SÓLO LA ALEGRÍA ES INMEDIATA
Sólo la alegría es inmediata
En realidad
sólo la alegría existe en el tiempo,
ya que sólo ella es inmediata.
Es presencia viva.
Mézclala con música de violín
y estallarás en carcajadas.
Sylvia M. Folch
Laura
A Laura le encantaba ir al cine y cada vez que tenía ocasión me invitaba a ir con ella. Yo solía llevar a mis sobrinos algún sábado que otro a ver películas para menores de edad y aun así me gustaba verlos reír. Con Laura era diferente, le gustaban las películas profundas y en los momentos más emotivos me cogía de la mano como para vivir más intensamente. Se metía en cuerpo y alma dentro de la pantalla, lloraba y suspiraba al mismo ritmo que los protagonistas.
Al final de la película, volviendo ya a nuestro mundo me besaba agradecida por haberla acompañado en "su aventura". Esa sensación de placer viendo una película sólo era comparable –según me confesó- a lo que sentía cuando Pierre le hacía un masaje; algunas veces hasta se quedaba dormida de placer en la misma camilla.
Laura, emotiva y receptiva se parece a Narcisse, pero contrariamente a ella es blanda y llora con mucha facilidad. Sus manos son pequeñas y blandas. Es de esas personas que te entregan la mano, sin fuerza, casi muerta, en vez de estrecharla. Su piel es morena y con sus abalorios dorados en el cuello y en las muñecas parece una princesa egipcia. Le gusta hablar y cuando lo hace lo hace hasta por los codos. Sus quejas se parecen también a las de Narcisse en el sentido de que es poco –por no decir nada- afortunada en amores.
Su carácter es el de una persona inhibida y tímida si no te conoce, precisamente todo lo contrario de la extrovertida Narcisse, pero cuando tiene confianza no para de hablar. Todo en su vida se desarrolló lentamente, acabó los estudios de secretariado muy tarde,
Se casó tarde y tardó varios años antes de quedar embarazada. Tuvo dos gemelos maravillosos y poco tiempo después su marido la abandonó.
Laura es una mujer que tiene erupciones cutáneas que rezuman un líquido espeso como la miel y por ello usa unos polvos que camuflan ese aspecto poco agradable. Por otra parte tiene los párpados inflamados, con pústulas; secreción por los oídos; ulceraciones húmedas detrás de las orejas; comisuras de la boca agrietadas. Sus uñas, fácilmente observables, son gruesas, agrietadas y deformes. Es llorona, pero es pesimista y con tenencia a la obesidad. Es un tipo de persona regordeta, de desarrollo retrasado, pero de muy buen carácter.
Carmen
Carmen es una mujer que gusta de temas repetitivos. No para de silbar "Nabucco" como algo que le produce balanceo automático de su cuerpo. Tiene vello excesivo en brazos y piernas y el fuerte olor corporal le da una "apariencia masculina" que no intenta disimular a excepción de la barba y bigote que se los rasura a diario. Su labio superior suda como si acabara de beber agua.
Cuando a alguien le llama la atención sobre la negritud de su pelo ella contesta medio en serio medio en broma que aún es más negra su cabellera baja. Es vegetariana no radical y se siente orgullosa de los dos hijos gemelos obtenidos por inseminación artificial y evita hablar de todo lo que rodee a ese asunto.
Carmen es una persona obsesionada por el orden en todos los dominios de la vida. Para el caos no entra en su cabeza ni como concepto intelectual. Cuando le dije que quizá el ser no es libre sino por la acción del caos me preguntó ¿Qué es el caos? Le contesté que el que yo no pueda contestar a esa pregunta no significa que no exista. A pesar de su reticencia a hablar del tema no desperdicié la ocasión para dar mi humilde opinión. "El caos –insistí- es la persistencia de lo anterior en lo posterior, de lo lejano en lo íntimo, e inversamente". "El caos es el destino doloroso del ser, de ahí la manía de muchas personas que quieren vencer su ansiedad con la limpieza y el orden". Eso pareció gustarle y me dijo que es un tema interesante.
Georgina
Georgina, alta, morena con ojos enormes y largas pestañas, gran amante de la música sinfónica o polifónica, es una persona dominada por un carácter estético. Le encanta la arquitectura, la escultura, la pintura y en general el arte y la historia. Según Simone es la que tiene más aventuras amorosas -masculinas y femeninas-, pues cede fácilmente. Es entusiasta hasta el gorro y tiene un carácter empático digno de una gran dama. Viste con gran elegancia y pasear e ir a cenar a un restaurante de Montparnase con ella es un gran placer.
