Cuando llegué a este hospital
Cuando llegué a este hospital
encontré a faltar los ciruelos rojos, los cipreses y las plantaciones de manzanos, los campos de trigo y las laderas de girasoles.
Aquel edificio descomunal sin grietas
me pareció más granítico que los bloques de las plazas y aceras modernas destinadas a que nadie se asiente en ellas.
Sentía la angustia
como se extendía dentro de mí, como el corazón se fatigaba y mis ojos que habían aprendido a mirar desaprendían al ver aquel dibujo técnico en lugar de algún bello paisaje.
Una blanca caricia de luz
me recordó aquellos naranjos que me alegraban los inviernos llenando de color mis ojos y de esencia sutil de azahar mis pulmones.
En la mañana imaginaria,
También la Luna y el Sol se entremiran, pero en ausencia de invierno aunque las temperaturas al otro lado de la ventana estén cargadas de hielo.
Recuerdo tu amabilidad
que junto a tu paciencia, a tu simpatía y a tu cariño poco a poco fue ganando terreno hasta separarme totalmente de aquel silencioso abismo
sin final conocido.
Me acostumbré a que tus manos
retornaran a mis labios cada noche de todas las noches prescritas por un reloj cómplice del baile de las constelaciones.
Johann R. Bach
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