9 oct 2017

Me agrada más Ulises de vuelta que en alta mar.


EXALTADO MUNDO RURAL

En aquel mundo rural
el cielo estaba tan cerca de los hombres, tan cerca de lo viril, de la superioridad masculina, que cuando los hombres se levantaban para echar a caminar se adentraban en el cielo mismo, en lo celestial, las nubes eran su distrito, y por eso se les podía ver volando sobre las cigüeñas, porque poseían la fortaleza deífica de los Alfiles del Viento, puesto que el cielo era su continente, y alcanzados por los rayos dorados del alba resplandecían como ídolos impresionantes.

Hacerme pasar por retrasada mental, para sobrevivir a los maliciosos y retrasados: esa era la segunda opción en aquel mundo rural.

Se disponía de pocos medios. Todo ocurría en mitad de esa exaltada naturaleza a la que los poetas cantan bucólicamente como fuente de inspiración y de revelaciones. Yo misma he caído muchas veces, traicionada por  recuerdos retorcidos, en esa trampa. Y es que


¡es tan fácil describir una naturaleza
que reparte sus extraordinarios dones entre todos los hijos del Edén!

Confieso, sí, que ni llevábamos corderos blanquísimos en los brazos (eso que se ha puesto de moda en algunos pueblos para atraer turistas) ni adornábamos con flores la cerviz de los terneros, y las únicas coronas que existían se pudrían en los osarios de los cementerios.

En aquel mundo rural se violaba
casi sistemáticamente a cualquier ser que pareciera estar desamparado como si de un jardín de las delicias se tratara donde todos los retrasados o niños indefensos eran buenos, casi como corderos… como adanes inocentes en el paraíso.

En aquel ambiente de desamparo los niños crecíamos entre disminuidos psíquicos, analfabetos y personas maliciosas que sólo pensaban en perjudicarse los unos a los otros; crecíamos entre bocios, enanismo y monstruosidad, con la mierda de los orinales junto a los lechos de paja cuyos excrementos se mezclaban luego con la mierda de las bestias; había hombres que lo mismo metían la polla en el culo de una persona que en el culo de un mulo transmitiendo a partes iguales enfermedades de personas y animales que diezmaban la población infantil; los herpes en carne viva se extendían sin posibilidad de curación.

En aquel mundo rural
sólo podía soñar con ir a una gran ciudad y hablar al amanecer con el Ángel Montserrat. ¿Qué otra alternativa me quedaba si de la tierra sólo brotaban aberraciones? ¿Qué queréis que os diga amigos lectores?

Me agrada más
Ulises de vuelta que en alta mar.

Sí, sí. Ya de  niña me agradaba más
el techo de paja que el de mármol.

                                           Johann R. Bach