16 oct 2014

Escribir sobre esas cosas horribles...

¡ESCAPAR!

¡APROVECHANDO LA MENOR OCASIÓN!

 

Mientras nos conducen

esos seres extraños –al parecer enemigos de poetas- a través de un paisaje de árboles de colores vivos como si fueran de plástico

 

tengo la sensación de estar soñando

y, sin embargo, no puedo despertarme. Me detengo al entrar en una carretera aún más estrecha;

 

cuatro harapientos soldados

armados con palos se abalanzan sobre mí y a gritos me obligan a vaciar lo que llevo en mi mochila;

 

lanzan a la cuneta mis pertenencias:

dos cuadernos rojos, tres bolígrafos, un peine de espaciadas púas un poemario de Edgar Allan Poe, dos pañuelos de tela a cuadros, dos pares de calcetines altos y una cabeza de ajos.

 

No venimos aquí a escribir –me dicen-,

venimos, cuando lo hacemos, a completar la obra anterior. No venimos a escribir aquí.

 

Aquí no se escribe,

las puertas del paisaje están cerradas; y ya lo dijimos: el espacio es demasiado sutil, no discreto, irremediablemente curvo y contínuo.

 

Tragedias tales

como haber escrito sobre el vuelo de las abejas o el corretear de las lagartijas ha conducido a la humanidad al desastre de ser diferentes unos de otros.

 

Escribir sobre esas cosas horribles

es lo que saca punta al aire y conduce irremediablemente al Limbo de lo Introvertido.

 

Ante esa condena

no puedo hacer otra cosa que pensar en escapar.

 

                                                             Johann R. Bach

No empecemos Marta: por lo que más quieras y por favor.

URSTÖRUNG
EL ORIGEN DEL TRANSTORNO

La enfermedad enloquece
las predisposiciones a enfermar –repiten constantemente los medios de comunicación-, pero

son las predisposiciones a enloquecer
las que afloran cuando se nos niega un derecho que consideramos justo.

No empecemos Marta:
por lo que más quieras y por favor.

La noche es azul
y siempre más fría que el día, ¿hay peor causa para las enfermedades mentales?

Tal vez sí y tal vez no,
pero en Berlín no podíamos seguir. Así que fue obligado que recogiéramos nuestros pasos.

No pudimos soportar
los crepúsculos sin luna y sin sombras blancas. Allí los han sustituido definitivamente por

la noche perpetua
de los televisores encendidos.

                                                              Johann R. Bach

15 oct 2014

bajo un techo demasiado bajo para su estatura

DESLUMBRADA

 

Tendida cara al cielo,

en lo alto de la doble litera de madera, demasiado cerca del techo, despierta una mujer entre sueños.

 

Esa mujer,

por solitaria doblemente entristecida siente un gran cansancio, un horrible dolor de cabeza y un sudor frío invadiéndole la frente y la espalda.

 

Quisiera abrir la ventana que,

a pesar de dar al patio interior de la manzana, le permitiera un poco de aire fresco

 

para calmar,

toda implorante, su desolación.

 

Sorprendida percibe

cómo el pequeño espejo, situado sobre un lote de libros aún por leer, duplica su sufrimiento;

 

en él observa la sombra de sus ojos

agrietada por una lágrima nocturna (tal vez involuntaria), el rojo de los labios tiñéndole las mejillas;

 

se siente ridícula

con su retrato garabateado entre las manos, pidiendo eternidad frente a su enfermedad terminal, y

 

comprende que ha sido inútil

todo su inocente entusiasmo en aprender a tocar el piano y varios idiomas, leer cantidades ingentes de literatura acríticamente,

 

en vagabundear por Europa

desde Nevers a Berlín pasando por Barcelona, Santiago de Compostela y París

 

esperando ¡Oh cielos!

que algún semidiós se atreviera a acariciar sus bellas manos y a besarla en las largas noches de invierno.

