ENTRE OBRAS DE ARTE
Tuve ocasión de observar
a Marta Guillamón cómo iba y venía airosamente lejana, entre inciertas imágenes inertes de antigua y cansada belleza en El Louvre ya oscuro,
cuando la luz del sol se solapa
con el sonido del eco y resbala en los grandes ventanales; afuera llueve chispeando y retumba el viento delicadamente.
Vi cómo sus ojos se elevaban
hacía la cúspide de la pirámide transparente como si en su imaginación el sol y las estrellas que flotan en el aire libre le pidieran entrar también en el museo.
Leí las palabras que escribió
en su cuaderno azul el de los poemas celestes: "La tierra de forma de níspero –según John Glenn el primer astronauta americano que orbitó sobre la tierra- y nosotros sobre ella, su rumbo, es sin duda grandioso,
no sé cuál sea,
sólo sé que es grandioso y que es felicidad, y que el designio que envuelve todas estas imágenes aquí no es una especulación".
"Según los astrónomos
este níspero cargado de obras de arte viaja hacia un punto en el firmamento denominado Ápex y este viaje mismo no es algo que pueda ser retrasado en una contingencia".
"Todos estos siglos de arte
viajan con sus reliquias hacia ese punto al cual se dirige el sol a una velocidad de vértigo -14 km por segundo-,
con todas estas joyas bien protegidas
por expertos paleólogos y sujetadas con nudos marinos como una delicada carga en las bodegas de un avión".
Tuve ocasión de observar
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