8 dic 2012

LOS PIES HELADOS DEL SEDENTARIO

 

  • Los pies helados del sedentario

              NUX VOMICA C 15

 

Hoy he ido al mecánico

a cambiar los neumáticos del coche. En invierno es obligatorio poner los de lluvia. Me han hecho esperar casi media hora para atenderme, pero no me ha molestado hacerlo porque me acompañaba Niko. Un solo minuto a su lado puede hacerme feliz.

 

En el taller hacía un frío glacial;

los pies se me estaban helando; la cortina de goma que intentaba impedir que el aire caliente del interior se escapara era casi inútil; la temperatura interior era de 5 bajo cero.

 

Niko ha acercado sus labios a mi oído

y me ha dicho que yo era la mujer de su vida. No por inesperado ha sido menos bello. Casi me olvido de mis pies congelados cuando un pequeño detalle me ha recordado la situación:

 

Sebastián, el mecánico,

se acerca a nosotros con un andar dificultado también por el frío; con las mandíbulas apretadas por un intenso trismus nos ha mascullado entre dientes que fuéramos a tomar un café mientras cambiaba las ruedas.

 

Fuera del taller la nieve crecía

en Forsthausallee y la ventisca golpeaba mis ojos; el frío parecía ir en aumento. El restaurante Kuffer (Cuprum), situado en la esquina, rematando el final de la comercial avenida Sonenallee, estaba cerrado por lo que hemos tenido que refugiarnos en el pequeño rincón de la panadería de Baumschulenstrasse.

 

En ese rincón,

provisto de una pequeña mesa redonda y dos sillas me ha parecido un lugar maravilloso. Sólo el enorme cristal nos protegía de la tormenta blanca. Con la taza de café berlinés entre las manos y la mirada fija de Niko el tiempo se ha detenido como en una foto.

 

Luego, pasada una larga media hora

Niko me ha arrastrado literalmente hasta el taller porque mis pies no habían entrado en calor mientras estábamos tomando el café. Sebastián no lo estaba pasando mejor que yo:

 

me ha dado las llaves del coche

con premura para continuar sentado, con su enorme barriga, frente a una estufa. Al llegar a casa yo también he puesto mis pies desnudos a calentar entre los pies ardientes de mi profesor.

 

                                                                                          Elisa R. Bach
                                                                              www.homeo-psycho.de

 

7 dic 2012

EL IDIOMA DE EMPURIES

                           Empuries. Roses al fondo

 

LAS RUINAS DE EMPURIES

 

Muchos estudiantes llegan

hasta tu lugar de reposo, se confunden con turistas y conviven con ellos en hoteles, campings o se hospedan en casas de taciturnos y escasos periecos.

 

Se levantan temprano para recoger

huesos sin sospechar que eran antes veloces como zorros entre las marismas; y que en otoño, cuando las uvas hacían con su olor que el aire cortante cortara más, un ser tenían, respirando humedad;

 

y aún menos adivinarán

que tus primos con sus huesos dejaban mucho más, dejaban lo que todavía es la apariencia de las cosas -Empuries-, dejaban lo que sentían

ante lo que veían:

 

un mar,

como un lago brillante, a los pies del horizonte.

 

Nubes primaverales volaban

por encima de muros secos de piedra y mansiones provistas de pequeñas ventanas para protegerse de las tormentas de luz, pasando su verja y, el ventoso cielo ampurdanés es un clamor de literaria desesperanza.

 

Hacía tiempo que conocíais la apariencia

de un asentamiento humano y lo que de él decíais llegaba a ser parte de lo que es… Los estudiantes aun tejiendo tratados en ciernes hablarán vuestro idioma y nunca lo sabrán

 

y dirán de Empuries

que parece como que quien vivía allí dejó tras de sí un espíritu atormentando muros desnudos; una casa mugrienta en un mundo asolado, un andrajo de sombras,

 

consumación de blanco

manchado con el oro del opulento sol.

