15 jun 2013

Escuchaste el vuelo de las gaviotas

           UNA  CIEGA  EN  PORTOFINO

 

                                                Portofino. Al fondo las cumbres nevadas casi tocando el mar

 

                                   UNA CIEGA EN PORTOFINO

 

En Portofino

respiraste y escuchaste su aliento como un placer solitario que todos hemos experimentado; sentiste ante las olas inquietas del mar como el sol se posaba sobre sus párpados.

 

Escuchaste el vuelo de las gaviotas

por encima del horizonte, cómo flotaban con su silbido en el viento y colgada de su dulce brazo creciste como joven alondra en el amor.

 

Las horas de un tiempo inacabado

cuando todo parecía perdido empezaron a transcurrir plácidamente ante ese andar desnudo de sus ojos invadiéndote la alegría repentina, humedecidos todos tus poros, ante el Mar de los Sueños, con la arena acariciando tus pies.

 

Sentiste más fuerte  que nunca

salir de tu pecho, ese grito que pide besar a los que tenemos cerca; la música de aquella Costa Liguria parecía suave como un engaño puro.

 

Aquellas horas ya son indestructibles.

 

Amaste todo aquello:

las pecas sobre su piel el brazalete que cerraba la manga, aquella dulzura sin sombra que, entre unos mínimos dedos, como una evidencia de amor erizaba el musgo sonrojado.

 

Nos cogió de la mano

en aquel bellísimo rincón de Portofino y como en un ritual, aspiró profundamente aquella brisa marina y mojándose los labios con su propia lengua como saboreando la sal adherida susurró como si hablase al viento:

 

"Hay dolores aquí de todos los tamaños

y una pequeña semilla de felicidad en alguna barca entre ésas que veis. Tormenta a tormenta,  batalla a batalla se moldearon esas rocas. El clima suave y el calor del sol atrajeron a especies de plantas coníferas en las que se refugiaron miles de aves hasta convertirse en un rincón vivo  lleno de luz y mar".

 

Más tarde, con la luna ya alzada,

en Santa Margarita, decidiste no renunciar a voz alguna; abandonar tu antigua soledad; adoptar un nuevo mar; vivir en el más maravilloso de los mundos

 

y aceptar que tus ojos eran ya los suyos

 

                                                                                              Johann R. Bach

 

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