29 mar 2013

RODEADA DE NIETOS

Johann R. Bach

RODEADA DE NIETOS

                RODEADA DE NIETOS

Estas desnuda y te miras en el espejo

mientras esperas que del grifo del lavabo surja el agua caliente, miras tu cuerpo, y observas como pierdes redondez,

 

cómo te sobresalen las crestas ilíacas,

cómo se te enrojece la piel de los tobillos y como los juanetes se inflaman.

 

Notas como las articulaciones adquieren

la rigidez del sílex y como los pezones, retraídos, parecen embudos; los músculos de tus brazos se aferran al hueso como cuerdas secas.

 

En tu rostro destacan las oquedades

de unas sienes grises y también bajo los pómulos: la erosión resulta visible aunque las verrugas, por alguna razón desconocida como alma, se ocultan bajo el cabello.

 

No percibes zonas muertas,

pero las resinas se han vuelto amarillas, los esmaltes tristes y las callosidades prosperan bajo tus delicados pies.

 

Tu cuerpo se ha llenado de arrugas

y todos esos signos no son más que la radiografía superficial de tu espíritu; y, sin embargo, tus palabras siguen  creando  un lenguaje fluido y entusiasmo.

 

El agua caliente corre ya

llenando la bañera esperando la fragilidad de tu cuerpo, intuyes la necesidad de una dieta mínima y que la sangre circula por venas y arterias como un consuelo.

 

Después del baño

te vestirás para asistir, con la mejor de tus sonrisas a la cena de tu cumpleaños como si el tiempo se hubiera detenido cuando cumpliste los veinte.                                          

                                                                                    Johann R. Bach
                                                          Web: www.homeo-psycho.es

28 mar 2013

NADIE LE QUERÍA

               Nadie le quería.   

                        Cuadro de Sorolla: La Venus del Parque

 

Nadie le quería.

Le abrasaba la cabeza la mentira y la lascivia en el corto espacio crepuscular de un junio lluvioso e ignoraba el alma gemela de su prima.

 

En una de aquellas noches

en que su destino iba a dar un vuelco irreversible, el azulado rumor de una ropa de mujer le inmovilizó como una estatua: en la puerta de su habitación se alzaba la figura nocturna de la madre.

 

En su cabezal se erguía la sombra del mal:

un camisón de noche de la máxima autoridad femenina de la familia dejaba ir su aroma.

 

¡Oh noches sin estrellas!

 

Al día siguiente por la tarde,

antes de que la lluvia llenara el camino de barro, había subido, con mucho esfuerzo, a la cima de la montaña acompañado de su mutilada prima.

 

A pesar de haber llegado ya

a su tercer múltiplo de siete1 –Agnés ya había alcanzado el quinto2- sus estrechos pulmones tenían protestaban a cada recodo del camino.

 

En la gélida cima

surgían los rosados resplandores de la puesta de un sol que se asomaba por debajo de los amenazantes nubarrones y su corazón ya se estaba rindiendo al son de Kronos.

 

De repente el cielo se oscureció,

el viento se agitó como arremolinándose sobre ellos y del tenebroso cielo comenzó a caer el granizo como enormes esferas de hielo del tamaño de un huevo de paloma.

 

Como cantos rodados caídos con fuerza

aquellas bolas heladas lastimaban las maltrechas manos con las que se cubrían las cabezas. A pesar de la fatiga llegaron a la carrera hasta la cabaña-refugio de los cuidadores de caballos de la zona.

 

En aquel pequeño hueco unos troncos cubiertos de paja y dispuestos como un lecho donde descansar se tumbaron jadeantes, con las ropas empapadas, Casimiro y su prima.

 

Agnés no hablaba desde hacía siete años

a causa del accidente en el que un tractor le segó un brazo y le rompió las piernas en tres secciones. Se recuperó de las fracturas óseas, pero al parecer sus heridas psíquicas no quisieron cicatrizar.

 

Casimiro no pudo contenerse,

el olor del sudor de Agnés le excitaba hasta el límite de cogerle por el pelo –creyendo que iba a oponer resistencia- y le besó con verdadera pasión los labios.

 

De sus entrañas salía el semen a borbotones.

Sorprendentemente para él, Agnés aflojó sus músculos faciales como queriendo recibir más apretujones de la boca de su primo y con su único brazo sujetó suavemente la nuca de aquel busto de mal aspecto.

