18 mar 2016

Pocas cosas le gustaban más a Marta que los periódicos;


CALLE DE LA FRATERNIDAD nº 77

En el número 77 de la Calle Fraternidad
–el inmueble donde vivía Emilia y una servidora la araña narradora de esta novela- la luz de la escalera era de las que se apagan solas a los dos minutos: el mecanismo que regulaba el tiempo era un aparato de esos antiguos de mercurio y su tic tac mientras estaba en marcha era insufrible para el fino oído de una gran escritora.

Cierto día Marta –una estudiante que vivió durante una temporada en la casa- al echar mano a las llaves se le cayó la cesta de la compra y mientras intentaba recoger las frutas y patatas desparramadas por la escalera, la luz no sólo se apagó a los dos minutos sino que siguió apagándose intermitentemente durante toda la búsqueda y con aquel tic tac metido en los oídos. Emilia salió en su ayuda y, subiendo y bajando torpemente enfundada en su camisón rosa, recogiendo patatas, zanahorias, nabos, hasta que no quedó en la escalera rastro alguno de la compra.

Emilia había salido a la escalera al oír el ruido de montones de verduras y de una linterna cayendo y rebotando escaleras abajo, de escalón en escalón, o cayendo al vacío entre los barrotes de la barandilla, Emilia no pudo evitar salir a toda prisa y asomarse. Tras encender la luz mortecina del rellano, miró arriba y vio las suelas de unos zapatos deformados, una de las cuales tenía clavada una chincheta, pataleando frenéticamente para conseguir mantenerse en pie en los escalones de rasilla.

Luego Marta consiguió levantar su enorme trasero una hormigonera, pero hasta que no pudo mantenerse en pie no empezó a maldecir como si la casa fuese suya: en eso era magnífica. Bajó tres escalones mientras se sacudía las rodillas de los pantalones; cuando vio a Emilia, le lanzó una mirada mortal. Sí sí; yo lo vi con claridad pues me había descolgado desde mi tranquila hamaca hasta el dintel de la puerta entreabierta y es que ninguna araña lasiodora hubiera querido perderse la escena.

Fue, a pesar de todo, una noche maravillosa. Las escaleras que solían oler a rancio y a cerrado, apestaron a tomillo porque entre los frascos que hicieron añicos en la caída uno de ellos era de esencia pura de esa planta. Marta aunque no era pelirroja, era de complexión sensual. Para cuando terminaron de fregar la escalera ya eran las 23.45 horas, así que hubo quejas de los vecinos al día siguiente. Dado el prestigio que le otorgaba vivir en la planta principal (con los techos más altos) –además de ser una escritora reconocida por todo el barrio, Emilia nunca se había metido en líos de ese tipo –ni de ningún otro- ni se había enfrentado al resto del edificio. Ella y Marta acabaron tomando té. Se hicieron muy amigas.

Pocas cosas le gustaban más a Marta que los periódicos; casi siempre estaba leyendo uno. Era casi una coleccionista de periódicos, independientemente de su fecha, bien para releerlos, bien para envolver cosas, y los compraba a pares diariamente, manteniendo los ojos bien abiertos sobre cualquier lector que se situase junto a ella con un periódico abierto. Yo, la había visto, os lo juro, en alguna ocasión, acuclillada, obligada a sacrificar un periódico para encender el fuego en la diminuta chimenea de la vivienda de Emilia de la Calle Fraternidad nº 77, y al acercar la cerilla, entornaba los ojos en medio del humo acre para leer el último renglón de letra impresa antes de que se lo tragaran las llamas: nunca se sabe –debía pensar para sus adentros- lo que una podía perderse.

Emilia empezó a curiosear entre los miles de artículos recortados, pegados y clasificados en carpetas de cartón cian. Y aunque al principio los leía sólo para impresionar a su amiga, acabó por descubrir la fuente de ideas más inmensa jamás conocida por ella. Una fuente inacabable de "motivos" sobre los que escribir. Con aquellos recortes Emilia podía pasar de un poema romántico a un tema policíaco o algún comentario surrealista: la variedad de "historias reales" era asombrosa: era el mundo mismo, sólo que… recopilado con recortes de periódico.

Gracias a aquella colección de artículos puestos en fila, juntos, se operó en Emilia un cambio que nunca había sospechado hasta entonces: descubrió que tenía un punto de vista sobre las cosas propio, y no precisamente cualquiera. Era un punto de vista maduro. Sólo le faltaba, ciertamente, ser madre, tejedora, jardinera, enamorada y sufridora de los pies, pero como escritora había llegado a lo más alto: escribir sobre lo que quisiera impregnando sus escritos con aquello tan propio y distinto de los demás.

                                                                                  Johann R. Bach


16 mar 2016

La lluvia de aguanieve cae casi sin fuerza sobre los cristales.


