise hacerte olvidar aquello que te hace sufrir. Olvida todo lo que no ha de pasar, saboreemos sólo los astros luminosos que atraviesan la pura claridad del cielo de una noche sin nubes; cómo la luna sube sobre el mar.

 

Sabemos muy bien:

que en la noche todo resplandece, que un destello se alza como una sombra blanca en el brillo mayor de la negrura. Aquella tarde quise que tomáramos sin reservas el camino de un mundo que en todo se asemeja a la luna.

 

Como el viento que sopla su secreto

volvería a enseñarte lo que es un paraíso, la calma en una habitación con un piano de testigo, el rumor de las hojas de los libros callados y hacerte conocer lo suave de tu aliento.

 

Enseñarte una cereza roja,

aquella misma, tan lejos de nosotros y a la vez tan bella, y recoger una violeta, aún joven, ya perdida que aprendes a encontrar en tu regazo.

 

Mira, mira la calle,

sus árboles y sus gatos, la espalda tierna del despreocupado aprendiz. ¿Son realidades o sólo dulces sueños?

 

Todo discurre,

amistoso y lento, en la lejanía. Y este llano corredor del Mediterráneo, tan suave que nos lleva: descansemos, soñemos que actuamos, consintamos que el alma, feliz nos sobrepasa, cansada de correr como en la infancia.

 

Parece que siempre debe ser así.

Cuando un lugar se aleja de nosotros, mira: todo espera, la clara oscuridad y la luz más honda se reparten sin distinción posible una cereza roja.

 

Una calma extendida

por un tiempo incontable ondea en el viento, tus ojos se llenan de perlas, y tus cabellos puros se mezclan con el mundo y todo es bueno: los soldados que van a la guerra, el azufre y humo de pólvora de dragones de cartón y hasta los poemas de un pobre escritor.

                                                                                              Elisa R. Bach

 

Si se piensa a fondo

y se capta el sentido de este poema se verá que es uno de los más sabios consejos de Descartes que entre otras cosas, al final de su vida dijo una cosa muy original:

 

"Toda mi vida

ha estado plagada de desgracias, la mayoría de las cuales no sucedieron nunca".

 

Con este pensamiento

que hice mío desde muy joven, con apenas veinticuatro años, he conseguido el primer premio en tres ferias de productos chacineros;

 

desde entonces la receto

en todas mis prescripciones junto a la advertencia de lo nocivo que es para la salud tomar lácteos, pescado y fruta, o ser vegetariano.

 

En Rusia al igual que en China y Canadá

tomaron buena nota de mi psicología nacida de mi amistad con Descartes y desde que descubrieron los maravillosos efectos de esa misteriosa frase la cosecha de trigo se ha multiplicado por diez y su precio por cinco.

 

Es una arma letal para los gusanos

-de dos o cien pies-. Sí, sí, no abráis tanto la boca porque de boca cerrada no salen moscas.

 

No fue Descartes

quien descubrió las fuentes del Nilo, pero fue el primero que dijo que quizá Cleopatra no fuera tan bella y sí más estúpida de lo que nos han contado:

 

"Yo dudo de mi inteligencia,

de que estoy vivo y puedo amar. Puedo dudar de todo, pero de lo que no puedo dudar es de que estoy dudando". (Descartes)

 

"El que pueda amar, que lo haga

sin entretenerse ante la duda, que rompa el nudo gordiano que atenaza la garganta frente a la abundante saliva que se abre paso junto a la lengua". (Johann R. Bach)

 

                                                                            Leo P. Hermes
                                                                www.homeo-psycho.de

 

 

21 ene 2013

TORMENTA EN CADAQUÉS (www.homeo-psycho.de)

TORMENTA EN CADAQUÉS

 

¿Recuerdas Marta

aquella tarde que la lluvia era tan intensa? 

 

No podíais salir de la escuela

y el maestro te pidió que distrajeras a los niños más pequeños. La tramontana hacía impracticables las calles.