Es como la mayoría de las mujeres altas, estilizadas, con insuficiencia torácica, con la piel fina, casi transparente, fácilmente sensibles a los sonidos, olores, luces, electricidad atmosférica o temporales y largas pestañas. Según Simone, su estado psíquico se puede resumir como excitación emotiva y aprensividad exaltada. Se esfuerza por ser simpática a todos. Simone matiza sus miedos. Son –suele decir- como presagios y teme a lo que ella cree que va a ocurrir. Su ansiedad aumenta con la hora crepuscular y en la noche.
Teme a las intervenciones quirúrgicas aunque éstas sean leves. De ahí su miedo a los dentistas. En cuanto al apetito Simone suele decir que sale más a cuenta comprarle un vestido que invitarla a cenar, pues tiene hambre incluso después de haber comido y por la noche. Suele tener ronquera que empeora por la tarde, antes de medianoche y ardores un poco por todas partes, siempre lleva pastillas de menta por si ha de cantar de noche.
Con ella visité muchos museos y exposiciones tanto en París como en la Banlieu. Se sentía a gusto en mi compañía porque decía que mi empatía le hacía sentirse como una persona normal. Era una persona muy miedosa y me pedía acompañarla hasta en sus visitas al dentista.
Sus dientes habían crecido algo montados unos sobre otros por falta de espacio. Su barbilla era estrecha y realzaba sus labios gruesos, sobre todo el superior. Su cara es la de una chica bonita, aunque de cerca se puede apreciar que tiene un exceso de vello que le oscurece la barba y el labio superior. En varias ocasiones muchos familiares y amigos le habían propuesto colocarse unos "hierros" para "corregir" la posición de sus dientes, pero siempre se negó a ello (por suerte). Esa imagen de niña traviesa le daba un aire juvenil y hermosura fresca y alegre.
Georgina había cumplido ya cuarenta y dos años. Nunca se casó porque temía –aún más que yo- la brutalidad de los hombres que nunca comprendieron que pasión y delicadeza pueden (y deberían) coexistir. Provenía de una familia adinerada y su apartamento era realmente como un palacio. Tenía cuadros hasta en los pasillos y estatuas en todos los rincones. Pierre decía de ella que tenía la sensación de que era su amiga más amable y agradecida; la que se conformaba con menos. Solía decir que era "su" Juana de Arco y que si tuviera que casarse con alguien lo haría con una muchacha como ella.
Ágata
Según Simone Ágata siempre fue una mujer huidiza a la que no le gustaba complicarse la vida. El carácter huidizo –seguía explicándome Simone con todo lujo de detalle- no sólo lo mostraba cuando se refería a salirse de algún problema con la expresión de "irse a buscar tabaco" sino que su propio lenguaje estaba lleno de expresiones en las que evitaba las palabras que ella misma denominaba vergonzantes. Así por ejemplo, para referirse al coito decía la cosa: insistía siempre en no necesitar la cosa o bien no perdía la mínima oportunidad para decir que ella tenía arreglado el tema para expresar su indiferencia hacia los hombres.
Y sin embargo –Simone me advirtió-, siempre está cotilleando sobre "el tema". Los que la rodean no se aperciben fácilmente de su carácter porque tiene una gran habilidad diplomática y sabe esperar pacientemente a que los demás inicien la conversación y luego con suavidad introduce los temas que a ella le interesan.
Simone continuaba hablándome con el placer de una auténtica maruja sobre Ágata: Con trece años descubrió –coincidiendo con sus primeras reglas- que la posición horizontal era cuando realmente se sentía más cómoda. En efecto, en contraposición a su aversión por la posición de estar parada en pie, se podía estar horas y horas leyendo en tumbada en la playa o en el sofá. También es fácil –continuaba Simone su análisis- observar que de estar sentada se siente más cómoda con las piernas cruzadas y con los riñones bien apoyados en el respaldo de un cómodo sillón.
Ante esa descripción de Ágata apunté en mi cuaderno algunos datos que, hilándolos luego, escribí un poema:
La horizontalidad
Mejor es dormir apaisadamente
en decúbito supino como el mar,
o sentada bajo un olivo con raíces hondas
en tierra, sorbiendo minerales
y amor materno, refloreciendo de año en año,
y con reluciente, despertar
bajo el éter fresco y azul.