 

Esa mujer que jamás poseyó otro delirio,

demasiado tiempo ha quedado sentada bebiendo sobre su cama, mirando alelada cómo

 

unas polillas giran furiosas

alrededor de su lámpara de verde opalina hasta quemar sus alas y caer muertas sobre los viejos libros y flores marchitas.

 

Esa mujer se imagina volando

hacia ese centro luminoso del Ápex con el rostro de su amante confundido con las sombras blancas de la luna,

 

pero sospecha

que aquella luz no le pertenece; una luz terrible que calma su sed en el manantial de los ojos que observan su espalda desnuda,

 

una luz de amarillo-cadmio

que la deslumbra, le hace perder altura, eternidad y, sin embargo, quiere remontar el vuelo, pero como quien mide su desesperación

 

sólo atina a levantar los abrazos,

mover sus manos en círculo cuando toda ella, aún plena de luz, estalla como una carcajada en la oscuridad

 

bajo un techo

demasiado bajo para su estatura en la buhardilla de madera más oscura de Berlín, deslumbrada por su propia luz.

 

                                                                Johann R. Bach

14 oct 2014

Yo diría que la poesía es siempre un homenaje

EL MONÓLOGO DE PALMIRA

 

 

Bajo una dulce música de jazz,

estábamos todas estiradas en el suelo hablando unas con otras. Eran tan sólo las tres de la mañana y nadie hacía el mínimo gesto para marcharse a casa.

 

Estábamos tan bien

que queríamos detener el tiempo, evitar un final. Fui al lavabo y me arreglé un poco y al volver las encontré a todas haciendo un corro sentadas y escuchando lo que decía Palmira.

 

Ignoraba de qué iba el asunto,

pero ni loca iba a perderme aquello. Me senté tras la espalda de Anaïs y me dispuse a escuchar como las demás. Hablaban de poesía…

 

                             EL MONÓLOGO DE PALMIRA

 

"…Aunque desde el bachillerato

yo había leído la poesía con la certeza de que era una manera de escribir distinta a todas y que no podía usarse como la prosa de las novelas o la de los libros de estudio (aunque tenía una imprecisa afinidad con los rezos religiosos),

 

creo que mi primera noción

concreta de la poesía en tanto que actividad soberana y sin relación con la experiencia inmediata se produjo cuando tropecé con Rilke.

 

Los poemas de Rilke me impresionaron,

pero más aún la convicción inmediata de que aquellos versos, aun siendo su origen a veces a partir de una traducción de los clásicos griegos, tenían una fuerza superior a cualquier poeta vivo de los que yo leía entonces.

 

Me preguntaba entonces

¿Cómo podía alguien emocionarse, o cavilar sobre nuestro destino, a partir de las palabras que hace milenios concibió el extraño habitante de un lugar remoto

 

poblado por gente

que se alimentaba de queso de cabra, aceitunas negras e higos y cuya economía, por así llamarla, se sostenía con las incursiones pirata que emprendían durante el verano por el Egeo? ¿Cómo podía seguir siendo actual Sófocles?

 

En realidad la pregunta

estaba mal planteada. No era actual Sófocles sino atemporal, o mejor aún, ahistórico. La poesía es aquello que se escapa de la historia. Más allá de lo inmediato está lo profundo del poema, lo poético, es decir, la materia prima de la poesía, aquello de lo que trata.

 

Llegado a este punto me podríais preguntar entonces ¿de qué tratan los poemas?

 

Yo diría que la poesía

es siempre un homenaje y que si el poema no es un canto, entonces no es un poema. Todas sabéis lo que se siente cuando nuestras voces se elevan hacia el cielo como el vuelo de los pájaros. Pues al leer un poema se ha de sentir ese mismo canto.

 

Recuerdo que las monjas

de mi juventud me paseaban por las clases de las niñas mayores para exhibirme como una exótica futura poetisa cuando en realidad yo lo único que hacía era leer versos en voz alta, pero aquello me permitía pasear la mirada por entre aquellas aburridas colegialas.

 

Y de vez en cuando descubría

entre ellas unos ojos vivos que se clavaban en los míos produciéndome una extraña y agradable sensación en el vientre.

