BOULEVARD MENILMONTANT
Elisa, justamente cuando el mirlo
parece gritar en el negro bosque con sus ramas como dedos de bruja hacia arriba, es cuando tu sucumbes o vas a la deriva;
tus labios se beben
el frescor del chorro azul de las rocas. Deberías abandonar, antes de que tu frente sangrara aunque fuera ligeramente, toda leyenda de los abuelos que excluían el amor y el oscuro augurio del vuelo de las aves.
No obstante, es natural
tu deseo de entrar con pasos blandos dentro de la noche, que cuelga rebosante de uvas de púrpura, y el gesto de tus brazos es más bello en el azul.
Se remueve con el viento
una zarza, donde tus ojos son lunares.
¡Oh! ¿Cuánto tiempo hace, Elisa,
que te fuiste? ¿Te encuentras bien entre tus nuevos amigos?
Leo P. Hermes
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