                                                                                           Johann R. Bach

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6 dic 2012

POEMA PARA UN CUMPLEAÑOS

                                    Árbol limonero

 

 

CUMPLEAÑOS

 

Parece increíble,

pero puedes mirar atrás y ver sesenta años. Y allí, al final de la mirada -a cada año un metro de distancia-, un ser humano ya completamente reconocible, las manos apretando los puños al dormir,

 

los ojos clavados en el futuro

 

con la mezcla de terror

y desesperanza de alguien que sabe de su próxima aniquilación.

 

Completamente familiar

aunque todavía, por supuesto, muy joven has vuelto a ir al cine y a oscuras has vivido cómo dos manos se buscan entre sí.

 

Mirando ciegamente hacia adelante,

con la expresión de alguien que clava los ojos en la más completa oscuridad recuerdas con cariño a aquella niña que no acababa de encajar:

 

la imperfecta

para quien el recreo era un suplicio.

 

En tu opinión, no cumples con la definición

de niña, una persona que puede esperarlo todo del futuro y, sin embargo, los otros te van mirando sorprendidos, constantemente amistosos, con la cámara, mientras dices "Lluiiiiiiis";

 

muchos de ellos sonríen

realmente con verdadera convicción, y acuden a tu memoria todos esos años

plagados de inseguridades, de sueños bonitos, de disgusto por ti misma, y, también inundada

 

de desprecio hacia lo común y corriente;

 

eternamente relegada a la soledad,

dominada por lo trágico, donde la inmensa voluntad de vivir sólo era algo a rechazar te ha sorprendido aprender a los 60

 

con qué se llena una vida vacía

                                                                                  Johann R. Bach
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ORACIÓN SÉPTIMA

ORACIÓN SÉPTIMA

 

¡Oh noche!

 

Sé que no tengo excusa.

Sé que además de ciega he sido más sorda que inteligente, pero esta noche oigo tu voz nítida. Sí, sí, te oigo.

 

Tu mensaje de ir erguida

entre los que están de rodillas, entre los que vuelven la espalda y los derribados en el polvo, me llega al alma con toda claridad.

 

¡Oh noche!

 

Me salvé para no vivir;

he de dar testimonio y no tengo mucho tiempo. El cómputo final es lo único que cuenta, por ello atravesé las puertas de mi propio monasterio y heme aquí escuchando tus apremiantes llamadas.

 

Mi Ira ruge impotente

en mi pecho -y necesita ser como el mar- cada vez que escucho la voz de los humillados y golpeados.

 

¡Oh noche!

 

Me sorprende tu deseo

de que no me abandone mi hermano el Desprecio para los delatores verdugos cobardes que sólo esperan ir al entierro de miles de personas honestas y con alivio arrojar terrones de azúcar al objeto de que sólo la carcoma escriba su biografía retocada

 

y me exhortes a no perdonar

cuando en verdad no está en mi poder perdonar en nombre de los traicionados.

 

¡Oh noche!

 

Fui reclutada en mi infancia

por las Carmelitas cuando mi orgullo era innecesario ¿acaso no había mejores?, pero ahora, siguiendo tu consejo me guardo muy bien de aquellos que no precisan de tu cálido aliento surgido de los astros y de los que no puedo esperar ningún consuelo.

 

Hoy, cuando te retires

y en las cumbres de las montañas los rayos rosados del amanecer den la señal para que la sangre le diga a la estrella de mi pecho que repita los viejos conjuros de la humanidad, sus cuentos y leyendas, repetiré las grandes palabras con terquedad

 

como los que marcharon

por el desierto y murieron en la arena aunque no espero premio alguno y, sin embargo me alcance una zurra de risas completada con un homicidio en el basurero.

 

¡Oh noche!

 

Oigo tu voz. Sí, sí, nítidamente.

Oigo tus consejos y me da sosiego cuando me dice: Sé fiel. Ve.

 

                                                                                         Johann R. Bach
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5 dic 2012

RHODODENDRON: Medicina para las personas que tienen dolores que pronostican el tiempo


RHODODENDRON LA MUJER DEL TIEMPO



Contra el mal pronóstico

de Rhododendron –la mujer del tiempo- un amplio frente de sucesivas oleadas de aire polar incrustado hasta lo hondo en negras nubes se acerca con lentitud hacia las cumbres.