Y sin embargo un geotropismo
te obliga a la efímera verticalidad.
Comparado contigo es inmortal el árbol,
y también las flores más audaces:
querrías, -lo sabes- la edad de uno,
la temeridad de las otras.
En noches como esta,
en luz infinitésima de estrellas,
árboles y flores han esparcido
su frescura silente. Tú entre ellos sueñas,
y no te ven;
cuando duermes a veces piensas que
eres su hermana más que nunca:
Tu mente se relaja. Y, sin embargo
resultas más normal, echada:
el cielo y tú trabáis conversación abierta;
y, así olivo y romero
te acarician con su aroma y te ven. Sylvia M. Folch
Continuando con su análisis Simone me decía acerca de Ágata: "De la misma forma que aprendió a ocultar su afición a la horizontalidad en el sofá, Ágata comía desmesuradamente a escondidas y dejó de ir a misa los domingos porque no soportaba estar de rodillas. Ni poniéndose una almohadilla en el reclinatorio podía soportar esa posición. Por otra parte tenía muchos remordimientos y sentía culpa por la frecuencia con la que se masturbaba" (sic).
Según una confesión a Simone de la propia Ágata, "la simple mirada hacia el busto de sus compañeras la excitaba. Sin embargo la presencia de algún muchacho amigo de sus hermanos la dejaba indiferente". Sus reglas se fueron regularizando poco a poco y algunos años más tarde, después de un parto complicado, casi se olvida de sus problemas y ansiedades. Se dedicaba en cuerpo y alma a estudiar y su juventud pasó a ser la época mejor valorada de su vida. Salía con un chico (que no era el padre de su hija), Mateo, más que regularmente y acabó casándose con él.
Los tres primeros años de casada, todo eran cenas con amigos, excursiones a pie, llegando incluso a jugar a voleibol. Recorrió con su marido Mateo diversos países con viajes organizados. Pero observó que, por alguna razón la nieve no le gustaba, más bien le disgustaba, mientras que la playa le atraía muchísimo. Su humor era bueno en general y el futuro lo miraba con cierto optimismo.
Según Simone sus ganas de divertirse parecían no tener límites: sólo pensando que iba a ir de fiesta y que en ella habría baile y vino ya se ponía contenta. En efecto, bailando se transformaba en la más eufórica y erótica de las ninfas, el rubor afloraba a sus mejillas mezclándose con el calor del vino y sentía como se le clavaban los ojos masculinos en su pecho, con alegría redoblada giraba y giraba su busto para hacer resaltar sus apretados glúteos rozando lo obsceno.
Al regresar a casa hacía el amor con su marido al objeto de excitarse más y más con un coito que no culminaba en orgasmo hasta que no se masturbaba -aprovechando el momento en que Mateo se aseaba en el baño-. Simone me contó que durante el primer embarazo Ágata lo pasó muy mal: la amenaza seria de aborto la tuvo en vilo sobre todo en el quinto mes. En esos meses sentía aversión a su marido, llegando a vomitar la simple visión de los genitales de Mateo y cualquier olor fuerte de comida la sumía en un asco profundo. Cualquier tema que rozara el erotismo le hacía desear estar sola.
Por fin dio a luz a una hermosa niña, pero entró en una profunda depresión postparto que no cedió aún después de la cuarentena. La atonía y la indiferencia duró casi dos años, y pese a que tenía la sensación de que no se encontraba bien del todo, poco a poco pareció recuperarse. Sentía como si la mala suerte se hubiera apoderado de ella:
A la hora de escribir, Ágata lo hacía más lentamente de lo normal, como si quisiera ir a tientas en lo que escribía, por aproximación, como quien siluetea un monigote con tijeras y va cortando aquí y allá hasta llegar a un parecido razonable (¿soportable?).
En la fina apreciación de Simone, Ágata se sentía como un espíritu en las afueras y que, por mucho que quisiera entrañarse, por mucho que tratara de acercarse a la médula de su asunto, era por naturaleza exterior, un tanteo que siempre se queda a las puertas, que no sabe nunca muy bien si se ha excedido o se ha quedado corto y hay rebaba en el contorno por donde pasaron las tijeras. Un dibujar, por último, que sólo construye curvas a base de múltiples líneas rectas enlazadas, que sólo es capaz de generar matices y detalles como suma de algo. Sin embargo, iba notando cómo fruto de esa situación, afloraban buenas dotes de diplomacia y sus cualidades musicales aumentaban con una hiperacúsia cada vez más fina.
