5 ago 2013

Esa sensación que hace de la nada la nada

     ¿VUELVE EL EXISTENCIALISMO?

 

Muchas de tus amigas hablan,

hablan y hablan… hasta marearse. No se cansan de decir a todos lo que hay que hacer y cómo se ha de hacer.

 

A ti, por el contrario,

te gusta guardar silencio porque te sientes plena y si hablas demasiado acabas sintiendo el vacío esa presencia invisible y hostil de la nada.

 

Esa sensación que hace de la nada la nada,

es difícil de expresar, es algo invisible que actúa constantemente sobre tu entorno, pero que es incapaz de justificar satisfactoriamente y que sólo aparece en la descripción entre realista y onírica de una circunstancia particular como ejemplo, en un estado de guerra:

 

algo que corrompe el mundo

y produce injusticia y decadencia, que envenena las relaciones humanas y provoca soledad y alienación en mujeres y hombres; algo contra lo que se lucha, pero en vano.

 

Es en esos momentos

cuando reconoces que la vida pasada ha muerto y te alegras de que así sea porque su muerte te hace saber que hay algo que ha existido. La vida, cuando deja de ser vida, se pudre y tú te alegras que así sea porque su podredumbre te hace saber que no todo ha desaparecido.

 

Cuando caminas bajo la lluvia

ves en el fango el reflejo de cómo la vida ha sido abandonada sobre el suelo y de momento, ahí no pueden crecer los árboles enhiestos y frondosos; ahí sólo crece los hierbajos y admites como tuya parte de la culpa.

 

Esa hierba que crece

en los márgenes de los caminos no tiene raíces profundas y sus hojas parecen deshilachadas y no son bellas. Sin embargo, esas plantas absorben el rocío de la aurora, el agua, la sangre y la carne de mínimos insectos para poder crecer; y cuando llega el momento esos hierbajos son pisoteados y arrancados de cuajo hasta que se secan o se pudren.

 

Pero a ti no te importa,

pues todo eso te hace feliz, te hace reír y cantar. Adoras a esas rojas amapolas que se mezclan, como un hierbajo, con el trigo y no puedes soportar que sirva únicamente para decorar los campos.

 

                                                                                     Johann R. Bach

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