11 ago 2013

Tus hombros se hacian más y más pesados, los libros te pàrecían, como en los sueños, mariposas con las alas abiertas

       MARIPOSAS Y LIBROS

Cada día

al mirar por la ventana, todo era luz para tu mente, la imagen del campanario surgía entre la niebla, como una bocanada de oxígeno llenaba de esperanza la biblioteca; presentías como la oruga el final del mundo.

 

Tus hombros

se hacían más y más pesados los libros te parecían como en los sueños mariposas con las alas abiertas de par en par.

 

Ignoras

cuantas monjas antes que tú miraron por esa misma ventana con la intención de preservar su pureza y cuántos libros fueron leídos bajo el polvo invernal de los siglos.

 

Entre las cruces

como símbolos de dolor se alzaban la veleta y su flecha del tiempo

y la luz de las vidrieras que cobrando más vida con las mariposas de agosto:

 

apenas dos páginas

menudas que narraban cómo un código microscópico la fragilidad de la belleza, el devenir del tiempo.

 

Las puertas del monasterio

se habrían sin ruido como páginas de libros o alas de mariposa como invitándote a salir, insinuando que atravesarlas sólo requería la paciencia, un poco más de tiempo.

 

Tus alas

crecían y crecían como las de la crisálida preparándote para llegar a otro mundo más vivo, alegre, apasionado, fértil…

 

Libros y mariposas:

dos bisagras de la misma puerta de un Monasterio en el que sufriste, es cierto, la soledad estoicamente, pero también donde acumulaste fuerzas suficientes para desprenderte de la corteza de tus hombros, pues la vida es algo más que un mendrugo de pan.

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