DESPUÉS DE SUPERAR UN INFARTO
Ya sólo te quedan las idas y venidas
de un cuerpo que cada vez responde menos.
Sueñas reintentos mesurados
de viejos proyectos y de antiguos delirios, pero ahora tranquilos por tu falta de energía.
Tu soledad no se calma
con amores recalentados y poco entusiastas en los que tú pagas inevitablemente la cena y al otro lado de la mesa la cara sustituible aplaude moderadamente tus ocurrencias y
tu humor de siempre
porque al fin y al cabo no has dejado de ser el infatigable lobo que se resiste a creer que has empezado a envejecer.
El mundo, sin embargo,
se vuelve para ti cada vez más simple a tu alrededor, más grande y más pequeño, y más hermoso y más detestable.
Dentro de no muchos años
las cosas serán muy distintas, pero ahora te parece como si se hubiesen simplificado,
como si la comida fuese
en parte más sustanciosa y la carne de las muchachas más firme, más ingenua, más hermosa y menos inquietante;
y, tu lugar en el mundo más claro,
más interesante, más amable y también más triste. Y los amores cada vez más cercanos. Y las despedidas cada vez peores.
Aún no eres viejo;
sólo tu corazón está un poco gastado. Te han prohibido el café, las grasas animales, la leche, el pescado y el alcohol. Casi nada.
Johann R. Bach
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