ERA LA MÁS PEQUEÑA
Era la más pequeña
de los hermanos, la última. No me decían nada; dejaban que jugara con la arena sobre mis tobillos; era una niña callada, y además más chica que los demás.
Jugaban un rato conmigo
y pronto me olvidaban.
Pasaban gritando, sofocados,
enormes, riéndose de todo; casi nunca reparaban en mí. Un muchachote daba un puntapié a una pelota de trapo mientras sujetaba a mi hermana
por la trenza, única y bella.
Yo sentía ganas de llorar, pero
viendo su sonrisa, yo también reía.
Todos se afanaban en sus brincos,
lucían sus habilidades y voceaban. La masa inmensa de los muchachos,
agolpada, rojiza aumentaba mis latidos, y pálidamente yo los miraba me levantaba y caminando sobre la arena metía diminuta mis pequeños pies en el agua.
El balón iba de un lado a otro
seguido por mis ojos sin tocarlo. Me retiraba a sentarme en un rincón
sobre la arena impotente, admirando y temiendo las correrías.
Un chico enorme, exhausto, se sentaba
de vez en cuando a mi lado para descansar, me sentaba sobre sus piernas. Su sudor me llenaba de gozo mientras me cogía las manos y sus brazos me rodeaban suavemente. Me gustaba su olor.
Era la primera persona que me prestaba
unos minutos de atención.
Johann R. Bach
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