LOS AMIGOS SABEN DE QUÉ HABLO
Ahora puedo confesar
lo que nunca expliqué a nadie:
Como todos los soñadores,
confundí el desencanto con la verdad y de buena fe rechacé lo que nunca debí rechazar:
amigos, familia, empleo…
y justifiqué –teorizando mis propias limitaciones- todos y cada uno de mis actos.
Se acumularon en mí
una gran cantidad de transformaciones, y llegado un día causaron una auténtica transformación»
Lo que he vivido de mi vida – lo reconozco-
no fue una pasión inútil, sin embargo hubo en ella grandes huecos que no supe rellenar a tiempo.
Sólo en sueños puedo volver atrás.
¿Quién no ha soñado que se volvía a examinar ante un mismo problema veinte años más tarde?
Siempre tuve esa vaga sensación
de estar condenado a ser libre y, por otro lado, separado de mi esencia por una nada.
Me conformaba pensando
que el infierno eran los otros, precisamente porque quise ser como ellos y fracasé.
Por suerte me refugié en la escritura
aunque sé muy bien que el mundo podría existir muy bien sin la literatura, e incluso mejor sólo con la fauna y la flora continuamente cambiantes, sin el hombre.
Escribía porque comprendí
que para que el suceso más trivial se conviertiese en aventura, era necesario y suficiente contarlo.
Muchos de los que me conocieron
no sabían cómo llamarme. Sospechándolo, yo les decía que no me llamaran de ningún modo; era preferible».
Toda una vida o una parte de ella
o simplemente todo lo que sé de ella difícilmente cabe en un libro. Mucho menos un decálogo con su pobreza esquemática.
El pasado es un lujo
que sólo puede disfrutarlo su propietario. Y la sabiduría recomienda hacer el menor ruido posible,
vivir lo menos llamativamente posible
y dejarse de vez en cuando olvidar aunque ello no es una excusa para mi soledad.
Alejarse de todo
y de todos no siempre fue negativo pues la perspectiva me permitió el juicio, la comparación, la reflexión. (Sé que Mari Luz no estará de acuerdo conmigo. Como siempre)
Nada ha cambiado
–al parecer de mi memoria-
en el brillo de vuestros ojos y, sin embargo, todo existe de otra manera.
¿Cómo yo, que no he tenido fuerzas
para retener mi propio pasado, puedo esperar que salvaré el de otros?.
Y, sin embargo, ahí estáis amigos.
Johann R. Bach
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