8 jun 2013

Estabas de nuevo en la casita de Cadaqués

          UN SIMPLE CUADRO

          La Caída de Phaeton

 

Durante tu enfermedad

–la gripe asiática- una fiebre persistente te llevó a una situación en que las visiones no siempre eran pesadillas:

 

Acuérdate de aquella historia

que nos explicaste:

 

Estabas de nuevo en la casita de Cadaqués,

con el murmullo del mar tocando a la puerta que se extendía hasta la ventana desde donde se veía el horizonte cargado de negros nubarrones.

 

Sin embargo la casita te parecía una mansión

con una puerta trasera que daba a una calle pendiente donde el agua resbalaba hacia el mar y una puerta tocando prácticamente la arena de la playa.

 

Te encontrabas en la habitación

donde el asma de marinero resbalaba por las paredes como las antiguas desesperaciones, pero la penetración de los hilos dorados del sol la hacían ideal para pasar la enfermedad.

 

En la pared norte,

donde nunca daba el sol, sobre el chifonier un cuadro de una reproducción de "La Caida de Phaeton" de Rubens daba una alegre luminosidad sin necesidad de otra luz artificial.

 

Aquel cuadro te alegraba la vista

haciendo contraste con las manchas oscuras que rondaban por el fondo de tus ojos, mientras la música del oleaje y el viento, a pesar de la fiebre, te hacían sonreír, evitar lágrimas, lágrimas inútiles,

 

y esperar mejores horas.

                                                                                           Johann R. Bach

 

 

No te lamentes por haber tenido escasos escarceos

LAMENTOS  ENTRE  BAÚLES

 

No te lamentes

de que ya no paseas como tantas veces antes, con el corazón como un sol errante por las playas de abril hasta que las estrellas platearan con una gasa invisible la oscuridad bajo el acantilado,

 

el lugar de nuestras citas

en la cala donde tuerce el mar.

 

No te lamentes

por haber tenido escasos escarceos, como los de dos notas que forman un acorde, hasta la entrega en la inspirada improvisación del amor.

 

Laméntate de no haber tenido,

como una canción que llega a su término, el arrebatado encantamiento de la carne, en el que nuestras almas habrían desfallecido hundiéndose y hundiéndose hasta donde ni el tiempo, ni el espacio, ni nosotros mismos importamos, aniquilados de amor.

 

Laméntate de haber dejado todo eso

por una habitación con lámparas, por una casa llena de baúles, y quedarnos con nuestro Secreto burlándose de sí mismo y escondiéndose entre paisajes y mandolinas, vigilado por todos entre la ensalada y el café.

 

Y verle a él temblar

–sintiéndote tu llena de presentimientos, como quien firma un contrato de crédito-, sin apasionarse con las ofrendas y las promesas acumuladas con rosadas manos sobre su frente.

 

Y luego, ¡oh tiempo deliberado y sin amor!,

eliminadas todas nuestras caricias por la entrega, en un espacio, reducido, elegido y a una hora conocida de todos.

 

Y así nos convertimos

en un tallo de la tierra frágil como un rayo de luna que espera ser arrastrado de nuevo a la corriente del origen de todo.

 

Es posible conocer un simple arilo de granada

y la carne que lo ha de acoger;

 

es posible sentir la caída de la fría lluvia,

pero sólo la carne, sólo el cielo saben el secreto de ese transparente grano fucsia en la alcoba nupcial bajo el suelo.

 

¡Oh noche!

 

¡Arrástranos hasta la corriente de nuevo,

danos otra oportunidad!

 

¡Sálvanos tú, Poseidón ángel misericordioso de los mares!

 

                                                                                      Johann R. Bach

En la exploración quedó patente el color escarlata de tus muslos

   Pensamiento 3. Reabsorción del tejido inflamado

  

 

Al separar tus brazos

de los contornos que, del horizonte, bajan a los diamantes de tus días, me parecieron enormes. Sentirme abrazada por ti, Carmina, mi hermana, con tus pechos ya bien cicatrizados, fue uno de mis mayores gozos.

