9 nov 2013

El escarceo amoroso sobrepasa la expectativa sexual de cualquier mujer

Capítulo 69.  EL MENAGE A TROIS

 

  • La humillación del hombre joven

                 STAPHISAGRIA C200

  • La resignación del hombre maduro

                 ARSENICUM IODATUM C200

  • La avidez de responsabilidades

                 NUX VOMICA C200

                 SULFUR C30

 

Son las 2 de la mañana;

no tengo nada de sueño y estoy lúcida. Muchas personas a esta hora si no pueden dormir se desesperan; yo, escribo.

 

Es mi medicina.

Aunque realmente este estado en que me encuentro no es lo que se conoce como insomnio.

 

El origen de este manantial de ideas

que me ha desvelado es la conversación que he tenido durante la cena con mi amiga Martina.

 

Nos hemos sentado

inicialmente en la pequeña terraza del Bilderbuch, pero luego hemos decidido situarnos junto al piano del vestíbulo, en una mesa con dos velas encendidas que nos ha dado un confort comparable al calor que ya empieza a agradecerse en las noches berlinesas.

 

El vestíbulo estaba lleno,

como de costumbre, de personas solitarias leyendo el periódico o trasteando el ordenador. Dos mesas ocupadas por sendas parejas de chicas disimulaban la calidez de nuestra presencia junto al piano.

 

En el aire flotaba una tenue música de saxo

proveniente de un dúo que tocaba en esos momentos en el  "salón biblioteca". Martina, no obstante, parecía no oír la tranquilizante música de fondo y el resto del bohemio vestíbulo no penetraba en la retina de sus grandes ojos.

 

Me miraba con ansiedad

y relataba con premura su relación con sus dos amores, teorizando con ello sus propias limitaciones.

 

Martina es una mujer algo delgada

de cabeza triangular debido a la anchura de su frente y a la puntiaguda barbilla. Lleva el pelo muy corto, rubio, muy bien cuidado, peinado masculinamente y sus ojos rasgados le proporcionan una mirada inteligente dando la impresión de seguridad en ella misma.

 

Ha cumplido cuarenta y ocho años

y siente la vida como una fuente inagotable de emociones placenteras: es un reptil; le gusta el vino y fuma; se gana bien la vida y aparentemente es más desprendida que generosa.

Psicóloga de profesión,

comparte conmigo, de vez en cuando, algunas de sus ideas y experiencias. Está casada en segundas nupcias con un hombre quince años mayor que ella y mantiene relaciones sexuales con un colega de su misma consulta (praxis) de cuarenta años de edad.

 

Se siente satisfecha de cómo le van las cosas,

pero tiene algunas "dudas" sobre su situación en medio de estos dos hombres. Su afán de ganar dinero, -cuenta a modo de justificación- es para evitar convertirse en la enfermera de su marido en un futuro lógicamente próximo.

 

Me ha contado que ha leído

en un diario que una actriz inglesa de teatro, Tilda Swinton, vive su particular menage a trois con características similares a las suyas.

 

Martina destaca como elementos positivos

de esa peculiar "familia" que mientras el marido se queda en casa con los niños ella acude a las recepciones y fiestas con su elegante amante, haciendo pública la relación con él, haciendo gala de su libertad mediante una transparencia poco común.

 

La experiencia que está viviendo

(un menage a trois) Martina abunda en nuestra sociedad y en multitud de ocasiones no origina inestabilidad social o emocional, pero planteada con la aparente transparencia del caso de la famosa actriz me hace reflexionar sobre los diferentes ángulos del "triángulo familiar" que forzosamente no tienen la misma amplitud.

 

Ella, la actriz, juega un papel dominante

en la familia y en el negocio, que visto en su vertiente de "modus vivendi" obliga (Nux vomica es el auténtico tirano en casa y la exquisita persona fuera del hogar) a cada uno a mantener su rol; y, la transparencia de la relación no es más que publicidad como la de muchas actrices.

 

La posición de cada uno

quizá diste de ser idílica, pero en este caso la mejor parte se la lleva la actriz, tanto económica como socialmente. Y en el terreno de satisfacción personal y profesional, de reconocimiento público es también ella la mejor situada.

 

Su avidez de responsabilidades

le lleva a exigir también a los miembros de su "familia" a que cumplan con su rol porque para eso los mantiene (les paga). La relación con ellos es de dominio. Ella es una perfeccionista y los demás, así lo cree, siempre cometen algún que otro error.  

 

Con Martina las cosas suceden,

por lo que ella cuenta, de la misma manera. Así, si pudiéramos meternos en la piel del joven amante de Martina, sentiríamos una sensación de humillación con tendencia a mostrar una

 

agresividad contenida por falta de fuerza

para independizarse o reivindicar una posición más acorde con su juventud y su futuro; nos apercibiríamos de cómo sufre al ver que su posición en la relación triangular no sólo no mejora sino que, al contrario, empeora. Su juventud se va quedando atrás con el peligro de ser sustituido por otro elegante joven. 

 

Sospecho que su semen

derramado sobre el vientre de Martina es pegajoso y viscoso como el caucho. Eso lo sé porque yo también tengo un amante dieciocho años más joven que yo cuyo semen acostumbra a derramarlo en mi barriga; aunque

 

Niko, mi maduro amor - el hombre de mi vida-, desgraciadamente ya no está a mi lado. Podía haberle preguntado a Martina sobre esa circunstancia individualizadora de su joven amante, pero no lo he hecho.

 

El marido, bastante mayor que ella,

adopta una postura mucho más inteligente y su preocupación es hacer frente física y psíquicamente a todas las tareas que le asigna Martina.

 

Sorprendentemente, y a juzgar por las confesiones

que me ha hecho durante la cena, a sus sesenta y tres años Karl es un amante infinitamente más apasionado que Freddy (su amante joven) cuya resistencia en la carrera y

 

el escarceo amoroso sobrepasa

la expectativa sexual de cualquier mujer. El placer sexual lo aporta Karl, la autoestima (pública) la consigue Freddy.

 

 Karl conoce el comportamiento de Freddy,

su carácter, sus ambiciones; y, con paciencia y dedicación total, en cuerpo y alma, hacia su amada logra una posición mucho más segura y estable. Karl es consciente de sus limitaciones y ello le ayuda a aceptar resignadamente su papel en el juego triangular:

 

durante un tiempo continuará

siendo imprescindible para Martina. Espero que en ese tiempo mi amiga observe en el espejo que sus hombros se le van encorvando con el peso de sus responsabilidades y poco a poco dulcifique su carácter y aprecie el amor que los miembros de su familia le ofrecen quizá no generosamente. 

 

En mi opinión Martina es demasiado egoísta,

narcisista y ególatra para dar paso a su inteligencia y no escucha las opiniones de los demás, sobre todo si no son complacientes a sus oídos.
 
               Johann R. Bach 

 

 

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