YO ERA UNA NIÑA DELICADA
Cuando me enamoré de Gregory Peck
yo era aún una niña delicada y algo anémica.
Me gustaba ver el mar
desde la ventana de nuestra habitación. Mi hermana leía y leía y sólo de vez en cuando me miraba de reojo porque mi madre le ordenaba que me vigilara, pero yo no era una niña difícil.
Mi hermano y mis primos se subían, sin pedir permiso, a la primera barca que pillaban. Aprovechaban que los pescadores dormían en las mañanas de los domingos para para medir sus fuerzas con los remos.
A mí no me gustaban esos paseos
a pesar de que ellos insistían en que subiera a bordo de aquellas pesadas barcas porque me mareaba fácilmente.
Cuando nos trasladamos a Barcelona
yo era aún una niña delicada y algo anémica.
Me mareaba mirar
hacia la parte alta de los edificios y, sobre todo, viajando en tranvía.
Me tenía que tapar los oídos
para no oír el chirrido de las ruedas metálicas cuando aquellos monstruos de hierro tomaban la curva del Paseo Maragall para enfilar la Calle industria.
Recuerdo una mañana
en que a las ocho de la mañana ya estaba esperando en la parada frente a la Clínica Victoria, cuando tomé el número 45. También me hubieran ido bien el 47 que venía desde la Plaza Virrey Amat o el 37.
Me acomodé en la parte trasera
porque las puertas del remolque siempre iban abiertas y así me agobiaba menos durante el trayecto.
Empecé a marearme
al pasar por el Camp de l'Arpa y al llegar a la curva del Dos de Maig con Roselló frente a la fábrica de Cervezas Damm
el sudor frío
ya me había invadido todo el cuerpo la vista se me nubló y vomité troceado el huevo duro que había comido por toda cena la noche anterior.
Muy débil y muerta de vergüenza
por haber ensuciado los asientos de madera del tranvía me apeé y seguí a pie hasta el Instituto.
El aire fresco de la mañana
devolvió la agudeza a mis ojos.
Al mediodía llegué a casa tan débil
que me metí en la cama después de tomar una sopa caliente. Dormí toda la tarde y toda la noche de un tirón.
Cuando Marta Guillamon me llevó al cine
Yo era aún una niña delicada y algo anémica.
Me llevó a ver "Los Cañones de Navarone". No comprendí muy bien lo qué estaba pasando en la película, pero me gustaron los paisajes de los pequeños pueblos de Grecia,
sus puertos y las montañas nevadas
en las que aparecía Gregory Peck con sus tejanos índigo un color desconocido para mí.
Muchos otros sábados
fui al cine con Marta. Me fascinaron Catherine Deneuve, Sofía Loren, Jean Paul Belmondo, Gary Cooper, …
Me gusta pensar
en aquellos personajes del cine que me enseñaron infinidad de cosas con las que no había siquiera soñado.
Me enseñaron muy bien
cuando tanta necesidad tenía; me enseñaron infinidad de cosas que nunca creí posibles.
No he olvidado a aquellos amigos
en lo más hondo de la sangre que cuando no había oportunidad ninguna me la dieron; y como muchas de mis amigas
me enamoré de Gregory Peck cuando
aún era una niña delicada y algo anémica.
Johann R. Bach
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