 

En la exploración quedó patente

que el color escarlata de tus muslos había desaparecido y el oro rosa oscilaba en los espacios disidentes. De tu boca había huido el gusto metálico y tu respiración era, en la emoción el auténtico gemido milenario.

 

A partir de ahí volviste a preguntar:

¿Qué planetas romper a martillazos? ¿Qué sacrificios negros despertar? ¿Qué martirios no podrían conmoverte? En cuanto a mí sentí que tu escultural belleza me penetraba con las aguas cristalinas de lágrimas alegres y el desvarío era sólo mi alimento.

 

Sabes que cercenaste mis montañas,

que mis días se elevan ya sin difíciles cimas y que todo es calidez en mi voz, que aun puedo perderme como un vuelo y desatar los nudos de mis cánticos para sembrar la orilla de amor.

 

Sí, de un amor sin materia

ni aristas y sin definición ni conmociones. De un amor de calor negro como el cielo de la noche. Lleno de estrellas vivas, me abriré a los helados campos del firmamento.

 

Ahora ya me siento segura

para ofrecer mi rostro a los tatuajes de las constelaciones intocables para que me dibujen de otro modo. Siento que mi cuerpo de humareda ha crecido inclinándose hacia la altura de la luz multicolor de páginas en éxtasis.

 

                                                        Arsenicum alb., Oxígeno, Kalium carb.

Algunos hombres presumieron de doctos

   Pensamiento 2: La terapia contra la fermentación

 

No estabas aquí ni allí,

Carmina, mi hermana. Estabas conmigo, sí, apartadas; podíamos salir, pero ya en tu interior estaba germinando aquel arilo de granada y una gran claridad se derramaba de su luz fucsia afuera, que no era sino un lugar abierto como una herida que no quería cicatrizar.

 

Algunos hombres

presumiendo de doctos, no sé quiénes, pasaban por ahí sin entrar sabiéndonos aquí, juntas y aparte, vestidas de blanco las dos. Tú eras la enferma que me necesitaba y yo la cuidadora que me aferraba a ti como a la tabla del náufrago.

 

Algo nos había sucedido.

Estábamos como entregadas, como habiendo reconocido todas las grietas de nuestros cuerpos; aunque algo más pusimos por nuestra cuenta, algo que nadie sabía: nuestro secreto. Rozando aún los veinte años fabricábamos nuestros propios nosodes.

 

¿Te acuerdas Carmina?

Hermanas siempre, Carmina , ya lo ves. Yo fui lo mismo que fuiste tú. Pero eso estaba en el juego, ¿te acuerdas? En el juego yo era la que pisaba más veces la cuerda y las rayas trazadas en el suelo con pulso débil con yeso algo húmedo y siempre perdía.

 

En todo lo demás era más bien avisada,

pero pisaba siempre raya y a la comba no resistía más de tres saltos. Pero acostumbrada a pasar la raya, la traspasé y la volvería a traspasar si con ello consiguiere seguir lamiendo tus heridas.

 

Ahora nos reímos

de aquellas vulgares fermentaciones de los hidratos de carbono, pero realmente estábamos asustadas como en un lago de sangre y de mercurio. La luz de aquel grano de granada salía a borbotones por el drenaje practicado en tu pecho. Se me aproximaba desde el monte partido en dos mitades desde tu bella simetría.

 

Tu sexo de dragón

quería precipitarse hacía la negra roca del sepulcro, pero nuestros sueños de colores, con una tierra azul, un mar dorado y ríos tornasolados en su fondo no nos permitieron rendirnos.

                                                          Mercurius, Kreosotum, Lachesis
 
Johann R. Bach

¿Es el azufre el que se bebió tus lágrimas ...?

DIAGNOSTICO: HIPERPLASIA MALIGNA

 

Pensamiento 1. El origen: Un arilo de granada

 

Dime Perséfone, incierta renacida,

¿cómo es posible que un solo arilo de una granada te impida el regreso con tu madre y con tu hermana?¿Dónde está la inmensa pesadumbre de tu manto y el sello de tu reino subterráneo?

