19 oct 2013

Las cosas esperan mientras el hombre pronostica.

  EL LENGUAJE DE LOS BASUREROS

 

Marta Guillamon volvió de la India

sin haber visitado los cementerios. Dijo en una entrevista a La Vanguardia que no le hizo falta.

 

"En la India vi lo que nunca imaginé:

todos movían la cabeza afirmando que el hombre no fue creado sino prefabricado en series de distintas calidades.

 

"A imagen y semejanza de los hombres

–continuaba diciendo en la entrevista- las cosas, allí también son prefabricadas, desde las casas a los matrimonios".

 

"Hombres y cosas se muestran reacias

a la persuasión de los muertos; así que no es necesario visitar los cementerios".

 

Marta sabía

que algunas cosas eran diferentes en la India. De aquel viaje sacó la conclusión de que

 

las cosas esperan

mientras el hombre pronostica.

 

Mirando aquellos inmensos basureros

le pareció que las cosas importunan mientras las castas resisten. Vio con claridad que las cosas envejecen y sobreviven a su tiempo aunque lo extraño es que mientras el alma es inmortal, el hombre perece.

 

Las cosas están desoladas en la India

mucho más que en otra parte del mundo a pesar de estar junto a millones de personas.

 

Quizá el hombre no está solo

solamente cuando su vida se vuelve contra sí misma, pero en ningún lugar del mundo eso se manifiesta tan crudamente como en la India.

 

Hay que esperar que allí se produzca

un milagro distinto, no conocido aún.

 

                                                                            Johann R. Bach

 

Cada mañana iba al puente. Desde allí miraba al cielo...

LA NINFA DE LAS AGUAS

 

¡Qué Alegría!

¡Ella existe, realmente, de verdad existe!

 

Cada mañana iba al puente.

Desde allí miraba al cielo antes de que el sol despuntara. Sobre las aguas brillaba una imagen confusa porque el río era puro rápido.

 

Realmente aquella imagen difusa

no la sentía como algo despiadado que se instala en nosotros con tanta violencia que apaga nuestro indefenso fuego,

 

ni como un vértigo

que a la doble luz de la ironía nos trae una botella de vino y los zapatos que hacen bailar.

 

¡No, no! Lo que él sentía

era una tranquila, simple, inmotivada alegría,

 

una alegría entregada para siempre

y no la confiada por un instante,

 

la alegría del hombre

que está atravesando el puente

 

y ya nunca dejará de soñar…

 

Pero fue suficiente que allí,

a su lado, cayera una hoja seca abatida por el viento y el puente no pudo soportar el peso.

 

La alegría, como la salud,

pende de un hilo tan frágil que no es lógico esperar de ella un brillante futuro.

 

Y, sin embargo, existe …

la Ninfa de las Aguas ese cuerpo de mujer de enorme atractivo y encanto y que conserva su carácter alegre durante el paso de los años.

 

                                                         Johann R. Bach

 

Me convencí de que tras de mí ya no vendría nadie, ...

HE VUELTO A SOÑAR ESTA NOCHE

 

Me he despertado sudando.

Y es que esta noche he vuelto a soñar con un personaje extraño que al parecer se ha apoderado de mí tranquilidad.

 

En lo alto de la montaña,

era en ese Ecuador maravilloso entre moles de piedra que juntas parecían personajes encantados y un pequeño caño del que manaba una helada agua, me he encontrado con un posible ermitaño con su sombrero de paja toquilla.

 

Me ha dicho

–alegremente, pero de modo que no se enterara su soledad-:

 

"Eres la única que me ha encontrado;

seguro que debiste morir hace muchos años".

 

Ante mi mirada interrogativa

continuó diciendo:

 

"Desde siempre dejaba tras de mí,

aunque fueran escondidos entre el ramaje, restos de haber hecho fuego, rompía ramas por donde pasaba, depositaba las colillas de los cigarrillos en medio de los caminos, a la vista, comida y otras señales".