A partir de algún momento de ese tiempo debió sentir una fuerte necesidad de afianzarse en una profesión como modo de independizarse de todos los que la rodeaban. Estudió con ahínco Administración de Empresas, logró entrar a trabajar en Prestil (una gran empresa del grupo ICI de Choisy-le-Roi) y allí no desperdició ninguna ocasión a la hora de hacer carrera dentro de la empresa hasta hacerse una fama bien merecida de trepa. Finalmente cuando la empresa fue vendida a una Sociedad japonesa fue despedida.
En la actualidad Ágata trabaja en una Agencia de Viajes, se ha separado de Mateo y su única afición es cantar en el coro y rehúye hablar de los problemas de otras personas. Llora desconsoladamente de rabia cuando explica sus contrariedades y sólo le entusiasma cotillear sobre aspectos sexuales de otras compañeras, porque en el fondo no reconoce a nadie como amigo o amiga. Y, sin embargo, desde que conoce a Pierre no puede despegarse de las actividades del coro ni del trato con sus componentes
Llamar a cada cosa por su nombre
Ya no bastan cuatro frases hechas,
aprendidas de antiguos comediantes,
ya no tenemos quince años
saliendo de los sueños de la infancia.
Dentro de las cancelas cerradas
en la amarilla llama del mediodía
-cuando callan las estatuas
y los mitos aceptan-
las voces se agitan, al principio
pura, tranquilamente
y después atronadora y rápidamente
en la callejuela junto al bulevar de Pére Lachaise.
Descubren de pronto los eternos secretos;
a veces -con naturalidad aplastante-
son terribles y temibles como tumbas
y otras veces de nuevo como tumbas otra vez.
Como caricias de lejanos y finos dedos
llaman a cada cosa por su nombre:
llaman al agua de la fuente, boca;
a los negros y altos árboles, olvido;
a la noche entre las rieras, cordón umbilical;
llaman a los ojos llorosos, "amiga";
a los frescos labios rojos, hojas;
a los dientes amorosos, pesadilla;
a los purpúreos lechos de amor, abismos;
a las negras aguas del puerto, lámpara;
llaman a las anclas enmohecidas, treno
del sueño;
ponen alas de colores a la triste mirada
de Orfeo;
en sus manos (de Orfeo) ponen abanicos,
desgarran sus encendidas faldas,
adornan sus cabezas con encajes
muy delicados (en el pecho de Orfeo clavan
banderas);
echan en el caos de los oráculos, sangre;
y, vuelven a llamar a las palmeras tizones;
se detienen con sollozos en la palabra martillo;
llaman silencio a las "puertas del Monasterio";
en lugar de muerte dicen, música en las sienes;
denominan bosque de la noche a tu corazón
y lata y fría tristeza al invierno.
ya no bastan cuatro frases hechas
aprendidas de antiguos comediantes;
ya no tenemos quince años
saliendo de los sueños de la infancia.
Sylvia M. Folch
Simone está convencida que con el deseo sexual Ágata hacía lo propio de mujeres que menosprecian a los hombres o son indiferentes frente a ellos. Ágata suele decir que no los necesita y que masturbándose mejora sus frecuentes cefaleas y que su mejor amigo es el sofá.
En general, Simone se atreve a decir que Ágata es pesimista, sin interés en las cosas aún en sus propios negocios, con desafección por los demás y solitaria. De su figura destaca que suele usar gafas oscuras y bolsos enormes donde lleva consigo a todas partes multitud de objetos. Empeora y se encuentra muy mal estando en pie o de rodillas. Le disgusta el frío, el tiempo nublado y los días oscuros, antes de las tormentas; la leche; y, los olores.
Felisa
Lo que más destaca de Felisa es una voz extremadamente fina, casi infantil a pesar de sus cuarenta años y por su sensibilidad general para la música probablemente el canto y el perfeccionismo sea una de las mejores del grupo. Según Simone el único problema que presenta Felisa cuando se trata de cantar fuera es su pertinaz estreñimiento. Cuando viaja su estreñimiento es total.
Morfológicamente, Felisa es una mujer delgada de cintura hacia arriba y más ancha de caderas. Me refiero a una desproporción importante en cuanto a esa característica. El cuello es delgado y se adelgaza en primer lugar cuando hay una pérdida de peso.
