UN MAR ANTE UNA TARIMA
También en Cadaqués
las niñas de tu época se hacían mayores de la noche a la mañana. Al parecer, Marta Guillamón lo sabía y no podía ni quería impedirlo;
no podía volcar un continente líquido
llamado Mediterráneo sobre las aún tiernas espaldas de las niñas menores: ellas estaban comiendo aún su bocadillo en el recreo de las diez. Hubieran creído que la Geografía era falsa, que la maestra Galí les mentía.
Marta Guillamón decía
que el mar empezaba en Galicia, en el borde del mapa; se extendía, dando la vuelta por el estrecho de Gibraltar, hasta la rocosa península del Cap de Creus donde la tramontana paraba a todos los vientos.
Sabes que los más inteligentes
y maliciosos esbozarán una sonrisa de superioridad cuando oigan ese descubrimiento, esa sonrisa que les causa el mar inesperadamente marcado por Marta en mitad del viejo mapa pacientemente elaborado por los marineros.
Sin embargo -esa sonrisa-,
no será tan luminosa como la alegría que sienten ante la tarima reluciente de las filas de olivos o el campo arado detrás de los granados: y eso es el mar.
Por eso abandonaste
la creación en manos de esos pequeños alumnos todopoderosos. Ahora tú, Maestra de una tierra de membrillos, almendros y olivos te darás por satisfecha si detrás de aquellas niñas de Cadaqués, sobrevive, real y verdaderamente, un puerto.
Es verdad: el puerto de Cadaqués
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