 

"Pero cuando subí más arriba

–decía prosiguiendo su discurso-

 

me convencí

de que tras de mí ya no vendría nadie, y lo dejé estar… ¿en qué año te enterraron?".

 

Apenas lo recuerdo,

contesté hundida y avergonzada.

 

Y él afirmó con la cabeza:

"¡Vaya, cómo es eso posible!... ¡Ah! ya veo, llevas en ti todavía un poco de sol del dios Inti…

 

¡Apágalo,

para ver todo lo que ilumina la luna!".

                                                                        Johann R. Bach

 

Visitar la web

www.ruta-ecuador.com

¡Límites sin muros!¡Qué delicada sonrisa la que se desliza por esa corriente!

CORRIENTE MARINA EN SÓLLER

 

¡Ah, insólita corriente del Mare Nostrum,

abrevadero  de Sóller! Presa o no presa de ese Lago de los Sueños, luz o no luz, la única compañera, inalcanzable, solitaria.

 

Única novia que arrastra tu barca,

 

aliento único

que te hace avanzar a barlovento, única fuente para nuestra ceguera. Espejismo o no espejismo, único faro entre las noches de todos los planetas de todos los espíritus,

 

único baño de alegría en la angustiosa tierra.

 

Lo único que te salva,

lo único que te queda mientras esperas el próximo verano. Esposa de los vacíos, amiga de los soñadores, te hace pensar que en pocos minutos puede paralizar la danza de Poseidón que

 

a quienes hiere convierte en náufragos

 

perdidos hacia la sombra,

hacia los abismos de los astros, el cementerio de los soles apagados.

 

Tú te sentías herida,

ellos, los pescadores beodos; bebías sorbos de luz y ellos jarras de vino; ellos trataban de olvidar y tú de alzar la vista hasta que en el horizonte apareciesen las escasas luces del pequeño puerto.

 

Cuánto dolor te cuesta saberte derribada,

haber perdido el sueño luminoso aparecido un día entre sus pobres manos.

 

¡Hermoso era tu mundo,

qué serenos tus viajes, qué felices tus llegadas a los mundos oscuros sabiendo que alguien te esperaba, qué alegría bailar entre aquellos muros!

 

¡Límites sin muros!

¡Qué delicada sonrisa

la que se desliza

por esa corriente!

 

Qué atinado su pulso,

qué natural su ritmo y tú su única piel.

 

                                                                              Johann R. Bach

 

 

 

Nadie osaría decir que la había oído hablar en sueños

            UN POSIBLE RELATO

Son la siete y no puedes dormir más;

te levantas y dudas sobre qué es lo que vas a hacer a continuación. Has de presentar un trabajo sobre economía, aunque aún tienes tres semanas por delante para presentarlo.

 

Escribes.

 

Intentas comenzar el relato

de una muchacha, algo más joven que tú. Maite -vas a llamarla así-, pasaría llorando sin que nadie supiera por qué.

 

Se trataría de una chica melancólica,

delgada, de pies delicados y hombros ligeramente echados hacia delante, a la que sólo le interesaran el efecto balsámico de la música y la poesía como en los versos de Rilke.

 

A continuación piensas en las reacciones

de algunos que podrían pensar que esa actitud de Maite podría deberse a amores perdidos, como esos que se dedican a torturar en las playas de verano con la música de máquina pura.

 

Otras mujeres, ya casadas,

que se ocupan normalmente de los negocios de sus maridos, en la oficina o tras el mostrador de un comercio; de pilas de papeles; niños que crecen; y, que a su pesar envejecen,

 

 tendrían tendencia a decir

que Maite es una mosquita muerta, que su par de ojos como amapolas –como amapolas cortadas en primavera- y sus dos pequeños surtidores en sus comisuras, son tan peligrosos como su dulzura.

 

Los paseos de Maite por las calles

del bellísimo pueblo marinero –pongamos por ejemplo, Corcubión- podrían pegarse al paisaje como un elemento típico; añadirse al baile del viento y las olas como un marinero más.

