12 jun 2013

TERROR NOCTURNO

                                         EN PARIS

 

·         Deseo sexual exagerado en mujeres de la tercera edad

                  AMBRA GRISEA 200 CH

·         Deseo sexual exagerado con eyaculación precoz

y caída del vello pubial

    SELENIUM 15 CH

·         Terror nocturno con ansiedad"Ataque de locura"

    CANNABIS INDICA 200 CH

 

Esta mañana cuando he salido de mi catedral

(mi casa es enorme, aunque yo sólo tengo derecho a usar un centenar de metros cuadrados) tenía el corazón en un puño. Veía ya mis últimos días, encerrada día y noche con mi única clienta por compañera. Con ella tengo que medir contínuamente mis palabras haciendo gala de una profesionalidad difícil y aséptica, pero la conversación puede ser profunda y no desagradable.

 

Aquí hace sol y he salido a tomar un café.

Necesito salir a tomar el aire fresco. Esta noche ha sido terrible. Mi amiga, la chica a la que cuido y vigilo por las noches ha tenido un ataque de terror nocturno con ansiedad.

 

Hacia las dos de la mañana

he oído como gritaba y he subido a su piso para ver qué pasaba. La he encontrado golpeando la ventana, chillando y diciendo que quería tirarse por ella.

 

Le he sujetado las manos para evitar que se lastimara. Tenía más fuerza que yo. Hemos peleado. Ella buscaba la ventana y yo se lo impedía como podía; en el focejeo me he lastimado el hombro. ¡Si la hubieras visto!

 

Tenía los ojos desencajados,

las mandíbulas apretadas… De repente se ha aflojado. Su cara ha cedido, su expresión se ha vuelto dulce. Me ha abrazado llorando. La he besado con toda la ternura que he podido y se ha dormido en mis brazos. Me he sentido como un Quasimodo protegiendo a su Esmeralda en Notre Dame de Paris. He pasado un mal rato.

 

 He cobrado mi primera mensualidad

aunque descontando el anticipo que recibí, me han quedado unos escasos mil euros que administraré cuidadosamente hasta final de mes. No es mucho lo que me pagan, pero si se tiene en cuenta que no pago la comida ni la casa y el coche es de la empresa, es suficiente para vivir en este carísimo París.

 

Tal y como están las cosas

y a mi edad encontrar este trabajo no está mal, aunque a veces me siento prisionera y esta vez a cadena perpetua. Tengo que pasar las noches dentro de este "castillo". Un trabajo así ya no lo volvería a encontrar si lo perdiera.  Sabes lo agobiante que puede ser tener las ventanas cerradas con llave y que sólo se abren cuando viene la mujer de la limpieza (sobre las 11 de la mañana).

 

Yo puedo salir durante el día

y hacer lo que me plazca pero debo estar a punto con el depósito del Wrangler lleno por si mi "Esmeralda" lo necesita: Siempre es mejor este empleo que acabar abandonada en la calle y denostada por todos por el único delito de ser vieja.

 

Ya he tomado el café.

He tomado mis notas sentada en una silla metálica en la que se me clavaba en el culo, pero lo que veía a mi alrededor tenía sentido y era interesante. A medida que escribía en mi cuaderno, mi ánimo subía más y más hacia el cielo como la nube volcánica esa que está limitando los vuelos europeos. Ahora lo veo todo como más natural y humano. Te cuento:

 

A mi lado, en la terraza,

había sentada una mujer de unos 65 años tomando un café con leche, provista de un abanico que denotaba sus calores a pesar de su gran escote.

 

Al principio he reparado poco en ella

porque tenía mis ojos metidos entre las diminutas letras del "Le Monde" que me sirve para desempolvar mi francés. Luego he visto que me miraba de vez en cuando de forma altanera y despectiva. He pensado que yo no le había dado pié a nada para que me mirase de esa forma.

 

He seguido leyendo con naturalidad

cabeceras enormes difíciles de comprender, noticias que ya no me importan e informaciones sobre temas superficiales destinadas a distraer la mente. Al cabo de un rato se ha sentado en una mesa cerca de mí un joven de unos "30 años" que se ha dedicado a asediar con su mirada a la dama en cuestión.

 

Al cabo de un rato ella le ha sonreído

y él se ha acercado y le ha pedido permiso para sentarse con ella. En la oreja llevaba un pendiente y su cara estaba salpicada de minúsculas cicatrices fruto seguramente de un acné pertinaz sufrido en una larga pubertad.

 

En su cráneo no había ni un solo pelo

al igual que en su bigote; en sus cejas, tampoco. Esa caída de vello en cejas y bigote suele ser solamente la punta del iceberg, puesto que en el resto del cuerpo también se produce ese fenómeno.

 

He oído algunas palabras de su conversación,

las suficientes para saber que era de nacionalidad argentina. Después del café se han levantado y se han ido caminando lentamente calle abajo.

 

¡Lo he encontrado tan humano!

 

Alguien que busca;

alguien que encuentra la eterna música que acaricia nuestros sentidos.
 
                                                                                                      Johann R. Bach

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