28 may 2015

La intoxicación por tabaco es similar a la que produce el nitrato de plata:


MÁS SOBRE MIS DEMONIOS

Sí sí, queridos lectores
ya sabéis que la mía es una prosa de espinas: a veces tiene buen color y se muestra atractiva aunque también puede pinchar las partes blandas del cuerpo.

Conozco el mundo de la miseria y sus universidades.
Dediqué tiempo y esfuerzos a comprenderlo. Jamás, "a contrario senso", sus habitantes podrán intuir el cosmos de la Península del Cap de Creus.

Quisiera, humildemente,
pedir perdón a los grandes poetas por aquellos poemas que he escrito y que no han funcionado con la fría precisión de un mecanismo de relojería.

La intoxicación por tabaco
es similar a la que produce el nitrato de plata: El/la enfermo/a está tan ocupado con su agenda de las cosas que ha de hacer que tiene miedo de abandonar este mundo dejándose la colada por hacer. 

Se le atribuye a Einstein la frase
"la imaginación es más importante que el conocimiento". Yo lo diría –si alguien me lo preguntara- de otra manera: El conocimiento llena los depósitos hasta intoxicar con el exceso de información; la sabiduría vacía de conceptos inútiles nuestro cerebro.

                                                               Johann R. Bach

toda otra sequedad se ve reconfortada con tan sólo una breve mirada tuya


LAGUNA DEL AMOR

Ni los juncos de la fresca laguna
donde las libélulas tienen su secreto imperio y se ocultan de los pájaros tras la corteza del algarrobo,

siempre vibrantes,
ni esta arena cansada de resecos arroyos donde el arbusto y la belladona abrazan a la pesada higuera y

el etéreo almendro pone su ácido cianhídrico
sobre el más inmutable, tranquilo, del olivo,

sino este alma umbría
esta fértil entraña que conserva los llantos del invierno que ha esperado tu llegada para hacer de ellos vida latente.

Por ella el angustiado junio
de jóvenes cigarras que ve arder su piel mientras mira impasible, cómo envejece el árbol, como se secan ramas y helechos añorantes de lluvia, se hace tierno.

Y por ella, también,
toda otra sequedad se ve reconfortada con tan sólo una breve mirada tuya y de repente todas las diminutas gotitas de erótico vapor afloran en los aún abiertos poros.

A sol batiente,
en una noche oscura, tesoro de cristales fresquísimos, reserva de los mejores vinos, germina el deseo como los champiñones en la cueva de amor,

laguna donde has de bañarte
aún durante muchos estíos.

                                                                  Johann R. Bach

26 may 2015

La edad no apaga mis pasiones,


ALGUNOS DE MIS DEMONIOS

La edad no apaga mis pasiones,
sólo me crea más y más obstáculos.

Quisiera hacer –y lo busco desesperadamente-
un poema en el que ninguno de sus versos fuera una cicatriz.

Yo no tengo un yo esquizofrénico, escindido,
sólo soy una dilución de todos los yos literarios que he leído y cuyo solvente se compone de agua, vino, aceite de oliva, almendras dulces y café.

Hay islas muy bonitas –me dicen- en el Pacífico,
pero Las Balears las veo a simple vista cuando el día está despejado y me enternece saber que hablan mi lengua.

Cuando escribo siento la emoción
de trazar un camino de palabras que me ayuda a salir de un laberinto para entrar en otro más perfumado.

En mi testamento –ológrafo-
he expresado mi deseo de que mis poemas encuentren una mujer que se enamore de ellos y estudie mi obra como un noviazgo.

Con los años me he vuelto ambicioso:
pretendo hacer ver con mis argumentos que estamos hechos de un barro, impuro, abarrotado de minerales, que la tierra de donde los obtenemos es sagrada y que, de momento no disponemos de otra.

Hay quien ve en mis escritos prepotencia
cuando en realidad sólo soy un grito escrito. ¿Alguna pregunta más querida Monserrat?

Mañana quizá más.

                                                               Johann R. Bach

¡Ay amor! ¿Cómo diste conmigo antes de que se me entristeciera y resecase la piel?


EL MONÓLOGO DE TÍA CINTA

¡Ay amor!
¿Qué milagro fraguas en tu crecer, pasión de la savia, estallido fugaz, proyecto, cristal viviente, imagen del presente y del futuro, diamante de la flor, misterio de la rosa?

¡Ay amor!
Por ti se ven pagadas las hiedras más oscuras, la hierba y la viña virgen arañando el muro de ladrillo, la azul genciana, el expectorante saúco, el rojo geranio,

la estática palmera,
el olivo viejo, el laurel, toda la flora de altura acostumbrada a las nieves, al viento helado que exhorta a aceptar el más humilde destino de oscuro rizoma, esperando primaveras siempre demasiado fugaces.

¡Ay amor!
¿Cómo diste conmigo antes de que se me entristeciera y resecase la piel? Pues al lamer mis lágrimas hiciste que me sintiera como la grácil lagartija reina de las grietas artificio de aluminio verde.

¡Ay amor!
Bendito el fuego de ardiente deseo que te calentó la sangre y qué hilos desconocidos te tensaron las alas y te levantaste potente tan distinto de ese pobre ser postrado en una silla de ruedas irremisiblemente.

¡Ay amor!
Reemprende tus estudios, vuelve a tu número puro aspira a una vida alta: ciclo de otro ciclo: materia, espíritu, voluntad y deseo, mineral y vapor:

Lléname de vida y hechos
tantas veces como precises de forma que cuando vuelvas junto a mí me hagas crecer aún otro palmo.