 

¿Es el azufre

el que se bebió todas tus lágrimas, secó tus párpados y retiró de tus hombros la alegría de una primavera sin fin?¿Es ese el mineral que consumió tu piel vaciándola de poros y apergaminándola como la corteza de un árbol?

 

Tu belleza de colores

ha desaparecido y te has vuelto un ginandros de una sombra persistente y el peso de la nada puede sepultarte. Entre los silencios de las raíces secas de tus siglos y en tu corona de laurel muerto rechinan los dientes como los de los niños con lombrices.

 

La queratina ha petrificado tus cabellos

y grabado tu perfil con tinta negra sobre un estrato de pizarra negra con manchas rojas. Tus tejidos fermentados buscan asomarse al precipicio del que no es posible el retorno.

 

Se cierra tu boca de platino

y mantiene las mandíbulas apretadas, enrojecidas y tu lengua busca carbonizarse en la ceniza de brasa que se va devorando a sí misma. ¿Es posible aún un acuerdo para volver aunque sea parcialmente a la primavera?

 

¿Es posible que vuelvas

a la amarilla tierra de los abrazos con ramos y flores en los ojos?¿Es posible que vuelvas a las estrellas aunque estén tapadas por brumas grises, junto al violento mar que te rechaza?

 

                                                                                         Johann R. Bach

7 jun 2013

Viene en busca de los niños que se niegan a acostarse

  EL HOMBRE DEL BOSQUE

 

Está ya todo muy oscuro

-decía Julia asomándose a la ventana-; así que ya es hora de que te duermas hijita.

 

¿Ves cómo se ha quedado atrancada

tu hermana después de tomar la papilla?

 

El Hombre del Bosque

–comenzaba Julia su historia- viene en busca de los niños que se niegan a acostarse y les arroja puñados de polen amarillo a los ojos para que los cierren y se duerman;

 

Y,  a los que son muy rebeldes,

los mete en un saco y se los lleva a la luna para que sirvan de alimento a su hijitos, que tienen, como los búhos, unos picos ganchudos con los que devoran los ojos de los niños que no son obedientes.

 

De los de su hija Mercedes,

irradiaba la fascinación del pánico. ¿Es muy feo el Hombre del Bosque? –preguntó la niñita-

 

¡Oh sí! Su cabeza tiene pequeñas ramas

en lugar de pelo y su nariz parece un tapón de corcho incrustado en mitad de su cara, dos hendiduras a los lados en lugar de orejas y sus ojos son tan pequeños que apenas si se ven. Sus grandes brazos son dos ramas que acaban en unos dedos con largas uñas que miran al cielo como las de las brujas.

 

¿Como los del Sr. Subirats?

-Preguntó intrigada Mercedes- Julia apartó hacia un lado la cara para que su hijita no viera como se le escapaba la risa. Mucho más feo que el vecino -le contestó- porque sus intenciones son muy malas con los niños que no quieren ir a dormir y no son obedientes.

 

¿Obedientes?

¿Hasta qué punto era la obediencia una virtud?

 

Qué difícil educar a una hija,

enseñarle a distinguir cuándo puede mostrarse dócil y cuándo debe atreverse al desacato. ¿Obediencia a qué? A la luz, pensó Julia, a la que tanto le gustaba el sol.

 

E imaginó para sus hijas

una obediencia de flor. Una vida, por ejemplo, de amapola.

 

Mercedes presa del sueño, se frotó los ojos. Vamos a dormir hijita que si no vendrá el Hombre del Bosque con su polen amarillo.

 

                                                                              Johann R. Bach

Soy un dios -dice Hermes sin modestia pero cortesmente-

LOS COMPAÑEROS DE VIAJE

 

Recorre Hermes el mundo.

Al final de un sendero, junto al bosque, se detiene a beber en una fuente. Junto al caño se encuentra sentado un ciego y su fiel guía un can educado en francés.

