15 mar 2012

¿DOLOR DE MUELAS?

Capítulo 6 de "Tus Medicinas"

¿DOLOR DE MUELAS?

Capítulo 6.       EL CLAVO DE OLOR

                                  (Syzygium)

Las Plantas

Mi amor suele pedirme regar,

en su ausencia, las plantas.

Las plantas –me dice- son familiares;

sólo humedad me suplica para ellas.

Torpe de mí, me cuesta entender lo obvio:

 

pocos minerales y escasas gotas es suficiente.

 

La alegría florece.

Árnica resiste la adversa climatología

de alta montaña. Viento, frío, nieve,

de la cota alcanzada no desiste.

Su mal aspecto indica sufrimiento genético.

 

 

Caléndula bajo una nube está triste,

 

protege su alma encerrándose bajo sus pétalos;

vuelve a reír en el preciso momento

que el sol aparece triunfante de nuevo;

se desnuda y se tiende para recibir

ultravioletas caricias, quiere cicatrizar

 

heridas producidas por humillaciones recientes.

 

Azucenas y margaritas que alegran los campos

se levantan inmediatamente,

buscando altura después de ser pisoteadas,

reponiéndose pronto de disgustos y afrentas.

Ayudan calladamente a nuestra recuperación.

 

Camomillas, Valerianas, Amapolas y Melisas

calman los nervios de forma suave y precisa

como si conocieran a fondo nuestro sistema vago

y circulando a través de esa autopista

del nervio neumo-gástrico llegan a impedir

 

auténticas úlceras pilóricas y duodenales.

 

Lycopodios y amanitas curan impotencias;

con ellos muchos vecinos, algo ya envejecidos,

superan su falta de confianza

en ellos mismos, alivian los sueños

pesimistas y pesadillas imaginarias.

 

Avena sativa y Alfalfa remineralizan

organismos debilitados y convalecientes

convirtiendo el futuro en algo alegre

y digno de ser esperado.

El Diente de León junto a Gayuba

se entremezcla con las calabazas

 

de forma que su alianza calma el calor

 

genito-urinario permitiendo un sueño

continuo  y reparador.

También el poema nace cuando la lluvia

resbala entre las diminutas ramas

de árboles y arbustos.

 

De cada hoja escurre el agua hasta bañar,

ya venciendo, a troncos y tijas.

Bajo las lágrimas de las nubes las raicillas

del enebro van perdiendo su funda de tierra;

el agua las despoja y se quedan temblando,

 

mas no a merced de la corriente.

 

Junto a Fray Junípero1, al reuma hacen frente.

Pero ¿Qué quieren las plantas de nosotros?

¿Apetecen el roce o la distancia sólo expuestas

a la mirada? Aficionadas a nuestra ignorancia,

hojas y ramas se entredicen, se entremiran.

 

Son las criaturas que susurran continuamente,

 

tan propicias a los murmullos

como las más vivas de las aguas.

Cada hoja diminuta muestra

como paneles solares de silíceo

en sus caras contrapuestas

 

y en sus infalibles aristas

todo lo que la historia continua ignorando.

Cada planta es políglota,

doctorada en señales,

a impulsos sin cesar, variable se balancea

 

según el lenguaje del viento

 

como una anémona Pulsatilla

y experta entendida en vuelos

y en suaves danzas se baña

con la música de la lluvia

y se nombra a sí misma

 

La Flor de los Vientos                                 Elisa R. Bach

 

*1 El nombre latino del enebro es Juniperus comunis.

 

En cierta ocasión un cliente de origen turco se me presentó en la consulta con un fuerte dolor de muelas. Me pidió una pieza de "Nelke". Yo entendía un trozo de clavel (una flor). Busqué en un diccionario especializado y hallé que Nelke también significa clavo (de olor). El cliente me explicó que un clavo de olor calmaba la odontalgia, colocándolo junto a la muela dolorosa.

Yo no tenía clavos de olor en mi consulta. No obstante busque entre los aceites esenciales que guardaba en la nevera y estuvimos de suerte (él y yo). En la nevera había casi medio litro de aceite esencial de Syzygium (nombre botánico del clavo de olor). Prudentemente le introduje una gota de esa esencia sobre la muela dolorosa y no sólo le quitó el dolor sino que le durmió la mitad de la cara.

El cliente se fue contento no sin antes pedirme una pequeña cantidad de esencia de Syzygium para añadir a su botiquín formado por numerosos remedios fitoterápicos.   

