9 jun 2013

Noté, al tacto, el mármol bastante más frío que mis manos

EL FRÍO TACTO DEL MARMOL

 

La fina lluvia caía sobre la hierba

y me decidí a dar un pequeño paseo aprovechando la soledad de una aurora de escasas luces.

 

Noté, al tacto, el mármol

bastante más frío que mis manos y pensé en el origen de ese carbonato empleado precisamente por su insolubilidad. Podría ser de Porriño o de Cehegin, pero no de Carrara porque no era muy caro.

 

Mirando al cielo y sus grises algodones

lamenté el haber sido mordido por una rata cuando estaba haciendo un hueco para plantar un geranio. ¿Cómo hubiera podido vengarme de aquella agresión?

 

Un hombre jamás puede vengarse

del ogro monstruoso de la vida.

 

Uno entra en la sala de partos,

que es el nacer moderno y ya tienes que vivir, matarte a trabajar: está a la vista el cebo que ansías, una mujer con la que llegar a un acuerdo para echar los dados.

 

Pero para ello hay que ir con cuidado,

evitando el tejido espinoso que rodea a la rosa. Después de haberte embriagado con su perfume, un simple roedor puede acabar con una vida idílica.

 

Observo con mis ojos secos,

ya sin lágrimas las palabras que mis supuestos amigos me han dedicado: "Amable fue su vida, y en él los versos de tal manera se combinaron que la naturaleza podría alzarse para decirle al mundo: Éste fue un poeta".

 

Quienes me conocieron a fondo

se sonríen al leer esta hueca retórica.

 

Creo que hubiera sido más correcto decir:

"La vida no fue amable con él, y en él los poemas se combinaron de tal manera que le declaró la guerra a la vida vegetativa y en ella una simple mordedura de una criatura común llena de su rabia por su infortunio le mató.

 

En vida yo no aguantaba a las ratas

y ahora que estoy muerto tengo que aguantar que ellas sean precisamente las que escriban mi epitafio.

 

                                                                                  Johann R. Bach

  

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