 

Mirad los mapas

–comenzó Marta Guillamón tomando el aire de un gran orador-, mirad esos colores algunos de los cuales aún no conocéis su nombre:

 

El color pardo

es lo que os han enseñado a llamar marrón; se reserva para las montañas mientras que el azur no es el azul mal pronunciado, indica el mar;

 

el color sepia –inventado por un geógrafo triste-

sirve para indicar los caminos de tierra y el siena para las carreteras, pero vosotros aún sois muy pequeños para apreciar esas diferencias;

 

el amarillo quiere señalar los campos

como si en todos ellos se cultivara el trigo; ese verde pastel, distinto del verde lechuga, pretende recoger la idea de los valles por donde discurren los ríos;

 

el verde acelga

señala los bosques y el verde oliva se reserva para los jardines y parques de los pueblos;

 

las líneas negras

marcan el trayecto de los trenes; el rojo la frontera con Francia y las estaciones construidas cada seis kilómetros donde los pasajeros eligen entre ir a pie o en tren.

 

Otros colores son tan bonitos

que no los ponen en los mapas para impedir que los niños se distraigan en la clase.

 

Mis padres me han contado

que en los institutos hay mapas de los cielos con reflejos fucsia el color de las flores del granado;

 

el color plata se emplea en ellos

para simular los tenues hilos de luz de las estrellas y el magenta abunda entre los soles gigantes.

 

En esos mapas abunda

la mezcla del gris anaranjado para agrupar las estrellas en constelaciones que reciben nombres fantásticos: El Arquero, El Cangrejo, Osa Mayor, Orión, Musca, Nave de Argos…

 

Mirad: ha parado de llover.

El sol se abre paso entre las nubes y el arco iris quiere alegrar la tarde; entre sus colores se halla el violeta con sus bordes lilas y púrpuras muy abundante entre las flores; y, el añil el gran desconocido…

 

                                                                                       Elisa R. Bach
                                                                          www.homeo-psycho.de

20 ene 2013

LA NIÑA ESCOLAR Y EL AFILADOR

                               LA NIÑA ESCOLAR Y EL AFILADOR

 

Te piden Marta,

que unos versos compongas, como resumen de lo que fue la vida de una niña. Una niña que hasta cierto punto fue feliz.

 

Haz algo

suave y sutil.

 

A ti te corresponde,

pues tú puedes escribir unas líneas dignas de Tucídides, que fue uno de los nuestros.

 

Sin duda tú hablarás de sus historias

fidedignas como un informe militar confeccionado para los altos mandos.

 

La mera descripción,

salida de tus labios, de la infancia de una de tus hijas estará llena de belleza, la exquisita belleza que nosotros amamos.

 

Perfecto, musical y educado

es tu idioma. Y toda tu maestría nos hace falta ahora, pues quieren obligarnos a lengua extraña.

 

Nuestro amor y dolor

ante los vertidos en ajena lengua nos hace temer por los nuestros.

 

Escribe, Marta,

tus versos de tal modo que algo de nuestra vida –tú sabes- quede en las niñas; y, las frases y el ritmo sobradamente muestren que de un idioma –el nuestro- depende la belleza y la sonrisa de la naturalidad.

 

A fin de cuentas

nuestras niñas son las que enseñarán a hablar con la paciencia y el cariño de siempre a las generaciones futuras de niños.

 

Allí donde la multitud incesante de la ciudad se agita el día entero, te retiras –lo sabemos todos- y te unes a un grupo de niños que observa, te paras con ellos aparte.

 

Junto a la acera, hacia el encintado

del alquitranado un afilador –ya quedan muy pocos- trabaja con su rueda, ajustando el corte de unas tijeras,

 

Se inclina y las aplica

prolijamente a la piedra, con el pie y la rodilla, da vueltas rápidamente con golpes rítmicos, apoyándose con mano ligera pero firme,

 

brotan entonces

en chorros copiosos de oro, las centellas de la rueda. El espectáculo y todo lo que con él se relaciona se detiene en los ojos de la niña más pequeña;

 

el viejo triste de barba puntiaguda

con su ropa raída y su ancho mandil de cuero forma la estampa de un tiempo presto a desaparecer de sus pupilas.

 

El chirrido bajo y ronco de la rueda que gira, las tijeras ligeramente apoyadas, difusas, elásticas, se proyectan de costado junto a las menudas cataratas de oro,

 

las centellas de la rueda

como la cabellera de un cometa

                                                                                               Elisa R. Bach
                                                                                   www.homeo-psycho.de