13 dic 2017

Sólo me pesa no poder odiarles sin sentirme culpable... sin vomitar

¿EXISTE EL ERROR?



En el mundo rural de mi infancia
se luchaba por ir a las ciudades supuestamente todas en flor: se suponía que la tristeza empotrada en aquellos desertores del arado desaparecería como por encantamiento y que la piorrea remitiría tomando café todas las mañanas.

Los sabios urbanitas
decían que el error se halla oculto; que se producirá pero no se sabe cuándo. El Ángel Montserrat, por suerte, niega la existencia del error pues toda acción del hombre es libre: mi rostro desaliñado mostrado cruelmente en el espejo no podía ser un error.

Sin duda para mi Ángel Carmín
existe la mordaza y existe también en la infancia un tiempo de silencio en el que la luz temprana fija en la memoria las imágenes captadas por la retina, unas imágenes que han de marcar los límites. Por supuesto hay momentos -que pueden durar años- en los que a la mujer no le queda más remedio que hablar consigo misma como si lo hiciera con un ángel.

El símbolo favorito de las industrias farmacéuticas
es la serpiente y junto a ella la mujer, su mejor clienta, siempre lasciva y huidiza como la sepia tras su tinta. En cuanto a la belleza prometida por sus cremas hidratantes y "antiaging oil free", yo sé lo que es sentirla inalcanzable… aunque… ya no busque a los responsables de haber de haber arrojado su suerte y mi amor a la basura…

y es justo que los ignore.

Sólo me pesa no poder odiarles
sin sentirme culpable… sin vomitar.

El Ángel Montserrat me consuela al decirme
serás una diosa cuando sueñes.

Sí. Cuando sueñes
que los astrónomos han descubierto
un sistema planetario con dos cuerpos.

Todo conduce a un hecho inaudito:
"El fantasma se ha convertido en esperanza"… Por ello es mejor confiar en el amanecer desprendiéndose de las sombras y del mundo invisible que nos rodea ya que incluso, parafraseando a Kant, lo que está en nosotros nos escapa.

COROLARIO

Así pues, para mí, "el estar aquí es todo" es una frase que va cobrando más y más sentido: expresa una realidad global y fragmentaria a un tiempo, siempre sacudida por lo inesperado, el exabrupto o el milagro, el contraste de lo trascendente y lo cotidiano, y que, de no ser por el Ángel Montserrat me vería abocada a admitir que

éste es mi tiempo,
un vivir en que lo cotidiano
se oculta de tal modo
que de él no queda nada.

Mi tristeza -ahora lo sé-
no es un coágulo blindado contra la alegría… y ya sabéis también vosotras lo que eso significa.

                                                                                                                                 Ermessenda