 

Emocionada, desviaba mi mirada

de la suya para evitar los ojos de una niña y alternando la vista entre los versos y la ventana veía un enorme castaño en flor.

 

Yo hubiera jurado

que esa imagen la vi realmente al mirar por la ventana, pero con el tiempo y a medida que iba leyendo poesía me surgió en un momento dado la idea de que aquello fue una imagen virtual de un significado evidente:  el castaño era el símbolo fálico (el sexo masculino deseado por mí en aquellos momentos con fuerza).

 

El árbol crece

y se lanza hacia el cielo impulsado por una potencia inextinguible, explota en el florecer y en el fructificar, danza a la luz del sol como un bailarín colosal.

 

Es como un verso final

que completa el canto: la música que baila el árbol es la potencia del "bios", la música de la vida terrestre. El castaño es la danza de la vida; nosotras somos música viviente.

 

                                                                         Johann R. Bach

 

Tragando saliva y tristeza

 ÚLTIMA CENA JUNTOS

Anochece en el mantel,
el aceite de la ensalada de tomate y cebolla se cubre de luz; afuera la marea ya ha subido la barcaza al nivel de la pasarela;

el moderno quinqué de leds
busca como nosotros perfumes y juegos de platos que contienen la carne de las hamburguesas;

de la pequeña radio verde
surge una suave música de jazz que se pega a la madera y a nuestros oídos casi imperceptiblemente.

Sus ojos me miran
como suplicando para que diga algo

Tragando saliva y tristeza
comienzo a hablar con voz grave: Anoche soñé contigo, con paso ligero traías la luna mojada,

colgabas tu impermeable
junto a la escotilla de popa. ¡Qué cosa! Toda la noche tuve sed, la garganta pedía como después de beber cerveza negra.

Sus ojos se vuelven hacia el chico
que entiende, pero calla; en silencio comienza a comer, su hijo y yo le imitamos,

resbala el agua helada en los vasos
en los que desde hace una semana se han quedado huérfanos de vino. Nos secamos la boca con las viejas servilletas a cuadros azules de vichy.

Sube el calor por las venas.
Afuera no hay ni rastro de la luna del sueño, del cielo no cae más que agua. Es la tormenta de un viernes cualquiera.

Sé que por la mañana
te irás para no volver. El chico me ha contado que alguien te ha hecho una oferta mejor que mi triste paga de los servicios sociales.

No te lo reprocho…
Me había acostumbrado a ir cada día a la puerta de la escuela a recoger a tu hijo que desde que llegasteis aquí me ha llamado abuelo,

y a ti que te adormeces en la litera
del camarote de proa mientras yo le susurro cuentos al chico. Seguramente iréis a un lugar donde no hay humedad…

Pero eso será mañana,
hoy es viernes, un viernes humano que come con nosotros untando un poco de pan en el salado aceite resto de la ensalada y

que bebe la última agua del día.

                                                              Johann R. Bach

Si ya no te queda nada y el mundo te parece que no es más que una mirada y un tiempo vivido de alegría,

AMOR SIN MEDIDA

 

Tu amor sin medida no morirá.

 

Si ya no te queda nada

y el mundo te parece  que no es más que una mirada y un tiempo vivido de alegría,

 

una tristeza que avanza

y un dolor que no se confiesa, entonces piensa en mí y en el amor que te tenía, en cómo me abracé a tu sombra.

 

Si ya no te queda nada

y el largo invierno impone una caída muy lenta de nieve sobre los tejados y árboles,

 

cuando el cólquico aún florece,

pero los rosales no gozan, entonces piensa en mí y en el amor que me dabas, en cómo el grito era tu regalo.

 

Si ya no te queda nada,

ni el mar ni las estrellas que en una noche de San Juan indicaron la ruta a los marineros,

 

quizás aún te queden tus ojos

tan llenos de maravillas que no necesitarás los sueños para revivir otra vez lo gozado de

 

un amor sin medida que no morirá.            

 

                                                                  Johann R. Bach

12 oct 2014

Fíjate –te digo- nada más poseo excepto este mail que sigue manchado de finos berilos de granada.

