MEDICINAS PARA SIETE NOCHES
- LA NOCHE DE NUX VOMICA
El suave viento
disemina las oscuras nubes. La lluvia cede su lugar a la ansiedad.
El vino añejo
Dispersa las amarguras de la vida. La tristeza cede su espacio a la palabrería.
La sal marina
diluye el rosario de las vértebras. La juventud se retira ante el fracaso y el insomnio juega al escondite con el intestino.
Durante el sueño
se separa a los amigos de los enemigos, que son casi todos. La agresión -incluso a desconocidos- es la norma.
El mal humor
busca la humillación hasta el amanecer como un animal hambriento que pretende más hembras de las que tiene y puede.
- LA NOCHE DE PULSATILLA
No deseo graneros
dilatados por el exceso de los sacos ni coronas de laurel que adornen mis sienes;
no es la gloria mi anhelo.
Tan sólo me conmueve
la dulce presencia de mi esposa y la bendición inmutable de mis modestos dioses al abrirse en la noche las pálidas estrellas;
la suave caricia
de unos dedos dedicados al masaje de mis cervicales y la del agua caliente sobre mis pies.
- LA NOCHE DE CONIUM
Ya no tratan
mis versos del amor, cuyas alas sensuales no visitan el vano lecho de mi desdichado corazón,
sino la amarga pena
que consume mi pecho. Proscrito por la parálisis ascendente de mis pies yazgo en los confines de la tierra,
con la ansiedad
de ánimo y la angustia del que ahora los naranjos que en las riberas de la tierras húmeda crecen.
- LA NOCHE DE SEPIA
Aquí, tendida en el sofá
tan sólo siento sobre mí el manto de la nieve, el vendaval al otro lado de la ventana.
Postrada estoy
Por el rigor del frío, la ausencia de luz en mis pupilas y el silencio donde sólo oigo la música de los dientes de la carcoma.
Condenada por el cruel destino
que deja correr el tiempo lentamente para agravar mi tristeza y la caída de mis párpados y el descuelgue de mi útero.
Cuando pienso
-pasada ya la medianoche- en la tenaz presencia de esta adversa fortuna que me acosa, deseo que mi indiferencia doblegue finalmente al mísero destierro que me impuso la naturaleza.
Caigo entonces
en un hondo abatimiento, en temor infinito, y lejos de mí huyen las leves esperanzas que no han de venir sino hasta la primavera.
- LA NOCHE DE CHAMOMILLA
Presiento
que en estas rudas tierras –donde sólo descanso durmiendo boca arriba- acabaré mis días sin lograr el reposo.
Veo y oigo el polvo caer
sobre los muebles inconteniblemente y el futuro de mi ceniciento pelo será profanado junto a mis restos por un caballo árabe
y mis cenizas olvidadas
serán dispersadas por el frío viento de una impasible tramontana.
Ya llevo siete otoños sepultada
sin orinar, saliendo de mi boca palabras soeces y maldiciendo a los infiernos ignorados del Ponto,
sobrecogida
por las severas agujas de la diálisis como severas armas de un bárbaro adversario, amenazante y fiero.
- LA NOCHE DE CAUSTICUM
No suspiro
por las fugaces diversiones de la vida nocturna aunque he de reconocer que sólo el vino me devuelve la libido perdida en la noche de los tiempos.
Mas no puedo evitar
el dulce recuerdo de mi hija sufriendo junto a los desheredados de la tierra,
las fraternales charlas
con mis amigos, improvisadas en las serenas noches del estío, donde todo eran proyectos para el bienestar de las almas que sufren.
Sin embargo, la cruda realidad
es este cuerpo inerte y frío -a pesar de tener las orejas y los labios rojos- que sucumbe bajo el peso de las funestas horas.
Sólo puedo dormir
en las noches de verano junto al mar. Brotan de mi insomnio versos que, a su pesar, mi mano escribe.
En ellos no se halla
el libre Virgilio de los mejores días, tan lejanos, y al leerlos inevitable me resulta la vergüenza de ser yo quien los compuso.
- LA NOCHE DE AURUM
Mi espíritu enfermo
de rabia y resentimiento y mi apatía no soportan el duro esfuerzo de borrarlos.
Toda una vida
para enriquecerme lanzada por la borda por la indiferencia de mis hijos.
Hallo poco placer en escribir
Historias inútiles que nadie ha de leer. Aún así, sabiendo que no saqué provecho de mis obras y si graves perjuicios
Tampoco puedo dejar
estos inútiles afanes que ayudan a olvidar mi desventura. El dolor en mis sienes me sube la tensión y mi sueño no es apacible, pero eso es lo que busqué.
AHORA, cada uno,
-pasado ya el Trópico de Cáncer de su vida- en la callada noche, de cara al cielo, echado sobre la suave hierba, junto al aroma del romero, la mirada prendida en los prodigios de los astros,
atento cada cual a los coloquios
puros de los dioses, acechará la sigilosa llegada de esa muerte menuda y dulce que es el sueño.
Johann R. Bach
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