Contra el instinto de conservación

de la especie y la sagrada estrategia de reproducción el membrillo y el granado se preparan para hacer frente en los campos a la tormenta; árnica, sin pensárselo dos veces reúne fuerzas para tomar el cielo por asalto



y se atrinchera luego en las cumbres

donde el frio y el viento harán mella en su cabellera, haciéndole perder su buen aspecto.



Esta vez parece

que Próspero no se andará con bromas, pero antes de que levante su mano el endrino da comienzo a su concierto solista en una sala vacía aprovechando sus cualidades de arbusto caducifolio,



muy enmarañado y espinoso

intentará alcanzar una altura suficiente –cerca de los 4 metros- para proveer con sus drupas a los aficionados al pacharán.



Este arbusto de arcenes

junto al granado quebranta la confabulación de los cautos pues para ellos se trata sólo de un par de compases y después unas simples notas desgreñadas sea todo lo no esperado.



Entretanto Ambrosio Cifuentes…

Sí, sí, alias el "Pies Cortos", el vendedor de plantas medicinales prepara bolsitas de hojas secas de caqui que servirán para aliviar las depresiones del invierno; y,



refunfuña contra Linneo

por haber ocultado esa propiedad euforizante en su descripción. Alguien le contó a Ambrosio que el alto contenido en calcio de las hojas de caqui era el responsable de su acción.



La respiración de Rhododendron,

es, normalmente, como la de Ambrosio: moralmente neutra como los lados de un triángulo, las espirales de Arquímides o la anatomía de la abeja,



pero presiente,

con dos o tres días de antelación, la llegada del mal tiempo: se encoge para soportar mejor el dolor de huesos como si quisiera renunciar a las tres dimensiones,



coquetea con lo infinito,

coloca en la sima del viento imperceptibles ornamentos como usando un código de colores a modo de banderas de señales marítimas.



Sus primas las Compositae

–azucenas, árnicas, caléndulas, bellis, ranúnculos, girasoles- agradecen la información, se pertrechan y exhiben públicamente su música oculta, aquella que causaba desasosiego entre los filósofos.



Ya Platón –la vaca sagrada de Grecia-

lo advertía: los cambios de estilo musical puede provocar revueltas sociales y abolición de leyes;



el bueno de Leibniz nos consolaba

afirmando que con todo, Rhododendron y su música trae el orden y constituye un secreto ejercicio aritmético del alma.



Pero qué es,

qué es en verdad la exaltación del aire, una medicina celestial o el silbato de vapor de las emociones. Y, sin embargo, esas cosas son como el amor. Existen.

                                                                    Johann R. Bach
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4 dic 2012

EL PALIMPSESTO DE SOLLER

EL PALIMPSESTO DE SÓLLER

 

¿Alguien puede imaginar a Marta G.

calificando de raro a aquel poeta o lo que fuera, que coincidió con ella en Sóller el mes pasado?

 

Al primer golpe de vista

aquel hombre de gruesas cejas, pelo abundante y extrañamente negro para su edad, de fuerte osamenta aunque algo delgado y sin arrugas en la frente comparó a Marta Guillamón con un palimpsesto libidinoso.

 

Marta Guillamón,

sin saber qué cosa era eso de palimpsesto se desternillaba de risa. Lo de libidinosa no era una novedad ni algo peyorativo, pero lo otro sólo podía hacerle estornudar carcajadas.

 

Cuando llegó a casa miró el diccionario.

Se trata de un manuscrito antiguo en el que se ha raspado o borrado el texto para escribir de nuevo sobre él. Estuvo totalmente de acuerdo con aquel poeta:

 

Estaba dispuesta

a seguir siendo un manuscrito donde otros dedos escribieran sobre él. Aquel poeta podría definirse como un snob introvertido, porque al día siguiente, "por si las moscas"  la rehuía.

 

En Sóller –según Margarida-

se le conocía a aquel individuo como una persona divertida a veces, pero normalmente no se bañaba aunque cuando lo hacía iba directamente al spa y no a la playa pública.