PAISAJE DE OTOÑO

 

Bolígrafo en mano

te explico lo que siento, y, con tal pasión que en un par de minutos de lucidez podría ser

 

casi un bucólico paisaje

en el que las cabras esconden el tintineo de los cascabeles en las sales de plata de una fotografía antigua;

 

podría elevarme

como el castaño de los cuentos susurrados junto al fuego a los niños gallegos y

 

deambular tembloroso

solamente acompañado por mi sombra blanca lunar y por los astros que tiritan mientras crece el azul en el cielo

 

o acompañar a la sulfúrica mariposa

revelada en la saliva de los labios.

 

También podría imitar

a aquel soldado que perdió un brazo en la batalla de Lepanto, pero con el otro escribió por ejemplo el denso personaje de El Quijote

 

o pensar que habito tal vez

en este país bañado por un mar hogar de los dioses por error.

 

Me miro en el espejo

-con toda la mente despierta-, imagino que tú estás detrás de él y veo cómo tus ojos se asombran al ver los míos y mi imagen radiografía de huesos ya cristalizados.

 

Fíjate –te digo-

nada más poseo excepto este mail que sigue manchado de finos berilos de granada.

 

¿qué hora será más allá

de esta fotografía hecha en mi mar?

 

Con un antiguo gran angular

o con mi moderno teléfono móvil podría abarcar, al morir el día, aquel Monasterio que durante tanto tiempo me tuvo prisionero.

 

Y, sin embargo,

cerca de aquellos jardines huele a naranjas rociadas en tu respiración y hacen que me sienta como

 

un fauno que viene a beber

la nocturna desnudez de las uvas y por la mañana piensa escribirte algunas palabras más.

 

                                                           Johann R. Bach

Siento que me parezco a la palabra desfallecimiento

LO QUE VIVO CONTIGO

Rasgo, con sumo cuidado,
el melancólico fuego interior de millones de hormigas rojas aunque una sola me basta para curar la artritis de mi rodilla derecha (2)…

Cruzo la sabiduría
de los bosques sagrados del sueño y miles de playas que, a pesar de todo, siguen resistiendo las embestidas del oleaje…

Tengo la sensación
de que soy el último habitante de la parte mitológica de las ciudades helénicas…

Siento que me parezco
a la palabra desfallecimiento

enemiga natural
del medio millón de caballos que habitan este planeta…

A veces consigo despertarme
a la misma hora que ellos (a las 2.00 h.) y sacio la sed con tu sombra para que nada me persiga…

Tejo el capullo del eleuterococo 4 DH1,
me oculto en la miel de la lengua, recuerdo que somos amigos, que

nos amamos como dos lagartos sin nombre
recorriendo la noche constelada de otros cuerpos y aunque me duelen las venas cuando te llamo, el corazón oxidado enjaula la voluntad de amarte.

Sí sí; así de loco estoy por ti.

Los dedos dejan profundas ausencias
sobre mis sienes de platino y los días son pequeñas manchas de color sin nadie…

no soy, es cierto,
más que un cuerpo sin tiempo fotografiado con un teléfono móvil frente a los espejos de las habitaciones que me acogen y

donde la memoria se rompe
con los objetos y se encalla ante los nombres propios… y finalmente amarillea en el papel.

Poco o casi nada recuerdo de mí,
de todo aquello que escribí en mis cuadernos perdidos en las múltiples mudanzas.

Sigo mi monólogo
con el natural miedo la visión breve de estos huesos suspendidos en el corazón de la noche por un hilo de sal;

comenzar de nuevo,
partir de cero, sería olvidarlo todo…

El día que olvide lo que vivo contigo,
ha de ser porque haya dejado de respirar
en un lamentable descuido.

                                                           Johann R. Bach 

NOTA 1. Eleuterococcus 4 DH: Medicina elaborada por mí para combatir el desfallecimiento.

NOTA 2. FORMICA RUFA (hormiga roja) cepa de la medicina homeopática para tratar la artritis de la rodilla derecha