TARDE DE NOVELA

Sentada en mi silla de ruedas
me sitúo junto a la ventana para vivir otra tarde de novela pues los años no han apagado mi pasión.

La lluvia de aguanieve
cae casi sin fuerza sobre los cristales. En cualquier letra que abra el diccionario

el eco de un poema
resbala lento como la tarde… marceando. Entretanto espero la mano cálida que ha de tomar más tarde la mía

durante toda la noche…
hasta el amanecer.

                                                                                 Johann R. Bach

la Dama no venía con cara de buenos amigos


FINAL DE UN AMOR

Estaba oyendo la suave música de La Trattoria escondida detrás de un cuadro le oí decir a un cliente ante el requerimiento del camarero que estaba esperado a la Dama de sus Sueños. El camarero, como si quisiera respetar aquel sentimiento tan fuerte de un hombre, se retiró. Aquello prometía y por nada del mundo quería perdérmelo. Esperé pacientemente a la aparición de la Dama en cuestión. Cualquier araña narradora pagaría dinero por escuchar una conversación de esas.

Sorprendentemente, la Dama no venía con cara de buenos amigos y después de pedir unas pizzas y una jarra de vino se miraron cada uno con ojos diferentes.

"Tengo buenos informadores –le dijo la Dama- que me han alertado contra ti y por fin he sabido quién eres: un criminal, lo peor de lo peor". Él no daba crédito a lo que estaba oyendo. Cuando ella le había invitado a cenar jamás se le hubiera ocurrido que era para decirle aquellas cosas tan horribles pues nunca había tenido conciencia de haber cometido crimen alguno.

"Esperabas –continuó diciendo aquella Dama- que me creyera tus historias, que te consolara en tu soledad y encima que justificara todas tus fechorías pasadas". "Cuánta vanidad la tuya al pensar que una vez sentí algo por ti y que todavía lo hago". "No eres más que un vulgar miserable que no cree ni en sus propios escritos un falso poeta al que nadie debería prestar atención".

"Es amor –dijo él- y no comprendo tus palabras…"

"No me has gustado desde el principio –contestó ella- y no estoy tan interesada para que me importe lo que hagas ni cómo lo hagas. No quiero saber nada de tus fingidos sentimientos. Eres enemigo de personas a las que quiero, empezando por mis hijos y acabando por mis hermanos y amigos. Eres alguien a quien rechazo de plano. No quiero volver a verte. Te pido que te vayas y que no vuelvas a molestarme nunca más. Ahora, por favor vete, pagaré yo la cuenta, ¡y que te quede claro que no te quiero volver a ver jamás!".

Él se levantó de la mesa y puso en la mano de ella una llave de contacto de un auto –una copia que tenía del Mercedes de ella. Con el rostro encendido por la humillación abandonó el acogedor restaurante italiano. Mirando de reojo la Dama debió de ver hasta qué punto estaba ruborizado aquel hombre al que aparentemente llegó a odiar.

La Dama se quedó muy quieta. La repentina partida de él, sin intentar aclarar alguna posible malinterpretación, sin detenerse a averiguar si los informes que de él ella presumía tener no pertenecieran a otra persona, que hubiera algún error en todo aquello, su ausencia, le causó una impresión extraña. ¿Lo había invitado a cenar para aquella escena?

Él ya no estaba allí y ella se había quedado sola en el centro de una terrible tormenta emocional. De repente pareció sentirse tan desesperada en aquel momento como si hubiera sido él el que la había ofendido. "No tenía que haberle hablado así –comenzó a hablar en voz baja aquella Dama- pues siento que he perdido la cabeza. Tenía que haber conservado la frialdad y la serenidad y haber sido cortés, y de ningún modo debería haberle invitado a cenar. Ni siquiera sé por qué he montado esta ridícula película".

"He sido muy grosera –continuaba diciendo en voz baja como si hablara conmigo una humilde araña curiosa- y no he sido capaz de expresar exactamente lo que siento. Durante nueve meses me ha hecho muy feliz, admiraba realmente lo que escribía. Lamento mucho lo que ha pasado. No puedo dejar de pensar que me he comportado de una forma estúpida y totalmente incorrecta".

Durante un buen rato aquella dama se quedó sentada y pensativa. Apuró el vino tinto que quedaba aún desprendiendo su aroma, se levantó lentamente y la perdí de vista.

