6 nov 2013

Tu destino es esperar a que alguna golondrina te admita en sus bodegas

COMO UN GRANO DE ARENA

 

Nadie piensa en las veces,

las mil veces, después de la tristeza caprichosa o de la humillación a la que te sometieron los mares. Envidias la sonrisa de los que comparten tu destino, esa distancia fría de sus labios ante la realidad.

 

Son como estatuas

sobre el declive amargo del otoño y en las seguridades de las rocas les cuesta concebir el riesgo del viento huracanado, las tormentas de lluvia y nieve, las descomunales mareas en noches de luna llena.

 

Tú también dudas de la luz

que hace vida, de la consistencia que transmites confundida con un halo de testarudez; dudas de tu capacidad a pesar de tu frente despejada, inteligente.

 

No sientes la mordedura

del veneno amarillo de la vejez, la quiebra y el ridículo de la misma forma que otras criaturas; no concibes las heridas que tardan en cicatrizar: quizá sea porque te bañas a diario en la pureza metálica

-sodio, potasio, cobre, titanio, cromo, Thalio…- de las sales marinas en cada pleamar.

 

Agitas el sermón del justo

más allá de las dudas razonables y de las decisiones clamando contra el filo de los sueños, contra la incertidumbre de los pinos, pero no te gusta asumir ninguna responsabilidad en la quietud del hábitat de la arena de la playa

 

con su orden de cementerio de cangrejos,

de visitas regulares del sol y enfriamientos rápidos bajo la brisa nocturna, de soledad en el largo invierno.

 

Muchas criaturas caminan sobre tu cielo

mientras la luz deshecha busca tu solidez, pero la luz se enfría débil sobre tu piel y quien regresa a las playas de su juventud siente las manchas de la tarde. Eres como un sencillo grano de arena de la playa.

 

Nadie sabrá las veces,

las mil veces que envidiaste la sonrisa de las olas y su pureza metálica.

 

Tu destino es esperar

a que alguna golondrina te admita en sus bodegas, te transporte en un vuelo sin retorno a otros mares; allí donde necesitan tu constancia, tu sabiduría, tu paciencia y lo más importante:

 

el regalo

de tu experiencia en repartir pasión, amor y sueños.

                                                                                        Johann R. Bach

1 comentario:

  1. Esa golondrina un día llegará a tu ventana y hará las delicias nunca soñadas con su alegría, sus trinos y ganas de compartir sus sueños >_<

    ResponderEliminar