14 dic 2013

embelesado por toda la belleza que resbalaba sobre mis ojos no advertía qué había en el cielo constelado



ESPERO QUE NOS VEAMOS PRONTO
(A MARI LUZ Y ANTONIO)



Hubo un tiempo

en que no tenía hambre de Dios. Estaba demasiado ocupado mirando a mi alrededor,



embelesado por toda la belleza

que resbalaba sobre mis ojos y sobre mi piel que no advertía qué había dentro de mí ni en el cielo constelado que volaba sobre mi cabeza.



Algo me iba diciendo

sin embargo, que antes de que fuera viejo, debía dirigir mi pensamiento hacia un supuesto lugar geométrico donde nacían las emociones.



Años más tarde invité

a todos los amigos que pude encontrar a una cena de simbólica despedida en la que en el brindis final prometí volver a invitarlos para recordar los tiempos de juventud.



La cena fue multitudinaria

y por ello tuve que pagarla a plazos.



Esta vez, pasados los años,

desde luego no pido comprensión y, sin embargo, espero que cada uno volverá la cabeza cuando un muchacho inexperto salte a la superficie del Lago de la Vida.



Podría admitir

que he sido sólo un cobarde que gritaba "yo, yo, yo, me, mí, conmigo y no mencionar las escasas tardes -maravillosas tardes junto a vosotros-;



paisajes y mariposas forzadas

por las circunstancias a chupar las débiles bombillas eléctricas de aquellos años.



Pero seguramente, a estas alturas,

ya sabéis que cada uno tiene una forma de desaparecer, su propia despedida (la que espera).



Por eso quiero ahora invitaros,

como lo hicieron Mari luz y Antonio, sin edad o enfermedad. Vamos cabalgando, lo reconozcamos o no, sobre una enorme silla de montar llamada Universo que lo admite todo



desde las grandes galaxias

hasta el mínimo corazón de un caracol.



                                                       Johann R. Bach

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