4 nov 2013

Marta, no eres una amiga, eres una venganza

MI PRIMER VIAJE AL TIBET

 

Siendo aún muy joven,

tras una auténtica borrachera de filosofía y vino prendió en mi mente la idea de ir al Tibet.

 

Al día siguiente me fui a dormir

a las nueve de la noche con un fuerte dolor de cabeza debido al vino blanco. A las dos de la mañana, una sombra blanca sentada en mi cama movía la cabeza negativamente.

 

La luz amarillenta me impedía ver

si era un fantasma que quería asustarme o era algo peor… En efecto era algo peor, alguien que se proponía no dejarme dormir a gusto: Era Marta.

 

Sí sí, era la mismísima Marta Guillamón,

aquel monstruo libidinoso que estaba dispuesta a torturarme hasta quitarme de la cabeza aquella idea de viajar al Tibet.

 

"La sabiduría

–decía martilleándome las sienes- es tan escasa en el Tibet como en Barcelona".

 

¿Cómo has entrado aquí?

¿Quién te ha abierto la puerta?

¿Esa zorra de holandesa? ¿no?

 

"No obstante

–continuaba Marta con su discurso-, puede florecer en todas partes sin que nadie se dé cuenta".

 

Sí sí. Ya veo.

Tú eres de esas personas que va más allá, que no se queda en la simple anécdota jajaja.

 

"Una mujer, y más raramente un hombre

–seguía imperturbable Marta-, semejante a otras personas pero no igual, que vive en la gran ciudad puede escribir páginas bellísimas que a los lectores corresponde juzgar".

 

"esas páginas –insistía tenazmente Marta-,

escritas con delicadeza femenina, no son para todos, aunque estén destinadas a circular entre las gentes de hoy que se ha dejado atrapar en una profunda ignorancia".

 

Marta, no eres una amiga,

eres una venganza. ¿Por qué no se te llevará el diablo a otra parte? ¿No ves que me muero de sueño?

 

"Tú debes escribir

lo que pasa por mi cabeza, por la tuya y por los sobacos de los demás. Esto es casi una orden".

 

Un silencio sepulcral

me indicó que Marta se había ido. Me dormí otra vez profundamente, pero tuve una terrible pesadilla de la que sólo recuerdo que me desperté chillando: ¡Cogedle! ¡Cogedle!

 

Al día siguiente me sentí contento

de haber descartado aquella locura de viaje, sin objeto alguno, sin dinero, sin saber en suma a qué diablos iba a ir yo al Tibet.

 

                                                                     Johann R. Bach

 

 

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