18 oct 2013

No estarás en es cuerpo para siempre; así que, no te quejes ...

          EL SULTÁN DE GRACIA

Seguid perezosamente la calle Verdi

desde la plaza de La Revolución y hallaréis una estampa moderna de Gracia:

 

a mano izquierda,

justo en la esquina de la "Farmacia Valentines", monta guardia, desde quien sabe cuándo, un auténtico sultán.

 

Muchas mañanas se le puede ver,

sentado en el suelo junto a unos misteriosos canes unidos sólo por su propio infortunio, como reparte algunos mendrugos de pan entre esos sabuesos.

 

Se trata de una auténtica jauría

de perros esperando que su amo les conduzca –nadie sabe a dónde- por la calle Verdi arriba. Parece que a media mañana hacen un alto en la Plaça del Nord.

 

Con cara triste, esos animales

miran a los transeúntes que, acostumbrados a las rarezas de su amo y a los malos tratos que inflige a esas criaturas, simulan que no los ven.

 

Son de razas y edades diferentes.

Se conforman –a la fuerza- con ir todos atados sin otra misión que seguir a su amo tan sólo porque no son libres y, a pesar de todo, ese hombre es el único que les da de comer.

 

Como del Inframundo surgido,

toma el aire de un sultán entre los canes. De gran envergadura, testa alzada, aspecto desaliñado y vestido casi harapientamente exhibe su piel curtida casi de color negro.

 

Iba como de costumbre:

con un gran bastón a modo de cetro y un turbante como un sultán que llevara de las riendas una cuadriga tirada por hermosos corceles; un extraño zurrón y algún exótico abalorio al cuello… con sus canes. Su aspecto no invita precisamente al contacto social.

 

Nadie en el barrio sabe

lo que piensa, lo que busca y cuál es la causa por qué ha aparecido en este escenario. Los vecinos ignoran su nombre y el origen concreto de su inglés.

 

Alguien como vosotros que pasaba al azar

por su lado -como otras tantas veces- sin prestarle atención, oyó que hablaba a uno de los perros:

 

 "You won't be in this body for ever; so, don't complain…" (1)

 

Comenzaba el año

y al contarme la anécdota le pareció que la podría reciclar… hacérsela suya.

 

                                                                                      Johann R. Bach

 

 (1) No vas estar en ese cuerpo para siempre, así que, no te quejes ..."      

 

 

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