 

Es una hora temprana

en la que los duendes ya se han ido y las lechuzas han abierto con sus enormes llaves los caminos que conducen a Fisterra.

 

Soy un dios- dice Hermes

sin modestia pero cortésmente-.

 

(El sabueso olisquea sus pies

asombrado por las alas de sus sandalias). Después de haber ayudado a tantos y tantos a cruzar las puertas del Inframundo, me siento solo.

 

También me siento triste –insiste-

porque los humanos traicionan a los dioses. Anhelamos animales, instintivos y mortales. Sí, sí, eso es. Mortales. Pero con cualidades de sensibilidad, humildad y elegancia de semidioses.

 

¿Era pedir demasiado?

¿es que un dios no tiene derecho a soñar?

 

Al atardecer Hermes le dice al ciego:

"después de haber estado viajando todo el día, nos sentaremos bajo un roble. Y entonces te diré que me siento viejo y quiero morir".

 

Será una mentira,

pero necesaria para que tu compañero me mire a los ojos, comprenda mi infortunio y me lama las manos.

 

Por supuesto- responde

despreocupado el ciego- Mi guía lamerá tus manos tan frías y aspirará su extraño olor lo mismo que yo. Nosotros vivimos gracias al tacto y el olfato

 

Caminan y caminan a buen paso

por el Camino de Santiago hasta encontrar una estrella. Soy Hermes –dice el dios poniendo la mejor de sus mejores caras (la caliente. La otra es fría) ¿Te gustaría acompañarnos hasta el fin del mundo?

 

Allí llevo a este pobre ciego

para darle miedo y que apoye su cabeza en mi hombro.

 

Conforme –dice la estrella

con voz frágil de cristal-. Me da igual adónde ir. Y eso del fin del mundo es una ingenuidad. Desgraciadamente no hay ningún lugar que tenga esa condición.

 

Caminan durante largas jornadas

siguiendo el curso de un río que se parece al Rio Leteo. El ciego y su perro, Hermes y la estrella que va dejando tras de sí una brillante estela sienten que sólo hacen lo que estaba escrito.

 

La estrella cuenta su biografía;

más por egolatría que por animar el aburrido viaje. Breve, pero apasionadamente como todo lo que hacía, se enamoró de un recién llegado al Concierto de las Naciones y de Lenin.

 

En su juventud la Estrella se había colgado

-nunca mejor dicho- del cuello de la Locomotora de la Historia. Presumía saberlo todo de los griegos y poseída por la visión de una Hélade de fantasía

 

sólo pensaba en su imposible inmortalidad:

 

de manera frívola reveló

sus secretos de corazón y de alcoba en un libro merecedor de censura titulado My Life, ignorando que lo erótico debe ser secreto y la santidad pública.

 

Era evidente que se había ganado

la enemistad de Eurípides que le asignó un papel trágico y predijo su colapso antes de la Era de las Cejas Gruesas instaurada en el Concierto de las Naciones por Leónidas Brézhnev.

 

Van cogidos de la mano.

Hermes piensa que, si alguna vez vuelve a salir a buscar amigos con los que viajar, con los que llegar a un acuerdo, ya no será tan sincero.

                                                                                    Johann R. Bach

 

 

 

Te agradezco esta brisa

               CUARTA ORACIÓN

                                                                   En busca de una noche mejor

CUARTA ORACIÓN

 

¡Oh noche!

 

Te agradezco que me des

generosamente cada día unas horas de reposo para pensar sobre este mundo tan hermoso y lleno de color

 

y también porque

en tu inagotable comprensión me dejas un rincón distinto de los de mi tormento cotidiano.

 

¡Oh noche!

 

Te agradezco esta brisa

que se lleva la acumulada melancolía del paisaje de los inconcebibles fuelles de mis pulmones

 

y por haber descubierto

gentes buenas y juiciosas que respiran igual que yo en todas las ciudades y pueblos sin excepción.

 

¡Oh noche!