 

Ël se echó hacia atrás;

palpando por debajo de la falda un espeso vello pubial que llegaba hasta el ombligo. En el preciso momento en que le iba a morder la barriga una palabra nítida le heló el sudor de golpe: ¡Amor!

 

Se separó de ella

como si hubiera visto al mismísimo Lucifer; sus ojos se agrandaron hasta lo indecible, un escalofrío recorría su piel de gallina. Afuera el campo se había llenado de hielo seco y brillaba como si un millón de luciérnagas hubieran acudido al acontecimiento.

 

Con el arrepentimiento reflejado en su cara,

se arrodilló ante su prima y con lágrimas en los ojos le pidió perdón para sus pecados. Había visto en ella la lastimera figura de un ángel que se engrandecía dentro de la oscuridad de un alma mutilada -no sólo físicamente-, como la de la deidad caída.

 

Notó cómo aquella única mano

apretaba su busto contra su vientre mientras de su boca salía el milagro de la palabra: ¡amor! ¡amor mío! Te esperaba… Te esperaba.

 

Poco después cogió una piedra

y la lanzó con fuerza al aire con grandes aullidos y entre suspiros como si quisiera ahuyentar a todos los demonios; como si quisiera que se desvanecieran detrás de las sombras de los árboles.

 

Volvió a entrar en el refugio.

En la cara de Agnés brillaba la dulzura y de sus labios volvió a salir la palabra mágica: ¡amor! ¡Ven amor!

                                                                                            Johann R. Bach
                                                                               Web: www.homeo-psycho.es

27 mar 2013

TUS MEDICINAS

Johann R. Bach

LA SAL del libro "TUS MEDICINAS"

         SAL COMUN O SAL MARINA:

                            (Natrium muriaticum)

 

Solitaria y muda la playa,

ceñidas de espuma sus sienes juega con el agua viendo como resbala sobre la arena, fragmento de rocas otoñales.

 

En la boca reseca, el gusto

de la sal de todos los mares ahoga el gemido vespertino y aflora la afonía con el paseo.

 

La sal que dejaron las mareas

de los días al derrumbarse dosifica el amor y la vida.                          

                                                                                                           Elisa R. Bach

 

En cierta ocasión Fermín me llamó desde Shangai preguntándome cómo podía librarse de una diarrea persistente que lo tenía postrado en el hotel. Le dije que me describiera todo aquello que tenía en la nevera. El zumo de naranja se hallaba entre las cosas que había en aquella nevera, (como en casi todas las neveras de un hotel). Le dije que mezclara en ese zumo una cucharada de sal y que se lo tomara. La diarrea cedió.

 

Se podía haber usado también una bebida de cola que, en pequeñas dosis, también hubiera ido bien aunque más lentamente.

 

Con la sal podemos fabricar muchos medicamentos basados en su propiedad de absorber agua. Una aplicación importante y muy útil es la preparación de medicamentos contra la deshidratación. Esto merece una pequeña explicación.

 

Hace millones de años –probablemente- la especie de la cual hemos surgido vivía sin ningún problema como "pez en el agua". El mar primigenio tenía una salinidad menor a la actual (unos 100 millones de veces menos). Los ríos y los torrentes fueron depositando, por arrastre, sales minerales al igual que lo hacen ahora hasta aumentar la salinidad de las aguas marinas a un nivel que imposibilitaba la vida de muchas especies.

 

La existencia de mares tan salados que hacen imposible la vida como el Mar Muerto corrobora esa tendencia por parte de muchas especies a abandonar el medio salino en busca de agua dulce, es decir, menos salada.

 

Multitud de investigaciones y la práctica clínica han mostrado que el equilibrio de los líquidos en el interior de los organismos vivos depende de la sal. Pero si hay exceso de sal malo y si hay déficit, peor. Un desequilibrio en la cantidad y en la distribución de la sal produce múltiples síntomas, enfermedades o síndromes alterando la salud.

 

Muchos signos señalan la alteración del metabolismo de la sal en el organismo y que un experto clínico los descubre sin dificultad, pero mucho antes de que la salud se altere se puede observar una fisura mediana en el labio inferior. Ese signo ya demuestra que empieza a haber sequedad (deshidratación) en las mucosas y en la piel. En ese caso podemos ya proceder a administrar una medicina preparada por nosotros mismos a falta de otros auxilios sanitarios.