 

Marta Guillamón le dijo a Margarida

en multitud de ocasiones que la lunas de Cadaqués y Sóller eran su misma luna. Pero a la Costa Brava no llegaban turistas como aquel.

 

¿Acaso el cielo no es el mismo?

-le preguntaba Margarida- "La luna si es la misma, el cielo no" –contestaba Marta.

 

No es el cielo enfurecido

–puntualizaba Marta G.- durante varios días, con la sequedad de la tramontana penetrando en las gargantas por las rendijas de los dientes

 

en Sóller parece

que las blancas nubes, horizontales, casi detenidas, como naves helénicas con las velas desmanteladas, avanzan a golpe de remo bajo un sol ardiente.

 

¿No es el mismo sol

el de Cadaqués que el de Sóller? No. ¿Acaso no iluminan igual? En Sóller lo hace con dos horas de retraso cuando en la playa aún no hay nadie.

 

Color de otro cielo,

lluvia ajena al viento en Sóller, luz que Marta Guillamón no conoció en su infancia.

 

¡Ah esta vista que pregunta y pregunta!

Dime Margarida: ¿Has notado como la piel del mar aquí, como a veces en un espejo, nos amarillea el rostro?

 

¿O cómo este sol poniente de Sóller,

es como un ladrón que nos roba el maquillaje cada mañana? Mientras que por la tarde es tibio, en Cadaqués hace ya dos horas que se ha ocultado tras las montañas.

 

Dime Margarida, dime

si sientes que este mar y sus rincones no es nuestro. Aunque le llamemos Mare Nostrum no es nuestro, es de Homero…

 

¡Ay Marta!

Es lo mejor que he oído sobre este sitio.

                                                                                       Sylvia M. Folch
                                                                              www.homeo-psycho.de       

3 dic 2012

ALGO DE UNA POLIÉDRICA VIDA

ALGO DE UNA POLIÉDRICA VIDA

 

Tú eras lo que entonces,

padres y profesores deseaban: una muchacha callada algo dormilona, delicada de salud y –cosa extraña- a diferencia de tus compañeras nunca te quedabas demasiado tiempo mirando por la ventana.

 

De la escuela –más trabajadora que lista-,

obediente y con pocos problemas, sólo recuerdas algunos pocos castigos que siempre consideraste injustos. La falta de confianza en ti misma la suplías con una cierta constancia y tozudez.

 

Leías todo lo que caía en tus manos

y algunas de aquellas lecturas te proporcionaron informaciones misteriosas: con sólo ocho años de edad supiste que el día de Mercurio era aproximadamente igual a su año.

 

Eso te inclinó a observar

a menudo los cielos nocturnos y durante el día quedarte embelesada con las blancas nubes alargadas como naves extraterrestres detenidas a las puertas de un Purgatorio, indecisas.  

 

Entretanto te ibas formando

en ideas y convicciones éticas indoblegables como botones de gabardina y te dedicaste durante un corto periodo de tiempo a

 

llevar una vida viajera

imaginando que los autobuses o trenes te transportaban de un lugar a otro como alfombras voladoras: somnolienta, fascinada, torturada por la belleza del mundo.

 

Después intentaste llevar, como todas,

una vida corriente con algún grado ganado en unas oposiciones completamente limpias.

 

Madrugones, metro,

café antes de comenzar la jornada, trabajo de oficina –contratación de energía eléctrica-, otra vez metro de vuelta a casa, sueño saciado con una corta siesta, eran cosas cotidianas.

 

Tuviste suerte: los profesores

de la facultad eran en general buenos en sus materias y liberales en los social:

 

te consideraron

uno de los suyos debido a algunas de tus convicciones democráticas y espirituales.

 

Tardaste años en aprender a leer

esos otros lenguajes que te ayudan a comprender la radiografía de tu propio esqueleto, la música de las glándulas endocrinas,

 

la fotografía de unas gruesas cejas,

los carcomidos pabellones auditivos, los hoyuelos en mejillas y barbilla; la escrófula en los labios.

