12. EL ARREPENTIMIENTO
Tuve muchos hombres en mi vida,
la mayoría de los cuales no fueron precisamente un "chollo". Muchos de ellos, es cierto, me maltrataron, pero algunos me amaron y llenaron de júbilo mi piel; y sin embargo los menosprecié como a los otros.
¡Oh noche!
Escalofrío que te deslizas sobre mi piel
como sangre la herida fresca y bajas corriendo su huella oscura, te extiendes en aquellas horas en que los campos se tintan de sombras,
momentos en que preparas la floración,
con tu escarcha, de las rosas de todos los jardines, escucha esta súplica;
acoge las soledades hechas de años
y de derrotas y ayúdame a expulsar las culpas de mi alma, a sobrevivir, precisamente cuando los sueños caen.
¡Oh noche!
A menudo me parece oírte decir:
¿Acaso no eras esa? ¡Ay, cómo te olvidabas de mí! ¿Era esa tu imagen? ¿No eran acaso tu pregunta, tu palabra, tu luz celestial, cosas que con tanto orgullo poseías?
Estaba ebria de gozos:
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