15 feb 2017

La fruta tiembla aún en la cima de su curva.


LA NOCHE DE ARSENIO

Cada uno, Cassia,
vive de forma diferente la noche. Tú tienes la suerte de que el amor te colma todas las horas del día y apenas tu alma distingue el atardecer con el derrumbamiento del sol del amanecer gris y lluvioso.

La noche más terrible es la de Arsenio
puesto que en cada instante que repentinamente patentiza el progreso de los años –reflejado su rostro en el espejo- exhala un ocre olor mortecino.

Sí, sí. Arsénico tiene un sudor de olor característico
y una vivencia donde el acto espasmódico y retráctil, por medio del cual sus sienes plateadas se reconocen a sí mismas, hinca su fina extremidad en su corazón amotinado.

Ese olor acompaña cada noche
al rostro hipocrático de Arsenio que siente atados al patíbulo del tiempo sus profanados años.

Llegada la medianoche
un leve sacudimiento basta para raptar a sus manos su presa rebelde y codiciada. La vítrea frialdad de otras pupilas no refleja más que su irremediable decadencia. La ternura espontánea de su compañera se empobrece en lealtad agradecida.

Así sucede, Cassia, amor:
cae la medianoche, las densas y oscuras sombras se apoderan de su cara estrecha de caballo y su madurez lúcida se rinde al desdén.

Una tibia indiferencia
corre sobre la faz del mundo…, de su mundo. Todo parece inmóvil en la quietud de la noche… incluso la luz de las estrellas se opaca.

Nada ha cambiado,
sólo su esplendor se amortigua. La púrpura se funde en la penumbra. La angustia invade su pecho y aparentemente las cosas preparan ya su fuga, pero aún suspenden su vuelo vacilante.

La fruta tiembla aún en la cima de su curva.
Su mano derecha –Arsenio es diestro- baja y recorre el inquieto pubis mientras su izquierda palpa la piel marmórea de su compañera.

Su soledad es la más temible
y es por ello que Arsenio no puede soportarla sin volverse loco. Antaño, cuando le molestaba el calor y su habilidad era zurda su carácter era optimista, pero al adelgazar y perder la grasa subcutánea el fría penetra en su cuerpo y ya nada puede corregir el escepticismo del arte gótico de sus huesos.

                                                                              Johann R. Bach

12 feb 2017

Desde el centro de un pentágono se ven bocas comiendo y besando, escupiendo y chupando… incluso hablando.


EL ORIGEN DE LA ESTASIS

Ya no sabemos qué es lo que produce la estasis de las cosas.
¿Producen las universidades modernas medios para salvar la diferencia? ¿Para distinguir la cualidad entre los océanos de cosas?

Muchos son los que se quejan y, sin embargo poco hacen.

Sabido es que los que preparan las redes no son los que más pescan; y que, del libro viven todos menos el escritor.

El interés de los geólogos está en la arcilla.
Los metafísicos buscan entre los rescoldos de la obra acabada las huellas del Autor. 

La insolencia engendra ruina esa clase sutil de suicidio.

Sólo los conventos de las Hermanitas Asuncionistas
rechazaban el misterio fingido como medio de publicidad.

Desde el centro de  un pentágono
se ven bocas comiendo y besando, escupiendo y chupando… incluso hablando.

Parafraseando a Bart Simson,
me gustan esas tiendas llenas de cosas inútiles, de santos de plástico, poliedros de cristal de colores y flores de papel, desconcertantemente complejas.

Cosas, cosas, cosas… por todos lados cosas:
estatuas, sombrillas, mesas, sillas interrumpiendo el paso de los viandantes… restos de harina, tapas de botella de bebidas.

Cosas, cosas, cosas…
complemento exacto de calles vulgares, una matemática calma, controlada, mientras la arquitectura se reparte, se hunde entre los contenedores específicos para cada clase de basura y se levanta ante los mismos ojos nocturnos de búho.

Las ideas, "a contrario senso",
escalan, como un caracol, sobre las rocas húmedas, escondiéndose del sol y de la vista –al borde del ruidoso torrente de automóviles- y se cubren de misterio. Y también es un misterio que la estasis venosa de las piernas sea amor en estado puro.

                                                                              Johann R. Bach

¡Espera por mí!


¿ES POSIBLE TANTO AMOR?


Dentro de mí hay un mundo.

Fuera, fuera de mí misma,
hay un universo que deambula sujeto a mis incursiones –un universo (para mí) en calma, al que yo me acerco concretamente: tú mi amor… Pierre…-.

¡Espera por mí!

Sobrepasando los riesgos:
¡A cántaros! ¡Para la flor de un día!

¿Es posible tanto amor?

                                                            Johann R. Bach

Y, sin embargo, el mundo sigue girando sobre su eje y circula por una inmensa elipse imperturbable


EL SOL IGNORANTE

¿Quién adormece la inteligencia?

Algunos filósofos pesimistas creen conocer la causa de ese proceso anestesiante: la decadencia de la clase media haciendo un foso imposible entre la alta y la baja (clases inventoras de la Máquina del Estado de la cual viven) donde la vida una vez florecía… el conocimiento de las avenidas de la información.

Se acabaron –dicen- los milenios donde
el viento removía laureles y tejas y el agua caía en eneros y febreros sobre el esqueleto de las viñas vírgenes adherido a los muros.

Ahora –insisten en su argumento-
perros y licopodios conspiran para reinventar un mundo a punto de desaparecer.

Entretanto un tribunal de robots
juzgará la inconsistente protesta de hombre: Allí donde trabajan muchas mujeres los sueldos son muy bajos, están por debajo de la media.

El robot de nombre Fiscal,
manipulado por otro robot el Teniente Fiscal, manipulado a su vez por el robot Fiscal General, rastreará en playas y  bosques huellas de sandalias para acusar a todo aquello que se mueve.

Y, sin embargo, el mundo sigue girando sobre su eje
y circula por una inmensa elipse imperturbable ante la precesión de los equinoccios. El sol ignorante se renueva a él mismo desde el remoto tiempo que salió de la hendidura de huecos oscuros, de forma que su descomunal gravedad no deja escapar de sus dominios más que diminutos clústers de luz y de calor.

Conchas y microorganismos
cargados de clorofila tiñen el fondo marino fabricando luz y calor y lavan los mares de las matemáticas a los detalles, cuerpos de hombres y mujeres, ligeramente inclinados hacia adelante con respecto a la postura básica de estar de pie y el peso apoyado sobre el metatarso, mientras el otro muslo está inclinado y la pierna y el brazo opuesto cuelgan, indican un movimiento que, sorprendentemente, concluirá como el racimo.

                                                                            Johann R. Bach