 

Gracias, gracias, gracias

por permitirme reflexionar bajo esa sábana bordada de estrellas y ver en ella el reflejo de bosques, mares, rocas,…

 

y perdóname

por haber pensado sólo en mí mismo cuando irreversiblemente la vida de otros en torno a mí daba vueltas como un reloj de arena y su sombra.

 

¡Oh noche!

 

Perdóname

que durante tanto tiempo no haya pensado más que en dedicarme a contemplar salidas de lunas, ocasos y museos

 

y te doy las gracias

por la insistencia en mostrarme las estrellas como señal inequívoca de las brasas del fuego sagrado y sus secretos.

 

¡Oh noche!

 

Te doy las gracias

por permitirme estos minutos de sosegado pensamiento y poder ver cómo se mueve este mundo tan hermoso y variado y cómo poco a poco nos seduces a todos con tus astros y tus mareas.

                                                                                            Johann R. Bach

 

 

6 jun 2013

...algo como un borrón con el borde irisado ...

HOMBRES  SIN  GABARDINA

 

Ya no se ve por las calles

la encapuchada figura que se arrebuja con una flotante gabardina puesta sobre los hombros y con los brazos cruzados sin introducir en las mangas donde las escaleras tuercen en la oscuridad.

 

Tampoco suelen unos ojos amarillentos

en una habitación, de noche, mirar desde una telaraña gris. Ni el golpe de un ala de gaviota cuando el rugido de la vida llega a tu oído como un sonido jamás escuchado.

 

Sino, una tarde soleada,

en un camino que lleva a la estación donde las purpúreas buganvillas florecen a lo largo de verjas medio abandonadas mirando al campo espigado y el aire extrañamente en calma,

 

donde ves a contraluz un sol negro,

algo como un borrón con el borde irisado como las yemas de tus dedos llenos de tinta … Ésa es para los ojos la señal de la clarividencia,

 

y tú, de vez en cuando, la ves.

 

Pasa la vida, aunque no haya acción

y el recuerdo de Humphrey Bogart, de su eterno cigarrillo en la boca, su gabardina como su única piel y su manía de ver la realidad como única y

 

en permanente oposición a "lo oficial"

y la exaltación del alcohol como algo que podía ayudar a soportar a la conciencia de lo conocido como negativo, sea sólo una reseña del pasado.

 

Ahora hay que primar más –creo-

la mirada que busca la belleza en lugar de fijarse en lo negativo. La vida pasa y aunque no lo parezca suceden muchas cosas.

 

Pasa la vida, lo que no es poco.

                                                                                   Johann R. Bach

 

Somos buenos amigos

Yo también amo a los animales.
En casa siempre hubo tortugas y 
pájaros volando libremente
jugando con los gatos y perros.
 

¡Responded si podéis!

UNA MURALLA CHINA DE ÁRBOLES

 

He oído decir que en China…

se está construyendo otra Gran Muralla. Esta vez no es de piedra sino de árboles. Dicen que es para detener el avance del desierto. No me parece mala idea.

 

Los árboles escogidos ¿serán los sauces llorones?

¿Serán para los millones de niñas que aún no han nacido, y no sólo para nosotros?

 

¿Son esas niñas acaso inexistentes

o células dormidas sin mente? ¿O vienen a la tierra borrando con su nacimiento la culpa de los hijos varones?

 

¡Responded si podéis!

 

El campo de las intuiciones inexploradas

es de los planificadores de las pensiones de la Seguridad Social, pero en cualquier caso, ¿Por qué  no plantar álamos temblones para políticos y funcionarios y no sólo para nosotros?

 

La marea humana sigue subiendo

y esta vez no habrá muros de contención.

 

                                                                               Johann R. Bach

¿Son esas niñas inexistentes o células dormidas sin mente?

UNA MURALLA CHINA DE ÁRBOLES

 

He oído decir que en China…

se está construyendo otra Gran Muralla. Esta vez no es de piedra sino de árboles. Dicen que es para detener el avance del desierto. No me parece mala idea.