Simone dice de Felisa que sus manifestaciones psíquicas, y a la vista de lo que ocurrió en cierta ocasión esta mujer pertenece a la diátesis diencefálica –término que yo desconocía hasta ese momento-: cuando no puede mostrar, liberar, sus emociones, excitaciones, cuando no se puede liberar de un dolor o desahogar una cólera, responder a una vejación, objetar a una contradicción o vencer una ansiedad y un miedo, entra en una fase depresiva de la que es difícil superarla porque no permite que se la consuele.
Cuando permanece oculta bajo esas emociones, Felisa asiste al nacimiento de un resentimiento. Se trata de un resentimiento patógeno, porque se encuentra en una situación de inferioridad frente a los demás a causa de sentimientos que le han herido y lo que es peor lo descarga sobre ella misma.
Felisa, según Simone que la conoce desde hace muchos años, es una persona que somatiza explícitamente todas sus preocupaciones; así es relativamente frecuente que diga: ¿que no puedo superarlo? entonces me provoco una enfermedad real. Ella piensa que es ficticia, pero la respuesta al problema se convierte en una cefalea, una metrorragia, una parálisis, un aborto, un insomnio, una convulsión.
En cierta ocasión –me explicaba Simone- la hermana, Yolanda, me llamó con urgencia a las 11 de la noche porque Felisa estaba sufriendo un "ataque de nervios" al igual que en otras ocasiones y la tenían inmovilizada en la cama, sujetándola entre todos (familiares y vecinos). Era una noche de tormenta y el aguacero no remitía en absoluto.
Cuando llegué –proseguía Simone-, después de atravesar medio Val de Marne y medio París, el cuadro que me encontré era casi kafkiano: varios familiares sujetaban a Felisa que deliraba diciendo cosas absurdas, sacando espuma por la boca y pidiendo que se le agujerease el abdomen (¿pedía un neumotorax?) para que pudiera salir el cáncer por allí, pedía insistentemente unas tijeras. El labio inferior estaba hinchado y con una fisura profunda en el medio.
A falta de más datos y ante la urgencia un homeópata se decidió a administrarle 8 gránulos de Natrium muriaticum 200 CH. La suerte le acompañó en aquella situación tan delicada: a los 10 minutos Felisa estaba sentada en la cama charlando con todos y explicando lo mal que lo había pasado, pero calmada, sosegada y lúcida. Nunca más tuvo un ataque como aquel. Desde entonces Felisa sólo habla de sus amores secretos con Simone.
Felisa, obsesivamente, sueña con ladrones, se despierta y es consciente de que ha sido sólo un sueño, pero mira debajo de la cama para cerciorarse de que es así. Tanto miedo tiene a los ladrones que cuenta que cuando llega a casa tiene que comprobar que dentro del armario no se ha ocultado ninguno.
Con grandes dotes comunicativas Grâce trabaja en la radio municipal de Charenton-le-Pont y colabora con la de Creteil, es emotiva y receptiva. Es una persona muy lenta en todos los aspectos y en especial leyendo textos. Se ha dedicado desde hace mucho tiempo a leer poemas. Y lo hace verdaderamente bien. Su problema es que se duerme haciendo el amor y por ello su marido pasa temporadas largas sin acercarse a ella. Su tendencia a engordar se dispara cuando pasa largas temporadas sin trato sexual y exactamente no sabemos cómo Pierre se las arregla para invertir esa tendencia, pero todas lo sospechamos. Ella reconoce que se adelgaza con los masajes, pero su marido se niega a hacérselos. Su voz es muy agradable oída por radio.
La activista social del grupo, Carla, es una mujer que se toma la vida sólo por el lado que ella cree que es el serio: Llora con música fúnebre o viendo escenas de crueldad con niños y se alegra con un vals. Está apuntada y milita activamente en dos ONGs y siempre anda ocupada. Tiene poco trato con el resto del grupo y lo que piensa sobre nosotras es un misterio. Las demás ignoran la relación que tiene con Pierre, pero es conocido que es una persona exenta de libido y que sólo se excita cuando bebe alcohol.
A Bruna, la música le produce irritabilidad y ansiedad. Viene nada más cuando el siquiatra la envía porque el coro le sirve (como a todas) de terapia. Es la única que no conoce a Pierre. Al principio parecía un enigma, pero pronto me di cuenta de que era un poco retrasada mental, pero su potente voz casi de barítono encaja muy bien en el conjunto. Le da un cierto aire de masculinidad en algunas canciones. Es extremadamente tímida y no soporta las caras extrañas.