¡Ay amor!
Haz de mí el polvo mineral que se tritura en el mortero, crece con el azúcar como excipiente y

se mezcla con el metal decidido
–cobre, plata, oro- puro en cuerpos perfectos, en maclas de piritas, o suspendido en arcillas, en la carnal ortosa.

¡Ay amor!
Tú eres para mí el cristal absoluto, chispa de olivino, el magma resecado de la piedra volcánica. Te deslizas sobre mí como el cuarzo frente al mar y ante mis ojos eres como la luz en la luz del número

Absorto en tus límites eternos,
pero con semilla de un destino mucho más alto que pasa por la dura carencia de la forma,

tómame ¡ay amor!
con tu ternura de imperceptible tacto del código más ligero y desazón eterna para retornar al cristal mental del pensamiento.

¡Ay amor!
Acércate a mí esta noche como la desazón terca del liquen, como la desazón carnosa del hongo, como el chorro fresco del helecho música de la espora.

                                                               Johann R. Bach

25 may 2015

surgen las palabras árbol, raíz y tronco


LAS DUDAS DE TÍA CINTA

Dudas. Soy un mar de dudas.

Y, sin embargo, estás, tú estás ahí,
remoto entre las voces de los vecinos, insomne entre los números –tus diecisiete y mis cincuenta y siete-,

como la sombra de la tarde
entre la lluvia,

como el placer
que amanece de nuestros cuerpos.

No entiendo
y acaso es esta duda el amor que me traspasa, que me alza hasta el cielo de tus ojos, hasta la noria de tus labios,

a tu saliva profunda
que germina en mis entrañas, que madura en mi geografía, que se arracima en el aire junto a mi oído.

No quiero llamarte con falsas palabras
ni rodearte de engañosas esperanzas, soy lo que soy, mientras de mis labios

surgen las palabras árbol, raíz y tronco
por ver si te desnudo aunque tú cruzas por los nombres como un delgado viento que

deja atrás casa, estancia familiar,
la luz de los pasillos del instituto.

Y, sin embargo, estás, tú ahí,
cada noche aquí en esta terraza que no es para ti lo que es para mí: el último rincón del mundo.

Si pudiera atraerte
a esta madurez que comienza, si pudiera atraer definitivamente tus labios a la trampa oscura de mi voz,

tomar tu cintura de barro
en mis manos y silenciosamente amarla, amarte como puedo ahora poseer la noche toda

–paradójicamente cuando estoy prisionera
de la crueldad del destino-

yaciendo libremente sobre esta terraza
cubierta sólo por el manto constelado.

                                                                 Johann R. Bach

24 may 2015

Muchos son los frutos que han logrado la plenitud madura de su forma y color


MAR REVUELTO

Vuelve el viento de tramontana a Cadaqués.
Las dilatadas olas se encrespan y aprietan sus tocados blancos de salada espuma.

Ya la primavera madura,
y, no lejos del mar, no son raros los árboles cargados de cerezas. El batir de las olas contra las rocas y el colorido de los olivos conmueven como siempre.

Muchos son los frutos
que han logrado la plenitud madura de su forma y color. Imposible cansarse de alabar sus bellezas siempre nuevas.

La escarcha
en los recodos de la vieja carretera ha refrescado las blancas floraciones de sencillas y diminutas margaritas y las verdes hierbas de los márgenes.

Abajo, junto al puerto,
adormecidas en la arena, las garzas y las gaviotas no se dignan siquiera volver la cabeza, y

parecen reprochar a los hombres
que madruguen y hagan tanto ruido.

                                                              Johann R. Bach

Lascivia en el amanecer


CLAVELINA

En el recinto angosto
donde se abre amplia su ventana reina poderosa una primaveral lascivia.

A través de las dobles cortinas
aún no levantadas, aparecen confusas las sombras; mientras ella guarecida en el estudio

antes de escribir acaricia su guitarra
con cintas de colores adornada,

a lo lejos, por encima del mar
se recorta el horizonte en la tenue claridad del amanecer que avanza presurosa.

¡Oh clavelina de mi corazón!
–exclama ella junto a su amado dormido-

¿Por qué te inclinas así,
como para pedir perdón?

Bien sabe ella que no puede detener el día.

                                                              Johann R. Bach

¿Quién le enviaba aquellos mensajes de amor,


MENSAJES DE AMOR

Se extinguía el perfume rojo de los madroños;
el aire leve del otoño –aún lo recuerda- penetraba a través de las perlas del muérdago.

¿Quién le enviaba aquellos mensajes de amor,
desde las nubes de Google, que aparecían casi encadenados unos con otros en la pantalla de la tablet como orquídeas?

En la estación
que retornan los flamencos rosas a las marismas atlánticas la luna llenaba la sala del piano con sus sombras blancas.

Las flores,
recogidas en dos jarrones de porcelana, acompañaban a los libros testigos mudos -a pesar de sus miles de palabras- del apasionado revolcón sobre la alfombra.

Y así como el agua sigue su destino
corriendo a concentrarse en un mismo lugar –mar, lago o marisma-, los seres de la misma especie convergen en un mismo sueño.

Pero ella, ¡ay!
está ahora separada de su amor, y hela aquí, solitaria, sabia ya con exceso en la tristeza.

Nada será bastante
a destruir aquel amor.

Por un momento,
se detuvo en sus ojos la imagen de unos versos en la pantalla; mas ahora gravita ya en el corazón.

¿Quién le enviaba aquellos mensajes de amor,
desde las nubes de Google, que aparecían casi encadenados unos con otros en la pantalla de la tablet como orquídeas?

                                                                Johann R. Bach