 

Algunos podrían presumir

de haberla oído hablar a solas mientras pasaban por delante de ella junto a las olas rompiendo contra las rocas y que sus palabras flotaban sobre el aire como el aroma del azahar.

 

Pero nadie osaría decir

que la había oído hablar en sueños, con sus posibles imágenes de horror en el umbral de sus ensoñaciones, con la ternura perturbada de su rostro.

 

Las gentes del pueblo

finalmente, podrían acostumbrarse a ella, atildada y tranquila, sólo que siempre iría llorando como los sauces que a la orilla del rio se divisan desde las barcas que van entrando por la ria.

 

El relato podría acabar de forma

que todos nos acostumbrásemos a ella –y a todos aquellos atacados por la melancolía-; que, como a todo lo que nos acostumbramos, hablásemos de ella con todos nuestros respetos.

 

Se hace tarde y debes ir a la facultad.
 
                                                                          Johann R. Bach

Tu corazón estalló. Risas y lágrimas cubrieron tu rostro

PRÓXIMA CENTAURI: UNA ESTRELLA TRIPLE

Bastó una única hoja

de una carta de amor escondida entre tus viejos libros de oraciones como la mecha que prende el paquete de dinamita.

 

Tu corazón estalló.

Risas y lágrimas cubrieron tu rostro.

 

De repente

cobraste ánimos y fuerza centrífuga. Tu pensamiento –te dijiste puede llenar el mundo. Sentiste cómo nace la carne informe, cómo el azar que se entremezcla con la esperanza de vida, espera.

 

Los astros sollozaron

contigo y la luz empezó a despedazar su boca lentamente, lo aparentemente discontinuo se grababa, también dejaba paquetes de sonidos y al pasar el horizonte excavó el cielo, enterró grises y amenazadoras nubes.

 

Los colores repetían dimensiones

que no eran pensadas por tu cerebro transparente, cristalizaban en el ámbito espectral de las estrellas, en sus centros candentes; y, también la cicatriz de tu vacuna que aquella vez en la antesala… se reabrió.

 

Aquella mujer que fuiste,

y renació mientras el mundo sea mundo, no dejará de dar saltitos sobre uno y otro pie, para calentarse… Así saltará también tu libertad entre los espacios de la triple estrella Próxima Centauri; y,

 

el Monasterio

no ha sido más que un diminuto rincón donde , entre envidias, celos y torturas, has acumulado pensamientos sin saber a quién atribuir la victoria, y

 

mientras tanto sientes qué sola estás,

separada por la cara muda de las puertas de las que escaparás llevando contigo una única hoja de una carta de amor.
 
                                                                 Johann R. Bach

 

18 oct 2013

Entrevista en la radio. Programa: "Luces en la oscuridad"

   LUCES EN LA OSCURIDAD

 

Hay algo del corazón

que se endurece más en unas personas que en otras y como toda una vida es insuficiente para desarrollar una sola de nuestras facultades cerebrales, no puedo hacer demasiadas conclusiones sobre el asunto porque no sé si los pacientes que pude observar forman una muestra siquiera intuitiva.

 

De las autopsias realizadas en un Hospital Clínico

hubo quien se dedicó a hacer una ficha sobre la "sensibilidad poética" e hizo una correlación con el endurecimiento de los grandes vasos cercanos al corazón sobre todo en la vena cava y la arteria aorta.

 

Una sorprendente conclusión la suya:

 

"La zona del cardias se endurece

con la lectura de páginas escritas demasiado cerca de la naturaleza humana. El mal de algunos escritos es el de haberla (la naturaleza) puesto al desnudo, mostrándola cínica y abyecta; hubiera sido mejor revelarla en aquello que tiene de grande y de consolador".

 

Escribir y publicar podría ser –creo-

el trabajo más noble, el más delicado que puede hacer un hombre, pues con ello se pone en tela de juicio lo ajeno: actuar sobre el espíritu de una persona, ¡menuda tarea!, ¡qué responsabilidad delante de lo creíble, lo posiblemente falso y de uno mismo!

