2 oct 2015

Se trata de la mujer que siempre ha sabido que estaba sola.


UNA SENCILLA DESCRIPCIÓN

Muchos amigos me preguntan
¿quién es Marta Guillamon? ¿Cuál es la causa que te ha llevado a escribir tanto y tanto sobre ella?

Marta Guillamon –respondo-,

es una mujer que ha mirado
el horizonte oculto tras una cortina de lluvia y viento de Tramontana,

ha sentido
en sus labios húmedos la sal de la vida, el sabor de la pulpa de las uvas y de la carne.

Se trata de la mujer
que siempre ha sabido que estaba sola.

Se entregó
en cuerpo y alma al mundo editorial por su amor a la literatura y a la poesía y si alguien tiene la suerte de besar su piel

descubrirá
que es como un libro que se reescribe a la mirada.
                                                                                                                                                           Johann R. Bach

30 sept 2015

En un rincón, una especial estantería con aspecto de confesionario, estaba sentado un rábano negro


LA PRIMA FLORDENEU VIAJA A MARTE

Buenos días. Os habla Flordeneu,
comandante de la tripulación de las flores escogidas especialmente para esta misión.

Las esporas de los hongos y musgos
continúan en estado de hibernación en las bodegas de esta nave, así como las simientes de todas las familias encargadas de extenderse por toda la superficie marciana hasta convertirla en otro bello rincón de nuestro sistema solar.

Después del cuadragésimo nono día de viaje
quedo perpleja, otra vez, como ayer, sólo que esta vez bastante más, ya que en la nave el grado de humedad se mantiene constante haciendo que sean las flores -en lugar de personas- las que se pasean por los laberintos de tubos llenos de fosfatos y humus de las mejores tierras del Pirineo.

Anoche, antes de ir a dormir,
pude comprobar cómo se paseaban claveles rojizos, que se abanicaban voluptuosamente, balsamitas coquetas, jacintos con bellas cabecitas vacías en forma de campanillas exhibiendo en sus cuello lindos collares de esmeraldas, detrás un cortejo de narcisos bigotudos.

Por los ventanucos
ojo de buey de esta plataforma llena de vida se asomaban los alhelíes de aspecto extravagante y detrás de ellos sonaba la voz exquisitamente olorosa de una violeta y también la de su prima la viola tricolor (el pensamiento).

Sobre las bandejas centrales
estaban congregadas toda la nobleza, a saber, esos lirios que no trabajan ni tejen y que, sin embargo, aparecían tan maravillosos, como al rey Salomón, en todo su esplendor.

También pude comprobar
que un ranúnculo bulboso invernal se mantenía en su puesto de guardia y que al verme me cosió a preguntas. ¿Qué anda buscando por casualidad al capullín, pepinillo en vinagre, flor ordinaria de sólo un estambre? Sigue en tu puesto -le dije- pues es a ti a quien voy a regar yo.

Con la alegría
de ver que todo estaba en orden me metí con mi bicicleta en la "nave furgón de cola", atropellando casi a un pensamiento cojo que se dejaba llevar de la mano por una margarita. En esa parte de la nave, como si se tratara de una catedral, todo estaba en un agradable silencio: en largas hileras estaban sentados tulipanes de todos los colores que movían devotamente la cabeza.

En un rincón,
una especial estantería con aspecto de confesionario, estaba sentado un rábano negro y delante de él estaba arrodillada una flor cuyo rostro no podía ver. Sin embargo, olía de manera tan penetrante y ácida que de nuevo pensé en el alhelí la flor preferida de mi prima Aurembiaix.

Cuando salí de la sala denominada catedral
por las formas ojivales del techo, me salió al encuentro un alegre cortejo compuesto por rosas blancas y diademas púrpura que seguían a una rosa que quiso casarse sin esperar al final del viaje.

En la ceremonia no hubo más que lloros,
risas y suspiros y finalmente salió una amapola ya muy experimentada pues éste era su segundo viaje al planeta rojo que echó un largo discurso de buenos deseos a los novios y en el que abundaba el elogio a las virtudes de la novia. Todo ello con un discurso tan cursi y llorón, tan largo y aburrido que decidí volver a mi puesto de mando. Incliné mi anatómico asiento y me quedé dormida.

Buenos días. Os habla Flordeneu,
comandante de la tripulación de las flores escogidas especialmente para esta misión. Sin otra cosa más digna de mención corto la comunicación hasta el artificial mediodía justo al virar el rumbo hacia la estrella Betelgueuse.

P.D. Saludad de mi parte
a ese ángel de mi prima Aurembiaix

                                                                   Johann R. Bach

28 sept 2015

Habrá sin duda que prepararse para el réquiem de todos los bosques -desde Darnius a Cadaqués-

REQUIEM EN DARNIUS

¡Oh noche!

Habrá un tiempo a qué negarlo,
probablemente un fin de ciclo de un acontecer eterno donde juntar el réquiem de los pájaros sobrevolando las cenizas del mundo, y el réquiem de las nubes confundiendo la luz entre sus sombras,

con el réquiem
de las tormentas, el de los rayos sobre los cuerpos desnudos e indefensos como en el descomunal Fukushima, y también con el réquiem de los naufragios, el de todos los genocidios, el de las tramontanas desencadenadas, el de los campos enmudecidos por la sed.

¡Oh noche!
Habrá sin duda que prepararse
para el réquiem de todos los bosques -desde Darnius a Cadaqués- clamando agonizantes al mundo o a la ONU, el réquiem de los gritos, de todos los gritos de todos los llantos.

No será necesario inventar
el réquiem de los dioses y sus sacerdotes -jefes de religiones no liberadoras- hacia su ocaso, hacia su lento y delirante ocaso, ni el réquiem de los árboles, clavados en la tierra sus sentidos, y el de las constelaciones, meteoros y estrellas fugaces.

¡Oh noche!

Afortunadamente –para nuestra psicología-
estamos fuera de esa inmensa escala de espacio y tiempo. No podemos siquiera compararnos a dos simples hormigas que serán arrasadas por una presa hidráulica mientras, ajenas a esa desgracia, se besan.

Pero aún en el caso de que cantáramos 
el réquiem de los siglos convertidos en polvo, un día en que lo unitario enmudeciera nuestras voces, estrangulara nuestros impulsos y el sol convertido en gigante roja descuartizara nuestro mundo, el mar continuaría estando lleno de ese color al que la piel se entrega.


                                                      Johann R. Bach