 

La medicina más importante de la vida

 

Se toman 50 granitos de sal común (mejor si es sal marina por su composición iodada) y se introducen en un litro de agua. Se agita bien la botella o envase contenedor del agua y ya está a punto para ser bebida a lo largo del día. Al día siguiente se preparará otro litro de agua y así en días sucesivos. No se debe guardar el agua así preparada más de tres días y siempre en la nevera.

 

El agua de lluvia destilada no es potable si no la sometemos a un tratamiento con sal en la forma indicada (en este caso se ha de diluir una cantidad algo mayor: unos 100 granitos de sal por litro de agua). En Berlín se suele beber el agua del grifo y en consecuencia hay mucha deshidratación entre la población. En Berlín no hay montañas de las que pueda descender el agua mezclada con sales minerales. En Barcelona ocurre lo contrario: el agua que baja desde Los Pirineos ha arrastrado (y diluido en ella) gran cantidad de sales minerales antes de llegar al mar.

 

¿Qué podemos curar con la sal preparada de esa manera?

 

·         Problemas de desnutrición y adelgazamiento (de la parte alta del cuerpo) a pesar de un apetito voraz.

·         Deshidratación a pesar de una intensa sed y deseo de sal.

·         Psiquismo hiperemotivo: depresión agravada por el consuelo. Rehuye los contactos humanos (se acepta bien un animal de compañía).

·         Edemas localizados y limitados: párpados, dedos, maléolos.

·         Frilosidad, sobre todo de las extremidades con aversión al calor.

·         Enfermedades que sobrevienen a la orilla del mar y sobre todo al retorno de un día de playa.

·         Anemia, después de pérdida hídrica en sujetos pálidos y delgados (hematíes dendríticos –ramificados-)

·         Leucopenia medicamentosa: Quimioterapia.

·         Diabetes insípida: polidipsia, poliúrica, adelgazamiento.

·         Enfermedades del bazo, de órganos hematopoyéticos.

·         Sintomatología después de absorción masiva de quinina; secuelas del paludismo.

·         Cefalea pulsante; como un clavo; con lagrimeo; por exceso de calor.

·         Cefalea y migraña de los estudiantes.

·         Visión de destellos, rayos.

·         Neuralgias faciales; del trigémino o d'Arnold.

                SAL DE GLAUBER

(Sulfato sódico o Natrium sulfuricum)

 

Me lavé los dientes 

con sal de Glauber y después de blanquearlos bajé a la playa. No tenía ganas de volver al Hospital.

 

Sin saber a dónde iba

me senté en la arena, mi mirada se fijó en el horizonte; las luces rojas del cielo se encendieron; incorporada lentamente y con los pies rozando el agua cálida de julio de aquel verano cobalto, anduve durante algunos minutos.

 

Vestida con una falda azul,

una blusa blanca y vambas rojas me introduje en el mar como una Alfonsina Storni o una mítica Virginia Woolf a pesar de que era ya muy tarde.

 

Las luces de los pescadores ya flotaban

en el concurrido mar y en el agua se quemaban las preguntas y sus silencios extraños.

 

Nadando alcancé la boya roja, 

la que se esconde como el sol, pensativa, al otro lado de las barcas. Cerca ya de la línea del horizonte, solitaria y perdida en el crepúsculo,

 

adentrada ya en un pleno mar de destinos,

sintiendo la inquietud que conmueve como adentrarse en un poema o en una larga noche de amor desconocido.

 

Con la angustia de saber

que allí el mar era profundo como ojos negros, me estremecí al verla de pronto sobre las aguas.

 

Una mujer mayor,

de cansada belleza y el pelo blanco recogido, se me acercaba nadando con brazadas serenas. Su rostro reflejaba familiaridad; parecía venir de algún yate cercano.

 

Cruzándose conmigo

se detuvo un momento mirándome a los ojos: No he venido a buscarte -dijo- sólo voy de paso hacia aguas más frías.

 

Me despertó el calor,

un rumor de voces y el ruido de una moto que cruzaba la calle con precaución para no atropellar a nadie.