 

Constatado. Escribir sobre violencia

y agresiones físicas y/o morales altera el ritmo cardíaco creando hipertensión, angustia y sequedad de boca (ansiedad). Recordar episodios alegres, calma los nervios y dulcifica el carácter. Recordar experiencias amorosas, alarga la vida.

 

Escribir podría ser una de las mayores de las artes.

 

                                                                                  Johann R. Bach

 

Entrevista en la radio,

en el programa "luces en la oscuridad"

 

http://www.lucesenlaoscuridad.es/administrator/inc/descargas/05_05_12_ent_la_relacion_entre_la_psicologia_y_la_homeopatia.mp3

 

 

En los ojos ya cansados de promesas y deseos aún por cumplir, hay antiguas soledades

DIEZ FAGMENTOS DE POESÍA EN PROSA

Hubo un tiempo

en que creíste que estos fragmentos podían ofrecerse como trabajo preparatorio de algo más coherente, más articulado. Ese tiempo pasó y estas frases son, por el contrario, las ruinas de un edificio aún inexistente.

                                                                             Johann R. Bach

                                                          I

Llamas por teléfono

y nadie contesta. Se te puede imaginar cómo en el Camino el viento cálido te empuja y alargas una mano indolentemente para que el tacto del sol se extienda por tu piel con el gozo del azul y te abrace, brillante, el mediodía.

 

Entretanto

llamas por teléfono y nadie contesta. Se puede presentir el desnudo latido donde el corazón te resuena el pulso antiguo del mundo y el aire es un aliento que bebes y te dibuja entre sístoles.

 

Llamas por teléfono

y nadie contesta. Toda la vida te cabe en los ojos -así de grandes los tienes- cuando miras el silencio y necesitas pensar en el retorno. Insistes en hablar por teléfono y nadie contesta.

 

                                                             II

Escribes,

abres tus sentidos, destierras la añoranza. Entretanto, lentamente tus dedos señalan las olas del puerto; y, en el horizonte, la espesura del barro, la musicalidad del tiempo indicando la posición de las galaxias como si de vectores afijos se tratara; la densidad de los números reales o la del trigo como en las antiguas dinastías faraónicas de los ptolomeos que medían el grano y las estrellas por litros.

 

Tus sentidos también señalan,

como "in longa mano", el canto humilde de las primeras formas sobre los muelles del puerto; confundiendo los límites.

 

                                                       (III)

Piensas –creo-

en recoger cantos rodados cristales pulidos por el roce de arena y mar, conchas y esqueletos de pequeños animales marinos, fragmentos, como tú, del mundo.

 

Mirar el agua te conmueve

cuando cae sobre la tierra en forma de lluvia o granizo porque sabes que beberé junto a ti cada noche aunque estés en otro espacio.

 

Tu piel se barniza bajo el sol

como la madera, desciendes por las dunas artificiales hechas para protegernos de las pulsantes invasiones; deambulas pensativa y feliz junto a la arena bañada por el  mar,  por los senderos de la memoria tatuando con tus besos mi imaginación y también los plexos

 

Sabes que el día es frágil.

 

                                                            IV

Cuando el sol desploma sus cuerdas

sobre tu ya castigada piel te refugio bajo las hayas que crecen con los colores que, de siempre, te la ennegrecen.

 

Atraviesas los bosques

de tu imaginación camino de Bretaña, sientes la vida en la madera dura que crece con los colores, de siempre; la cambian cuando pasan las horas, sobre el verde húmedo, sobre de la tarde de tus pasos.

Decrece el azul

como una mirada tuya labrando la luz, como un tejido extendido hacia el horizonte. Surge y acude a la cita un amarillo de viejo estío ya declinando.


 Recorres contigo misma

un carmín de viento, moviendo los eucaliptos y sobre tierra algo más firme las ramas arbóreas se curvan contra el silencio de occidente.


