CIEN AÑOS: UNA ETERNIDAD
Abril, mayo, junio, … diciembre … otra vez abril.
Las constelaciones en el cielo se sucedían una a una, como los meses, pasaban ante tu ventana.
Y tú, postrada en la cama,
por tantos años, viéndolos pasar y contándolos, hasta que a veces el vértigo como un mal de amores llegaba a apoderarse de tu corazón y tenías la sensación de que te habías hecho eterna;
¡ya habías llegado, por lo menos, a los cien!
Y seguías postrada,
oyendo los cuartos y las horas del carillón y su tictac, y el rumor de las olas y el canto de las gaviotas que volaban en círculos cerca de tu ventana.
Lunes, martes, … domingo…
otra vez lunes… sola en una habitación de la casa de una nuera agobiada por la edad y por las canas.
Y, de noche, o al mirar de día por la ventana,
tu pensamiento volvía atrás, recorriendo un tiempo que parecía infinito, hasta Barcelona y todos los días de tu juventud,
Recordando a Gil, Antoni,
Marta, Josep, Narcis, Victor, Eva, … otra vez Gil, Narcis, … tus amores. Y a todos tus hijos borrados entre la arenisca de los que sólo han quedado como recuerdo los nietos y sus correspondientes hijos.
Y, tú sola, junto al carillón,
contando y sumando eneros, febreros, marzos, …
Johann R. Bach
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