 

Los árboles escogidos ¿serán los sauces llorones?

¿Serán para los millones de niñas que aún no han nacido, y no sólo para nosotros?

 

¿Son esas niñas acaso inexistentes

o células dormidas sin mente? ¿O vienen a la tierra borrando con su nacimiento la culpa de los hijos varones?

 

¡Responded si podéis!

 

El campo de las intuiciones inexploradas

es de los planificadores de las pensiones de la Seguridad Social, pero en cualquier caso, ¿Por qué  no plantar álamos temblones para políticos y funcionarios y no sólo para nosotros?

 

La marea humana sigue subiendo

y esta vez no habrá muros de contención.

 

                                                                               Johann R. Bach

5 jun 2013

Eres el abismo del beso

   LUZBÉLICA  DIADEMA  DE  LACHESIS

 

Eres la serpiente Lachesis

en tus sueños de amor. Te deslizas y ondulas como una corriente; un insomnio de café y un hipnotismo de tila son tus ojos; la punta del encanto es tu lengua…

 

¡Y atraes como el llanto!

 

Eres el abismo del beso.

Tu cuerpo es una deliciosa cinta, resbala y ondula  como una caricia… Eres la serpiente Lachesis en tus sueños de odio.

 

La fuente más venenosa

es tu lengua; la trigonocéfala forma de tu cabeza es la diabólica diadema, haz de la muerte; como un rito fatal son tus pupilas diurnas; y tu cuerpo brillante, estrecho como este verso:

 

¡es la vaina del rayo!

 

Si así sueñas tus vísceras,

así es tu mente: un cuerpo largo, largo de serpiente, vibrando eterna,

¡voluptuosamente!

                                                                               Joan R. Riera

 

 

¡Y atraes como el llanto! Eres el abismo del beso

   LUZBÉLICA  DIADEMA  DE  LACHESIS

 

Eres la serpiente Lachesis

en tus sueños de amor. Te deslizas y ondulas como una corriente; un insomnio de café y un hipnotismo de tila son tus ojos; la punta del encanto es tu lengua…

 

¡Y atraes como el llanto!

 

Eres el abismo del beso.

Tu cuerpo es una deliciosa cinta, resbala y ondula  como una caricia… Eres la serpiente Lachesis en tus sueños de odio.

 

La fuente más venenosa

es tu lengua; la trigonocéfala forma de tu cabeza es la diabólica diadema, haz de la muerte; como un rito fatal son tus pupilas diurnas; y tu cuerpo brillante, estrecho como este verso:

 

¡es la vaina del rayo!

 

Si así sueñas tus vísceras,

así es tu mente: un cuerpo largo, largo de serpiente, vibrando eterna,

¡voluptuosamente!

                                                                               Joan R. Riera

 

 

¡Oh sí! siempre te has sentido afortunada

             LA SONRISA

 

Marta Guillamón solía decirte

que tu hermano no tenía madera de aristócrata. Nunca se casaría con un hombre que no tuviera un porte elegante.

 

Pero a ti te decía

que tenías la dulzura y delicadeza de una princesa. La sangre con su nitrito de amilo subía a tu rostro junto a la sonrisa.

 

Oh, sí, siempre

te has sentido afortunada; -es curioso. Ni tú misma querías creerlo. Aún ahora te sorprende; -de ahí tu retraimiento y tu agradecimiento cuando alguien, maestro, músico o escritor te dirigía, con el mismo énfasis que Marta, un "Buenas tardes", o un "Buenas noches".

 

Mirabas alrededor con cautela,

no fuera que estuviese saludando a alguien más. Una sonrisa inmensa te llenaba la cara y el escarlata se desbordaba por tus orejas –no estaba bien-lo sabes.

 

Intentabas contenerla;

evitarla; no lo lograbas; -sólo frunciendo el entrecejo se puede contener una sonrisa (eran palabras de Marta), pero para ello se necesita entrenamiento frente a un espejo. Tú nunca lo lograste.

 

                                                                               Johann R. Bach