Te detienes

ante las aguas de la costa bretona y las sombras de los thuyones se arrodillan hacia el poniente despidiendo el ocaso.


Tus ojos

se esconden junto a los míos en tu pensamiento mientras los esperas.

 

                                                      V

Por el viejo camino

de arena marcado por el manto de hojas ya secas y vencidas regresas atravesando un bosque de hayas con tus deseos entre las manos.

 

En tu pensamiento

ves los descuidados márgenes acogedores de un viejo camino en mitad del bosque desnudo, el cielo entre las ramas oscuras nubes de tierra que abrigan el verde ansioso de los campos que resurgen precipitadamente.

 

El mundo perdura,

insiste con sus fieles ciclos y sus bailes de pájaros y lluvia, de vientos y temperaturas retrasando el silencio.

 

                                                          VI

Levantas la vista.

Descubres la nube blanca (parece que galopas sobre ella) que rasga el azul que empalidece de tanta luz y que los gorriones atraviesan  sin moverse el ligero éter, flotando.

 

El cielo es incesante

lleva la memoria del alba, el sueño del mediodía, la piel irisada del atardecer, ese cielo generoso –de todos- desnuda el universo a golpes de noche.

 

Miras la luz

que se acuesta sobre los campos, el aceite de la tarde que resbala por tus ojos.

 

                                                          VII

Tu mano se agita, escribes,

guardas en tu memoria para usar en momentos futuros cuando tus ojos ya no estén presentes el paisaje siguiente:

 

Extendidos sobre los campos

abrigados por el bosque entre las ramas el verde espejo del agua, el verde brillante de la tierra preñada de humus esperando acoger a la vida aún no germinada, velando la luz violeta de la aurora empujando las hojas.

 

Los ojos azules del mediodía

te acompañan hasta un ocaso de pétalos y brasas. Es el fragmento dulce de la soledad.

 

                                                       VIII

Es difícil vivir algunos años

después de haber pasado el listón de los veinticuatro y no haber experimentado esa sensación al mirar la mañana, la luz, sentirla sobre el rostro, sin sentirse acompañado por el azul del tiempo en los campos de girasoles.

 

También es difícil

no apercibirse del olor del trigo, del barro al tocar el poniente, la fina sábana de cuero mientras los ojos se arrodillan junto a la piel en el horizonte.

 

Es difícil, vivir algunos años

después de haber pasado el listón de los veinticuatro y no haber mirado la noche ni haberla tocado.

 

                                                         (IX)

El octubre crece como todo,

inevitablemente: La lluvia fina se resfría, se alarga la sombra, se encoge el rojo, unos ojos de té te explican la luz que hacen las horas, los pétalos de la mañana de cólquicos y caléndulas, el gesto antiguo del Sol sobre un campo de nieve, como la vida otoñea.

 

Un vuelo incandescente

atraviesa las nubes; de nuevo se aleja el azul mientras agradezco esa variedad de colores.

 

                                                             X

En la precesión de los equinoccios

no pasa desapercibido un azul de fuego y un verde nuevo que vence al tiempo gris. El día tiene una quietud de estanque, se extiende, a lo lejos, sobre las cumbres tozudas de nieve, sobre el mar completamente desplegado, sobre los ocres que se adormecen.

 

La luz se refleja

Simétricamente sobre un plano parecido a un espejo; resuena su latido como el eco de un valle y un suspiro de cálido aire regalado generosamente por Eolo te acoge, como una madre. En su regazo.

 

La tierra como vergel,

lugar soñado donde desde antiguo se hallaba el Edén deviene en un futuro posible que te lleva, que te marca la piel y en la memoria hasta los límites de la conciencia.

 

En los ojos ya cansados

de promesas y deseos aún por cumplir, hay antiguas soledades y un gesto desamparado que te ayuda, sin embargo, a comprender el género humano.

 

Una vez más,

como cada día, desde hace millones de años, llega la noche puntual, el momento desnudo que te vence y te conmueve, intenso,  bellísimo.

 

                                                           Johann R. Bach