Entre las especias que acompañan permanentemente a una cocina se encuentra el clavo de olor. Para su preparación como medicina se tritura en un mortero, un clavo con 6 gramos de azúcar (un sobre de esos preparados para endulzar el café). Con ello obtenemos la trituración T1. A continuación trituramos la décima parte en peso de esa T1 con otro sobrecito de azúcar de forma que obtendremos la T2. Y Así sucesivamente hasta llegar a la trituración T6. Ese polvo podrá ser utilizado diluido en agua para ser ingerido o espolvoreado (en pequeñas cantidades) sobre ensaladas u otros alimentos (mantequilla, sobrasada, miel, infusión, té)

Las aplicaciones más importantes del clavo de olor o Syzygium se hallan en afecciones derivadas de la diabetes:

·        Tomando la trituración T6 en pequeñas dosis disminuye la sed intensa de los diabéticos.

·        Espolvoreando la trituración T6 sobre una herida, ésta cicatriza rápidamente. Ayuda a cicatrizar las heridas de los vegetarianos.

·        Ayuda a la digestión difícil.

·        Dolores dentales.

·        Como anestésico local.

12 mar 2012

Poema 44 "LAS PLANTAS" del MANUAL DE LA SOLEDAD de Leo P. Hermes

44.  LAS PLANTAS

 

Mi amor suele pedirme regar,

en su ausencia, las plantas.

Las plantas –me dice- son familiares;

sólo humedad me suplica para ellas.

Torpe de mí, me cuesta entender lo obvio:

 

con pocos minerales y escasas gotas es suficiente.

                                                          La alegría florece.

 

Árnica resiste la adversa climatología

de alta montaña. Viento, frío, nieve,

de la cota alcanzada no desiste.

Su mal aspecto indica sufrimiento genético.

Caléndula bajo una nube está triste,

 

protege su alma encerrándose  bajo sus pétalos;

 

vuelve a reír en el preciso momento

que el sol aparece triunfante de nuevo;

se desnuda y se tiende para recibir

ultravioletas caricias, quiere cicatrizar

heridas producidas por humillaciones recientes.

 

Azucenas y margaritas que alegran los campos

 

se levantan inmediatamente,

buscando altura, después de ser pisoteadas

reponiéndose pronto de disgustos y afrentas.

Ayudan calladamente a nuestra recuperación.

Camomillas, Valerianas, Amapolas y Melisas

 

calman los nervios de forma suave y precisa

 

como si conocieran a fondo nuestro sistema vago

y circulando a través de esa autopista

del nervio neumo-gástrico llegan a impedir

auténticas úlceras de hiato y pilóricas.

Lycopodios y amanitas curan impotencias;

 

con ellos muchos superamos nuestra falta

                             de confianza en sí mismos,

 

alivian los sueños pesimistas y pesadillas imaginarias.

Avena y Alfalfa remineralizan organismos

debilitados y convalecientes

convirtiendo el futuro en algo alegre

y digno de ser esperado.

 

El Diente de León junto a Gayuba

 

se entremezcla con las calabazas

de forma que su alianza calma el calor

genito-urinario permitiendo un sueño

contínuo  y reparador.

También el poema nace cuando la lluvia

 

resbala entre las diminutas ramas

 

de árboles y arbustos.

De cada hoja escurre el agua hasta bañar,

ya venciendo, a troncos y tijas.

Bajo las lágrimas de las nubes

las raicillas del enebro van perdiendo su funda de tierra;

 

el agua las despoja y se quedan temblando,

 

mas no a merced de la corriente,

junto a Fray Junípero, al reuma hacen frente

Pero ¿Qué esperan las plantas de nosotros?

¿Apetecen el roce o la distancia

sólo expuestas a la mirada?

 

Aficionadas a nuestra ignorancia,

 

hojas y ramas se entredicen, se entremiran.

Son las criaturas que susurran continuamente,

tan propicias a los murmullos

como las más vivas de las aguas.

Cada hoja diminuta muestra

 

como paneles solares de silíceo

 

en sus caras contrapuestas y en sus infalibles aristas

todo lo que la historia continua ignorando:

Cada planta es políglota, licenciada en señales,

a impulsos sin cesar variables se balancean

según el leguaje del viento

 

y expertas entendidas en danzas se bañan con la música de la lluvia.

 

 

                                       Del Manual de la Soledad

                                                  Leo P. Hermes