14 feb 2015
Tu médico te ha dicho que aspires el aroma de la lavanda, que pasees bajo los tilos y que no comas manzanas
13 feb 2015
Era un poeta -reclamado por él mismo como lírico- que se recluía en una casa de La Serra de l’Obach,
12 feb 2015
¿Qué hace mal tiempo? Bueno, dejemos que pase todo.
SIN PRISA PERO SIN PAUSA
¿Qué hace mal tiempo?
Bueno, dejemos que pase todo.
Pues uno el destino debe superar, llevar ropas más en boga que la moda, correr más rápido que el tiempo,
no sólo pararse y esperar;
hacer en un instante
lo que no puede deshacerse durante siete eternidades.
¿Predestinado?
Así serían los ángeles caídos:
epidemia general que no arruina la diversión de nadie.
¡Acción, acción!
Levantarse rápido a colocarse cada cual en su sitio, a hacer las cosas más irremediables; engendrar, en una breve consumación del deseo,
Remordimiento,
reacción, desdicha, pesar.
¡Acción, acción!
Este no es el momento para estarse quieto.
¡Silencio! ¡Se rueda!
Johann R. Bach
Lo que más detesta La Señora es la nieve.
SEÑORA DE SU SOLEDAD
No recuerdo su nombre,
pero sí cómo era: ni fea ni guapa, reía en contadas ocasiones en presencia de extraños.
Detestaba a sus huéspedes
porque parecían contentos de la luz que entraba en sus habitaciones. De poder envasarla la hubiera escondido en el arcón del desván.
Algo parecido le ocurría con la música:
Con un vals revivía sus años felices, al oír los instrumentos de percusión se transformaba.
Al bailar sus ojos brillaban,
Brillaban como el platino, su sonrisa afloraba a sus labios dejando ver la preciosidad de unos dientes bien cuidados, y, la corteza de sus hombros desaparecía.
Yo ocupaba la habitación
que daba a dos calles y la tribuna acristalada que remataba la esquina de la casa me permitía ver un paisaje, amplio, ondulado como las olas del mar y un sol que se ponía cada tarde detrás de él.
Dos lamparillas gemelas colgadas del techo
podían iluminar toda la habitación, pero yo no usaba más que la luz de la opalina verde sobre el escritorio.
En el armario empotrado
poca ropa esperaba a ser usada, triste como un viaje con olor a naftalina. Detrás de las cortinas la pared escondía algunas manchas de pintura vieja.
Cuando llegaba a casa,
la Señora –así la llamábamos- estaba recostada sobre un sillón orejero, leyendo alguna gruesa novela de amor y de la pequeña radio surgía una música de salsa caribeña.
De vez en cuando levantaba la cabeza
para ver quién atravesaba aquel largo pasillo cubierto de cuadros un tanto oscuros y cubierto con un papel pintado con rayas verticales doradas.
Su mirar era enfadoso
y desdeñaba hasta el saludo como el del los que ya no esperan nada de la vida ni de los habitantes del pequeño mundo de su casa. Descuidaba incluso las obligaciones de su pequeño negocio de hostal.
Era la Señora
como una criatura que consciente de su debilidad, se aferra indefensa al mundo, agarrada a la tierra en posición de decúbito o
con las piernas cruzadas
y la espalda bien apoyada en el respaldo del antiguo sillón. Todo lo impensable, que sin embargo ha de suceder ella parecía sentirlo en los huesos: con temor a que se le deshiciesen.
Lo que más detesta La Señora es la nieve.
Creía que si cuajaban los gruesos copos en la calle y el espesor de la capa blanca subiera un par de centímetros se inundaría su alma de tristeza.
La Señora de su Soledad
creía que ya sólo era posible esperar el deshielo al mediodía y la brisa primaveral.
No recuerdo su nombre
ni los años que tenía. Sólo recuerdo que se parecía a la palabra melancolía.
Johann R. Bach
Los más asombrados son los naranjos con sus flores blancas.
Todo empezó con la caída de los ángeles…
10 feb 2015
la sombra del sodio que alimenta nuestros corazones
LA SOMBRA DE LOS METALES
Por las calles
pasan flotando los pensamientos junto a agudos sistemas eléctricos de cobre y luces con sus finas almas de tungsteno.
Gracias a esa luz
que desgasta los hilillos de las bombillas fundiéndolos poco a poco, sobreviven las sombras de los otros metales en momentos en que la noche amenaza a los niños.
Todos queremos tener nuestra dosis de sombra:
oscura durante el día sobre todo en verano, blanca de luna por la noche. Sólo los astronautas, sometidos a
la ultramoderna luz difusa
de miles de leds diseminados por las paredes de descomunales naves situadas en el espacio exterior.
fuera ya de la gravedad
carecen de sombra.
El objeto predomina.
Predomina y predetermina la función de todo conocimiento aunque se trate de objetos formados por metales ligeros como el litio (hoy por hoy el mejor antidepresivo).
