28 sept 2013

Esperaré a que saques de dentro de tu alma toda la depravación

 YVETTE CONFIESA SU AMOR

 

Al volver a casa Yvette estaba parlanchina como otras noches, pero con un punto especial de brillo en sus ojos y como si aquella noche quisiera confesar algo empezó a hablar cerca de mi oído con voz grave.

 

Cuando bruscamente quedé huérfana y sin un céntimo –comenzó su relato- con el resto de mi familia en la ruina por allá en los años treinta, fui a suplicar la caridad de la madre superiora del convento en que fui educada, creyendo que, como yo había sido favorita de aquella dama cuando era rica, indudablemente me habría de ayudar cuando me quedé en la miseria. Fui rudamente rechazada y, en el primer momento, no logré entender por qué.

 

"Ay me dije: ¿Por qué mi desdicha ha convertido a la amable madre superiora en un ser tan cruel? ¡Ah, no comprendía que la pobreza es una carga para los ricos, y tampoco sabía en aquel entonces cuán temida era por ellos!... No sabía hasta qué punto los ricos huyen de la pobreza, y que el temor de verse obligados a aliviarla provoca hacia ella una enorme antipatía.

 

La madre superiora era influyente entre muchas personas importantes del París acechado por el ambiente de una posible guerra. Entonces yo tenía una edad –proseguía ya con lágrimas en los ojos- como la tuya ahora y me sentí despreciada, y aunque joven, huérfana y sin un céntimo. Muy bien,   -me dije- "mi único fin será procurar ser a mi vez rica, y entonces seré tan desvergonzada como la madre superiora, disfrutaré de los mismos derechos y de los mismos placeres.

 

Me casé con Albert porque tenía dinero, su porte, su simpatía y su elegancia no es más que un disfraz que usa cruelmente ante personas inferiores. Con él tuve dos hijas para sellar definitivamente mi fortuna y hacer que ésta fuera irreversible. Desde el primer mes de matrimonio él continuó visitando a sus amigas demostrando que no era más que un ególatra del culo y que su cerebro sólo sirve para atarle las orejas.

 

Después de tantos años aguantando sus humillaciones he decidido poner fin a esta situación y por eso estamos ahora en trámite de divorcio. Él no está de acuerdo en cederme todo lo que mi abogado le exige, pero por ley no tiene más remedio que hacerlo.

 

He actuado, con frialdad, y he ido, durante todos estos años, acumulando documentos fotografías y toda clase de pistas en cuentas bancarias, estancias en hoteles simulando que estaba en viajes de negocios y pagando las facturas de sus amigas en peleterías de lujo. Yo me hacía pasar por sus acompañantes y pedía duplicados de las facturas y cada vez que obtenía alguna me corría de placer.

 

Era como una niña que colecciona cromos y obtiene los más difíciles. Cada historia que Albert anotaba en su activo yo la ponía en los asientos de pasivo. Y así mi alma se iba endureciendo y cultivando amistades y aliados en todos los frentes, preparándome para la batalla final.

 

Sólo una cosa inesperada ha variado dentro de mi alma y es tu aparición en escena. Cuando vi tus ojos fue como mirarme en un espejo. Llevabas la huella de la humillación grabada en tus apretados labios y la misma venganza que yo sentí a tu edad, en tus pupilas.

 

Te vi despiadada y calculadora, pero también inteligente, paciente, tenaz y diabólicamente sexual. No me causaste miedo, sino una excitación sin límites y osé llegar hasta ti porque sabía que yo te podía ser útil en tus planes y que tú no despreciarías la oportunidad que se te presentaba.

 

Desde el primer momento he buscado hacerte ver lo depravada que eres. En ti me veo como soy y no sólo no me importa sino que me gusta. Por primera vez en mi vida he encontrado mi media naranja: tan depravada como yo y posiblemente más inteligente, más guapa y mucho más joven que yo.

 

Por eso no me importa ponerme a tus pies, llorar sobre tu hombro y compartir contigo todo, incluso dispuesta a que me robes, me flageles y me humilles porque todo eso no hará sino acrecentar mi placer de estar a tu lado. ¿Qué nombre ponerle a eso que siento contigo?

 

Sabes que comparto contigo vida, amigos y orgías que muestran como somos. Aún tardarás tiempo en llegar a comprender que tu generosidad y tu amabilidad no son más que tácticas para conseguir lo mismo que yo me propuse, pero esperaré pacientemente y te ayudaré como lo he hecho hasta ahora.

 

Esperaré a que saques de dentro de tu alma toda la depravación que ahora ocultas y que por fin seas libre, libre hasta más allá de los límites que nos imponen hombres y leyes.

 

Llegando a este punto calló, yo la abracé aún más fuerte que nunca y nos dormimos con los labios pegados en un beso como una flor de cuatro pétalos y los corazones más unidos que nunca.
 
                                                                              Johann R. Bach

 

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