 

Era ya media mañana,

el cielo estaba limpio, sin nubes, con el aire en calma, el sol estaba ya muy alto y el calor resbalaba sobre la piel como sobre un mástil en agosto.

 

Bajé a desayunar

a la terraza de un bar contemplando aún aturdida la bulliciosa gente del paseo marítimo.

 

El mar parecía una balsa,

estaba infestado de bañistas y en la ardiente arena cientos de cuerpos desnudos yacían tostándose bajo el sol.

 

En la portada

del periódico local el nombre de la ahogada no era el mío.                                

                                                                                                         Elisa R. Bach

 

Historias divertidas y chistes se regalaban todas las noches junto a las playas de la Costa Brava, como en otras épocas, en la década de los 70. Era una época optimista en la que los campistas se desvivían por llevar el buen humor a todos. Acogedoramente también se trataba a los turistas extranjeros. La gente estaba ávida de conocer y compartir la vida de todos.

 

En una de esas noches del verano del 76, cuando el frescor de la noche empezaba a acariciar las ardientes pieles tostadas, los campistas se iban acercando al pequeño núcleo que se distinguía por las risas que contagiaban la atmósfera de aquel rincón del camping. Antes de comenzar la Tertulia del Buen Humor alguien preguntó a una doctora qué podía hacer para curar su maltrecha dentadura. La respuesta fue sencilla y tajante: el mejor dentífrico es el agua de mar (agua con sal). A partir de aquella noche todos los campistas se lavaban los dientes en el mar. 

 

La doctora amplió la información a todos aquellos que con curiosidad preguntaban si eran buenas otras sales. Realmente allí se desaconsejó con vehemencia el uso del bicarbonato sódico pues amarilleaba los dientes y también la sal de Glauber (sulfato sódico) para blanquearlos debido a sus efectos tóxicos (diarreas, etc.).
 
                                                         Johann R. Bach
                                               Mail: johannboss@mail.com
                                               Web: www.homeo-psycho.es

26 mar 2013

CUARTA ORACIÓN (del Cuarto Poemario)

               CUARTA ORACIÓN

                                    En busca de una noche mejor
 

CUARTA ORACIÓN

 

¡Oh noche!

 

Te agradezco que me des

generosamente cada día unas horas de reposo para pensar sobre este mundo tan hermoso y lleno de color

 

y también porque

en tu inagotable comprensión me dejas un rincón distinto de los de mi tormento cotidiano.

 

¡Oh noche!

 

Te agradezco esta brisa

que se lleva la acumulada melancolía del paisaje de los inconcebibles fuelles de mis pulmones

 

y por haber descubierto

gentes buenas y juiciosas que respiran igual que yo en todas las ciudades y pueblos sin excepción.

 

¡Oh noche!

 

Gracias, gracias, gracias

por permitirme reflexionar bajo esa sábana bordada de estrellas y ver en ella el reflejo de bosques, mares, rocas,…

 

y perdóname

por haber pensado sólo en mí mismo cuando irreversiblemente la vida de otros en torno a mí daba vueltas como un reloj de arena y su sombra.

 

¡Oh noche!

 

Perdóname

que durante tanto tiempo no haya pensado más que en dedicarme a contemplar salidas de lunas, ocasos y museos

 

y te doy las gracias

por la insistencia en mostrarme las estrellas como señal inequívoca de las brasas del fuego sagrado y sus secretos.

 

¡Oh noche!

 

Te doy las gracias

por permitirme estos minutos de sosegado pensamiento y poder ver cómo se mueve este mundo tan hermoso y variado y cómo poco a poco nos seduces a todos con tus astros y tus mareas.

                                                                                            Johann R. Bach
                                                                                Web: www.homeo-psycho.es
                                                                                Mail: johannboss@mail.com
 

LA SOLEDAD DEL CREATIVO

       LA SOLEDAD DEL CREATIVO

 

                                                        Prominente arruga vertical en la frente

 

LA SOLEDAD DEL CREATIVO

 

Joven desprovisto de territorios

de un mundo errático, imprevisible, sujeta con su mano hasta sangrar las riendas del mulo y trabaja sobre lo primigenio.

 

Con un pie peregrino pisoteó

una tierra incierta como anémona Pulsatilla; con un doble y rápido parpadeo cosió el cielo al horizonte y con alocada fantasía inventó el color celeste.