 

Esos lenguajes, en general,

no interesaban a nadie, pero gracias a ellos comprendiste muchas cosas, latentes o movidas, en tu interior y te ayudaron a ver en los ojos de los demás intenciones inconfesables.

 

Pocas veces viajaste al extranjero,

pero aún lleguaste a conocer la Rusia de la Era Brezhnev, las playas y acantilados de Normandía, los robles de la Berliner Eichentor y los lagos de la pacífica Suiza.

 

Coleccionaste en lugar de recetas de cocina,

multitud de fichas de plantas medicinales descritas por Linneo y destacaste algo en el ajedrez, pero abandonaste esa afición por ser poco femenina-  En cierto modo, mientras aprendías idiomas, eras feliz.

 

Leíste algunos libros -entre cientos de ellos-

que te ayudaron a fijar en tu ADN algunos conceptos modernos que momentáneamente te fueron útiles para sobrevivir en los momentos difíciles,

 

pero tus lecturas preferidos eran

las que te permitían mirar en tu interior y ahondar en el conocimiento de las antiguas brasas del universo; estudiar el vuelo de las abejas o la increíble adaptación de los caracoles al entorno.

 

Excepto el placer de las matemáticas,

no sacaste ningún provecho del resto de libros "científicos". La literatura te alegró –tanto la poesía como la prosa- muchísimas tortuosas noches.

 

Algunos profesores te recomendaron

los clásicos griegos como textos que podrían cambiar tu vida. Los leíste –nada te cambió- lo reconoces, pero te permitieron una mirada distinta sobre la vida.

 

Tal vez no vivías –sólo subsistías-

o tal vez aquellos tiempos no eran otra cosa que una fase necesaria –psicológicamente- antes de pasar a otra; y,

 

en espera de tiempos mejores,

arrojada contra tu voluntad hacía algo, como una sombra en la pared, trabajaste en hospitales y editoriales, para ganar algo de dinero fácil para pan y papel.

 

Cómo explicar a tus hijos

que dedicabas grandes esfuerzos a no sucumbir a insinuaciones malignas, a no cometer estupideces y a no confraternizar con el más fuerte.

 

Cómo podías explicarles

que al despertarte empapada en sudor y ver el silencioso techo amenazando con derrumbarse encima tuyo debías escribir con tu mano fatigada hasta los tuétanos un conjuro contra los espíritus y una oración para una noche más plácida para ellos.

 

Una noche sin ofertorio,

sin consagración ni comunión. Ingenuamente sin sacrificios, exenta de espanto.

 

                                                                                        Sylvia M. Folch
                                                                            www.homeo-psycho.de

2 dic 2012

CRÓNICA DESDE EMPURIES


           La playa de Empuries vista desde el mar



CRÓNICA DESDE EMPURIES



Yo, Johann R. Bach,

un modesto alférez médico que nunca entró en combate, aunque curé a miles de soldados salvando a muchos de ellos de la ruina física y moral vacunándolos contra el odio y el resentimiento con gotas de su propia orina;



calificado estudioso

y observante de los cielos, de reputación pensante, apasionado seguidor de la medicina y la astronomía de Asclepio;



demasiado viejo para luchar

como los otros –en partidos, sindicatos, Juntas de vecinos, asociaciones contra los desahucios o contra la corrupción de funcionarios,



fui designado como un favor

para el papel menor de cronista de los acontecimientos del asedio a esta antigua ciudad de Empuries.



Fui exhortado a ser preciso,

objetivo como mi antecesor Plinio el Viejo, mas nadie entre los alcaldes, presidentes de cofradías de pescadores o historiadores, parece ponerse de acuerdo en fijar la fecha en la que empezaron las invasiones –germánicas, por el norte, ibéricas, por el sur y el oeste.



Por suerte el Frente del Este

hace cientos de años que está estabilizado: el mar se ha encargado desde siempre -con sus olas, con la humedad de sus brisas-, de la limpieza de las costas y ruinas del país.