Todo en nuestro mundo
está acechado por la sombra de los metales aunque deberíamos distinguir entre la sombra del plomo –o del oro- que nos arrastra al fondo del mar o la del cinc que nos lleva directamente al abismo de la depresión y,
la sombra del sodio
que alimenta nuestros corazones y da vida paseándose por los mares.
Capturar las sombras,
filtrando la luz de las estrellas, junto a la amada. ¡Qué gran placer!
Johann R. Bach
Los seres celestes gustan de un nido en los pechos sensibles,
YO, MARTA GUILLAMON Y LOS HOMBRES DE MI VIDA
9 feb 2015
Eran momentos en que la hierba escondía los pasos de vivir entre palabras
8 feb 2015
Hoy casi un anciano sello los postigos de las ventanas
Detrás de la ventana
sus ojos brillaban como si su conciencia estuviera tranquila.
LA BIBLIOTECA DE ALT TREPTOW
Fue en un lugar cercano al Treptower Park
frente a la terraza de un restaurant atendido sólo por Lucretia una mujer delgada y de apariencia triste aunque
sus ojos brillaban
como si su conciencia estuviera tranquila. Su tristeza, según me contó un día, se debía a que nadie del barrio entraba en el local. Me dijo que era descendiente de Lucretia Mott.
Yo desconocía por completo
aquella hipotética saga familiar.
El barrio modernista Alt Treptow
estaba habitado casi exclusivamente por atemorizados ciudadanos de la desaparecida RDA.
acostumbrados a no salir de casa
a cambio de un plato en la mesa y cerveza suficiente para adormecerse junto a un televisor escupiendo anuncios disfrazados de noticias.
Según se vaya a su encuentro,
-al encuentro de Lucretia sentada en la terraza de la entrada lujosamente amueblada, se puede conseguir su esmerada atención. Y esta era su peregrina particularidad.
Yo conseguí -con paciencia y asiduidad-
ganarme su aprecio. Entre café y café se quejaba más que conversaba. Nadie –decía- viene a este local ni a comprar tabaco.
Era una mujer aficionada a la lectura
-sobre todo a los acontecimientos de una "historia universal" explicada como una verdad absoluta por los profesores rusos.
Llegué a conseguir
que cocinara para mí el día de San Esteban un Halbe Ente1 y que brindara conmigo con un Côtes du Rhône. La comida se alargó hasta el anochecer (aproximadamente las cinco de la tarde)
Con el cuerpo ya entonado y sonriendo
Lucretia me introdujo en una estancia a través de una puerta simulada por un mueble y un cuadro. Desde allí descendiendo por una estrecha escalera de madera accedimos a un recinto abarrotado de libros como una biblioteca.
Muchas veces me he preguntado
si realmente estuve en ella o fue sólo un espejismo -producido por el vino- de un nuevo y desconocido desierto.
Recuerdo que era una estancia
con cuatro pasillos llenos de libros hasta el techo y una salita con un escritorio de unos cuarenta metros cuadrados. Eran unos pasillos que se perdían en la sombra poblados de murmullos sepulcrales y, al parecer,
Lucretia era la bibliotecaria,
único ser viviente en todo aquel subterráneo.
Ojeé algunos libros,
todos raros y que nunca había visto antes, con títulos que aludían curiosamente, a hechos sobrenaturales.
Aquél que no pude olvidar
se titulaba "La Creación Mística bajo el Vigesimoctavo Mundo". Estaba encuadernado al modo veneciano.
Oscuro y en oro,
acaricié sus láminas que me parecieron pintadas a mano. Me sobresalté bastante cuando quise releer un capítulo y ya no era el mismo que había leído la primera vez.
¿Qué sucedía con el texto del endemoniado libro?
Decía en una parte especialmente llamativa:
"El Vigesimoctavo Mundo no fue descubierto por nadie. Nosotros, pueblos antiguos y primeros de estas tierras lanzamos un llamamiento, fue escuchado".
"Vinieron seres de corazón helado.
Nos suicidamos. Fue la entrega de nuestras hijas en manos del Sol de Oro".
Pregunté a Lucretia y nada.
No supo responderme.
Miré, estaba solo, la única luz era mía.
Quise leer nuevamente pero ya había cambiado el trozo alucinado. Me levanté de aquella silla recubierta de resina seca de pino, salí.
Era de noche y había luna.
Un canto venía de lejos, de aquella misteriosa biblioteca. En días sucesivos volví al Restaurant de Lucretia.
Desde aquel día
se mostró especialmente amable conmigo su único cliente. Me besaba efusivamente conmovida por compartir con alguien sus quehaceres cotidianos.
Pero detrás del mueble
y el cuadro de la sala de billar no había ninguna puerta oculta. Yo seguí aceptando sus besos sin preguntar…
No quise cambiar
un apasionado amor por una curiosidad soñada o vivida.
Johann R. Bach
1. (Halbe Ente = Medio pato) Plato típico alemán.