 

 

Ahogó su grito

mezclándolo con el suspiro más auténtico en aquel instante cuando se desgarró la piel de los codos en una zarzamora al tiempo que su dedo excavaba en la grieta.

 

Después tumbado en la hierba

admiró la forma del helecho y la cola del pavo real. Soñó muchas veces con aquel instante en que su cabeza se volvió una estrella fija.

 

Sin embargo, nunca se hizo ilusiones:

nadie heredaría su sabiduría. Suyo el tacto, solamente el oído suyo podían recrear de nuevo aquel principio de infinitud,

 

lo más arduo para cruzar las distancias

que se abren más allá de la uña y experimentar con la mano más audaz los ojos, orejas y labios de un mundo ajeno.

 

                                                                                   Johann R. Bach
                                                                       Web: www.homeo-psycho.es
                                                                       Mail: johannboss@gmail.com

25 mar 2013

SÍNDROME DEL TUNEL CARPIANO

  Capítulo 59 de "La Chica de Kiefholzstrasse"

 

  • Síndrome del túnel carpiano

              ACTEA RACEMOSA C15 - CAULOPHYLLUM C200

  • Muñeca abierta

NATRIUM CARBONICUM C200 – RUTA GRAVEOLENS C5

Hoy, a pesar del calor,

he salido a pasear y como soy de ésas que gustan de aprovechar el tiempo, he pasado por el Rathaus de Friedenau para hacer una pequeña gestión.

 

Luego me he acercado

a lo que hasta ahora era el Plus para comprar pan; estaba cerrado por reformas hasta el día trece (ahora se llamará Netto). He atravesado la Rheinstrasse con la sensación de agobio propia de un día caluroso: el sudor empezaba a invadirme todo el cuerpo y los tobillos empezaban a enviar señales de edema y debilidad al caminar.

 

 De pronto he visto un banco,

situado bajo un frondoso castaño. Me he sentado en él cobijándome bajo su sombra y al sentir la suave brisa que bajaba por la Dickhardtstrasse he sentido alivio sobre mi piel y también en mis pies. He permanecido pensativa durante un largo rato. No tenía prisa.

 

 Además de estar bajo una sombra paradisíaca,

el mencionado banco está situado en un punto privilegiado, pues desde él se pueden observar las seis esquinas que acompañan al Mercado de los sábados. Desde esa posición el solitario banco parece querer sobrevivir a la proliferación de terrazas dispuestas a hacer pagar cara la afición a la cerveza de los vecinos de Friedenau.

 

He continuado mi paseo

por la Dickhardtstrasse arriba, deteniéndome sólo ante la tienda de artículos suecos; luego me he encontrado con mi ángel protector y hemos tomado mi Wrangler, dirigiéndonos al Rathaus de Schöneberg para hacerme con una viñeta de aparcamiento en la zona 28 válida para cuatro semanas.

 

 Hemos aparcado el Jeep

frente a los coloreados jardines donde sus bancos acogen a multitud de andarines con mochila que buscan un poco de reposo, al igual que yo, bajo la sombra, antes de continuar su camino. ¡Todos ellos se sienten tan molestos bajo el sol!

 

Allí, ya en la primera planta,

la funcionaria que nos ha atendido lo ha hecho diligentemente. De su atuendo destacaba  una muñequera asegurándole la movilidad sin dolor de la mano derecha.

 

Mientras hablaba iba moviendo la cabeza

con suavidad de un lado a otro con que se evidenciaba un dolor de cervicales persistente. Sus ojos daban la impresión de un alma torturada por el dolor. Mi curiosidad me ha hecho fijarme un poco más a fondo en ella.

 

La funcionaria era esbelta,

joven y empática; muy empática y parlanchina. Al ver la muñequera no he podido evitar pensar que su laxitud articular era una debilidad parecida a la de mis tobillos.

 

Al despedirnos nos ha deseado,

con una ligera sonrisa, una buena estancia en Friedenau… Nos ha estudiado con rapidez demostrando con ello su empatía… Siempre es agradable encontrarse con alguien que se nos parece tanto…

 

                                                                                                              Elisa
                                                                                         Mail: johannboss@gmail.com
                                                                                         Web: www.homeo-psycho.es

EL DESCUBRIMIENTO DE DESCARTES

  EL DESCUBRIMIENTO DE DESCARTES

Aquella tarde, ¿recuerdas?

quise hacerte olvidar aquello que te hace sufrir. Olvida todo lo que no ha de pasar, saboreemos sólo los astros luminosos que atraviesan la pura claridad del cielo de una noche sin nubes; cómo la luna sube sobre el mar.