Así que cuando llegué a Empuries

observé que todos padecían de la pérdida de la noción del tiempo y en consecuencia la mayoría de los pobladores de la zona eran desmemoriados que



asombrados ante la avalancha de turistas

se preguntaban como ellos el origen de las pocas piedras que aún quedan en pie.



No sé cómo describir

el apego que los ciudadanos de este país tienen por sus rocas, playas, montañas y ríos.



No me explico

cómo entre las ruinas griegas, cartaginesas o romanas florecen tantas y tantas personas que ven en las estrellas un regalo de los cielos; en las olas del mar, una caricia al país que atempera el clima; y, en la nieve y lluvia, una bendición de los dioses para los bosques.



Estoy realmente asombrado

al ver que no se rinden ante los almacenes vacíos de comprensión y sólo la ambición es ahora la moneda corriente; cómo resisten el cerco de millones de hijos de vengativos guerreros;



cómo aman y conservan

a su virgen negra, cómo, a pesar de los incendios y bombardeos del enemigo, conserva el mayor patrimonio del arte románico de Europa; cómo sobrevive su lengua al genocidio practicado por las hordas carpeto-betónicas.



Sé que todo esto que escribo

es monótono y que a nadie puede conmover y es por ello que trato de evitar –sin conseguirlo- los comentarios y procuro mantener a raya las emociones;



por ello cada mañana,

antes de comenzar a escribir hechos que aparentemente sólo ellos son valorados por los turistas, me prometo a mí mismo informar objetivamente, pero



con cierto orgullo lanzo mis mensajes

al mundo reconociendo que, gracias a la tenacidad, aquí se cría una nueva variedad de niños a los que no les gusta la guerra y que despiertos o dormidos sueñan con sopas de letras contaminadas con números y trozos de pan embebidos de vino;



sueñan con parecerse a sus padres

recogiendo el testigo de su cultura y de sus diversas lenguas aprendidas en la Universidad Gratuita de la Miseria, de la miseria de haber tenido que emigrar o lanzarse a la mar buscando el alimento que sus vecinos les deniegan.



He podido averiguar,

consultando varias fuentes, que finalizada la Segunda Guerra Púnica e incorporada la península Ibérica a las nuevas provincias romanas de la Citerior i Ulterior, se produjo en el año 197 a.C. una importante revuelta de los periecos de Empuries contra la política fiscal de Roma.



En el año 195 a.C.,

un ejército romano, bajo el mando de Marco Porcio Caton, vuelve a desembarcar en el puerto de Emporion para reprimir la rebelión. Eliminaron la moneda propia –la primera de la península ibérica- que



acuñada en plata pura

–no he podido averiguar de dónde obtenían la plata- demuestra que ya a finales del siglo VI a.C. Empuries era una potencia comercial y cultural.



No es cierto

que la cultura griega no haya dejado pistas materiales, como el teatro, la música, la poesía, la filosofía o la danza. Yo las reconozco impregnadas en el ADN de su carácter y en el culto de la zona a los membrillos y granados propios del mundo púnico ebusitano.



Al atardecer me gusta deambular

por la playa y mirar el horizonte como confín de nuestra libertad incierta; miro desde lo alto el hormigueo de los turistas y en verdad que es inconcebible que el país todavía se defienda.



El asedio se prolonga

con diferentes enemigos a los que nada les une excepto el anhelo de apropiarse de las vistas y de las piedras: el oro moderno.



En las colinas de los alrededores

huele a romero y plata líquida y así al atardecer liberado de los hechos puedo pensar en los lugares de dónde se podrían extraer los minerales preciosos;



en asuntos antiguos lejanos

en los que se combinaban el crecimiento de los cementerios con la disminución de los defensores; en cómo es posible que la resistencia perdure hasta el final.



Estoy convencido –al acabar esta crónica-

de que si el país al final cae y uno sólo de sus defensores sobrevive, él portará consigo la cultura y el carácter de Empuries por los caminos del exilio. Él será la ciudad.  



En ese caso se habrá demostrado

una vez más que cada hombre, cada civilización tiene su propia forma de traicionar y que sólo nuestros sueños nunca fueron humillados.



                                                                                Johann R. Bach
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