El final de la historia es de manual y hasta una humilde araña lasiodora podría narrar sin dificultad:

Aquella Dama tocaría el timbre de la casa de él. Al abrirle la puerta aquel hombre abrumado por la humillación le diría con un tono lastimero: Quieres hacer la despedida más difícil ¿no? Sentados uno frente al otro no cruzarían palabra alguna durante un buen rato. Finalmente él le preguntaría si se quería quedar a dormir. Ella sin saber qué decir asentiría con la cabeza. Luego vendría el ritual de desvestirse de espaldas, hacer litúrgicamente el amor por última vez y con lágrimas en los ojos por la mañana los dos sabrían que no volverían a verse nunca más. En el corazón de él, empequeñecido por aquellas acusaciones ya no habría espacio para aquella que un día fue la Dama de sus Sueños.

                                                                                     Johann R. Bach

Presente: Dentado… con implantes de titanio.


ESTRELLAS DE MARZO

Algo difícil:
Transformar viejos enemigos en leales adversarios.

Sonríe:
Anciana cuando naciste. Joven desconocida cuando te despidas de nosotros, pues eres como el ángel que conoce la sangre e ignora lo celeste.

Presente:
Dentado… con implantes de titanio.

El tiempo:
Ya no está secundado por los relojes; su consecuencia más importante: La adoración de los pastores ha dejado de ser útil para el planeta.

Las libélulas del yunque:
Es una imagen que sugiere un enjambre de chispas diezmado en su relámpago. Si el yunque está frío, el hierro no está al rojo la imaginación devastada.

En el mar:
Cada vez que el marinero levanta los ojos al cielo la náusea le derrumba la mandíbula… Tramontana, tramontana, tramontana.

                                                                            Johann R. Bach

La hierba se extendía como el mar,


QUIERO OLVIDAR EL SOLDADO Y EL VAPOR

Hace mucho que la hierba sabia
miles de cosas que no se contradecían.

Era la providencia
de los rostros bañados en lágrimas. Hechizaba a los animales, daba asilo al error:

¡Qué bonito sueño tuve entonces! –decía mi canción.
Íbamos los dos en un gran barco de vapor
del que yo era capitán y que orgullosa estabas tú…

era comparable al cielo que había vencido el miedo del tiempo y adelgazado el dolor.

Eran tiempos en que la hierba había establecido
que la semilla que se postra ya está a medias dentro del pico del pájaro. Eran tiempos en que tierra y cielo se odiaban pero tierra y cielo vivían.

¡Qué bonito sueño tuve entonces! –decía mi canción.
Iba en formación con la mochila y mosquetón…
Sobre el cielo azul de la mañana estaba el sol como un amigo tras de mí…

Eran tiempos en que la hierba había escrito
que la noche vale menos que su poder, que las fuentes no complican a placer su recorrido y que el hombre es un extraño para la aurora.

No obstante,
hay voluntades que se estremecen, murmullos que van a afrontarse y niños sanos y salvos que descubren.

Quiero olvidar –como en la canción-
el soldado y el vapor…
Pasó el tiempo, mucho tiempo.

                                                              Johann R. Bach

15 mar 2016

colocando en el paisaje nuestra extraña salud


NUESTRA EXTRAÑA SALUD

¿Es la araña narradora
el conservador de los infinitos rostros de lo viviente?

¿Tiene objeto su evaluación
ante la curiosidad helada?

Quizá sea lo importante ahora
describir almendros junto a la carretera,

olivos porfiados y soñadores,
sobre el abanico del crepúsculo

colocando en el paisaje
nuestra extraña salud:

El soldado cambiaría con placer
su fusil por un aromático café.

                                                 Johann R. Bach

Siento algo extraño por ti,


A EMILIA LA ESCRITORA

Sé que soy muy poca cosa
–una diminuta araña lasiodora-, pero te escribo,

empurdanesa de origen,
con la esperanza de retardar un adiós definitivo,

encontrar sentido y vivir feliz
en medio de poemas colgados juntos a mis hamacas de colores.

Pero realmente ¿quién eres tú?
¿una mujer confusa que se mira en el espejo blanco

mientras desfloras pétalos y hojas?
¿Hojas de libros con versos llenos de polvo que nadie abre?

A medianoche te observo
mientras lees tan solitaria como yo en mi telaraña.

Siento algo extraño por ti,
pero cuando veo cómo sonríes la piedad se vuelve admiración.

                                                                                  Johann R. Bach

13 mar 2016

Sólo para no caer te hundes en la mina donde está el carbón más negro del pasado,


HIERVE LA SANGRE

Hierve la sangre
ante los recuerdos un rumor de hojas que te ensombrece el pasado: Te salva un día el odio, y otro día, la voluntad

El mundo real se desmorona
ante un simple sesgo de luz.

Floraciones de líquenes
y mínimas virutas oxidadas de hierro, aluminio y cobre arropan a los glóbulos que dan color a la sangre.

Sólo para no caer
te hundes en la mina donde está el carbón más negro del pasado, tal vez allí donde las grandes presiones impiden el estallido de un diamante aún ficticio, y donde siempre falta el aire.

                                                                                      Johann R. Bach