 

Sabemos muy bien:

que en la noche todo resplandece, que un destello se alza como una sombra blanca en el brillo mayor de la negrura. Aquella tarde quise que tomáramos sin reservas el camino de un mundo que en todo se asemeja a la luna.

 

Como el viento que sopla su secreto

volvería a enseñarte lo que es un paraíso, la calma en una habitación con un piano de testigo, el rumor de las hojas de los libros callados y hacerte conocer lo suave de tu aliento.

 

Enseñarte una cereza roja,

aquella misma, tan lejos de nosotros y a la vez tan bella, y recoger una violeta, aún joven, ya perdida que aprendes a encontrar en tu regazo.

 

Mira, mira la calle,

sus árboles y sus gatos, la espalda tierna del despreocupado aprendiz. ¿Son realidades o sólo dulces sueños?

 

Todo discurre,

amistoso y lento, en la lejanía. Y este llano corredor del Mediterráneo, tan suave que nos lleva: descansemos, soñemos que actuamos, consintamos que el alma, feliz nos sobrepasa, cansada de correr como en la infancia.

 

Parece que siempre debe ser así.

Cuando un lugar se aleja de nosotros, mira: todo espera, la clara oscuridad y la luz más honda se reparten sin distinción posible una cereza roja.

 

Una calma extendida

por un tiempo incontable ondea en el viento, tus ojos se llenan de perlas, y tus cabellos puros se mezclan con el mundo y todo es bueno: los soldados que van a la guerra, el azufre y humo de pólvora de dragones de cartón y hasta los poemas de un pobre escritor.

                                                                                              Elisa R. Bach

 

Si se piensa a fondo

y se capta el sentido de este poema se verá que es uno de los más sabios consejos de Descartes que entre otras cosas, al final de su vida dijo una cosa muy original:

 

"Toda mi vida

ha estado plagada de desgracias, la mayoría de las cuales no sucedieron nunca".

 

Con este pensamiento

que hice mío desde muy joven, con apenas veinticuatro años, he conseguido el primer premio en tres ferias de productos chacineros;

 

desde entonces la receto

en todas mis prescripciones junto a la advertencia de lo nocivo que es para la salud tomar lácteos, pescado y fruta, o ser vegetariano.

 

En Rusia al igual que en China y Canadá

tomaron buena nota de mi psicología nacida de mi amistad con Descartes y desde que descubrieron los maravillosos efectos de esa misteriosa frase la cosecha de trigo se ha multiplicado por diez y su precio por cinco.

 

Es una arma letal para los gusanos

-de dos o cien pies-. Sí, sí, no abráis tanto la boca porque de boca cerrada no salen moscas.

 

No fue Descartes

quien descubrió las fuentes del Nilo, pero fue el primero que dijo que quizá Cleopatra no fuera tan bella y sí más estúpida de lo que nos han contado:

 

"Yo dudo de mi inteligencia,

de que estoy vivo y puedo amar. Puedo dudar de todo, pero de lo que no puedo dudar es de que estoy dudando". (Descartes)

 

"El que pueda amar, que lo haga

sin entretenerse ante la duda, que rompa el nudo gordiano que atenaza la garganta frente a la abundante saliva que se abre paso junto a la lengua". (Johann R. Bach)

 

                                                                            Leo P. Hermes

                                                                 Web: www.homeo-psycho.es

                                                           Mail: johannboss@gmail.com

LO MADURO ES MÁS DULCE

ES MÁS FÁCIL AMAR

AQUELLO QUE MADURA…

ES MÁS DULCE

 

A todas nos duele envejecer.

 

Antes de llegar a eso

muchas mujeres deberían brindar con copas llenas de licor de manzana, exhibir con orgullo su originalidad, reconocer su falsa independencia, entregar su libre corazón homologado y

 

olvidarse del trato vulgar al que fueron sometidas.

                                                                                                       Elisa R. Bach
                                                                                          Web: homeo-psycho.es