14 jun 2013

Duro trabajo el de una embarazada

UN ENCUENTRO INEVITABLE COMO CALYPSO CON ULISES

 

LYCOPODIUM

El ayudante serio y formal

con falta de confianza en sí mismo

 

SEPIA

Embarazo difícil

 

Regio es el ayudante que me habían asignado para realizar mi labor en el hospital. Es un hombre de unos 55 años con el pelo encanecido prematuramente, porque la consistencia de sus músculos parecía estar en pleno apogeo. Su cara estaba llena de arrugas ¿producto de sus preocupaciones y/o miedos? Es una persona seria y de gran inteligencia por lo que no comprendí, en aquel momento, como lo habían puesto a mis órdenes.

 

Regio se desvivía por enseñarme todo lo referente al trabajo y solícito respondía a todas mis preguntas. Corregía mis errores de la forma más natural del mundo. Yo sospechaba que tenía instrucciones para comportarse de aquella manera. ¿Era debido a que le habían advertido de mi explosivo malhumor?¿Dependía del éxito de su comportamiento para trepar en una carrera implacable, ávida de resultados?

 

Parecía muy preocupado por la eficacia de sus enseñanzas o informaciones. Su inseguridad era tan llamativa que llegué a preguntarme si no estaba algo mochales. Pero su coherencia no daba lugar a dudas era un gran profesional.

 

El ambiente en el hospital era algo diferente de lo que yo me había imaginado. En general todos parecían estar moderadamente satisfechos de su trabajo aunque las sonrisas eran escasas, de forma que una carcajada era motivo de asombro. El humor era casi protocolario y las frustraciones parecían estar encerradas en el interior de los pechos.

 

La amabilidad era algo forzada pero tolerable; yo misma me obligaba a comerme los tacos y mi mal hablar, cosa loable en mí, que a la primera de cambio llamo hijo de puta al mismísimo ministro si me lo plantan delante. Lo que sí me llamaba la atención era la mezcla de razas del personal y aún más sus edades: abundaban los estudiantes veinteañeros y doctores ancianos.

 

A los dos días de trabajar en el hospital, una compañera se encargó de darme una nota cerrada en un sobre de color naranja. "La Dirección" le había encargado darme la noticia. La comunicación me cayó como una bomba: Me felicitaban porque estaba embarazada. ¿Cómo era posible si hacía ya varios años que no menstruaba?

 

Ya sentada, me quedé aún más inmóvil. Los labios se me aflojaron. La compañera me quiso felicitar (o consolar): Me dijo que a mi hijo no le faltaría de nada, que en el hospital habían otros casos parecidos. Mi cabeza empezó a trabajar a una endemoniada velocidad. Las piezas del puzle se iban situando en su lugar. ¡Pasados los sesenta años de edad estaba embarazada!
 
                                                                                                                    Johann R. Bach

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