3 nov 2013

Ahora, cada uno, acechará la llegada de esa muerte menuda y dulce que es el sueño

MEDICINAS PARA SIETE NOCHES

 

  1. LA NOCHE DE NUX VOMICA

 

El suave viento

disemina las oscuras nubes. La lluvia cede su lugar a la ansiedad.

 

El vino añejo

Dispersa las amarguras de la vida. La tristeza cede su espacio a la palabrería.

 

La sal marina

diluye el rosario de las vértebras. La juventud se retira ante el fracaso y el insomnio juega al escondite con el intestino.

 

Durante el sueño

se separa a los amigos de los enemigos, que son casi todos. La agresión -incluso a  desconocidos- es la norma.

 

El mal humor

busca la humillación hasta el amanecer como un animal hambriento que pretende más hembras de las que tiene y puede.

 

  1. LA NOCHE DE PULSATILLA

 

No deseo graneros

dilatados por el exceso de los sacos ni coronas de laurel que adornen mis sienes;

 

no es la gloria mi anhelo.

 

Tan sólo me conmueve

la dulce presencia de mi esposa y la bendición inmutable de mis modestos dioses al abrirse en la noche las pálidas estrellas;

 

la suave caricia

de unos dedos dedicados al masaje de mis cervicales y la del agua caliente sobre mis pies.

 

  1. LA NOCHE DE CONIUM

 

Ya no tratan

mis versos del amor, cuyas alas sensuales no visitan el vano lecho de mi desdichado corazón,

 

sino la amarga pena

que consume mi pecho. Proscrito por la parálisis ascendente de mis pies yazgo en los confines de la tierra,

 

con la ansiedad

de ánimo y la angustia del que ahora los naranjos que en las riberas de la tierras húmeda crecen.

 

  1. LA NOCHE DE SEPIA

 

Aquí, tendida en el sofá

tan sólo siento sobre mí el manto de la nieve, el vendaval al otro lado de la ventana.

 

Postrada estoy

Por el rigor del frío, la ausencia de luz en mis pupilas y el silencio donde sólo oigo la música de los dientes de la carcoma.

 

Condenada por el cruel destino

que deja correr el tiempo lentamente para agravar mi tristeza y la caída de mis párpados y el descuelgue de mi útero.

 

Cuando pienso

-pasada ya la medianoche- en la tenaz presencia de esta adversa fortuna que me acosa, deseo que mi indiferencia doblegue finalmente al mísero destierro que me impuso la naturaleza.

 

Caigo entonces

en un hondo abatimiento, en temor infinito, y lejos de mí huyen las leves esperanzas que no han de venir sino hasta la primavera.

 

  1. LA NOCHE DE CHAMOMILLA

 

Presiento

que en estas rudas tierras –donde sólo descanso durmiendo boca arriba- acabaré mis días sin lograr el reposo.

 

Veo y oigo el polvo caer

sobre los muebles inconteniblemente y el futuro de mi ceniciento pelo será profanado junto a mis restos por un caballo árabe

 

y mis cenizas olvidadas

serán dispersadas por el frío viento de una impasible tramontana.

 

Ya llevo siete otoños sepultada

sin orinar, saliendo de mi boca palabras soeces y maldiciendo a los infiernos ignorados del Ponto,

 

sobrecogida

por las severas agujas de la diálisis como severas armas de un bárbaro adversario, amenazante y fiero.

 

  1. LA NOCHE DE CAUSTICUM

 

No suspiro

por las fugaces diversiones de la vida nocturna aunque he de reconocer que sólo el vino me devuelve la libido perdida en la noche de los tiempos.

 

Mas no puedo evitar

el dulce recuerdo de mi hija sufriendo junto a los desheredados de la tierra,

 

las fraternales charlas

con mis amigos, improvisadas en las serenas noches del estío, donde todo eran proyectos para el bienestar de las almas que sufren.

 

Sin embargo, la cruda realidad

es este cuerpo inerte y frío -a pesar de tener las orejas y los labios rojos- que sucumbe bajo el peso de las funestas horas.

 

Sólo puedo dormir

en las noches de verano junto al mar. Brotan de mi insomnio versos que, a su pesar, mi mano escribe.

 

En ellos no se halla

el libre Virgilio de los mejores días, tan lejanos, y al leerlos inevitable me resulta la vergüenza de ser yo quien los compuso.

 

  1. LA NOCHE DE AURUM

 

Mi espíritu enfermo

de rabia y resentimiento y mi apatía no soportan el duro esfuerzo de borrarlos.

 

Toda una vida

para enriquecerme lanzada por la borda por la indiferencia de mis hijos.

 

Hallo poco placer en escribir

Historias inútiles que nadie ha de leer. Aún así, sabiendo que no saqué provecho de mis obras y si graves perjuicios

 

Tampoco puedo dejar

estos inútiles afanes que ayudan a olvidar mi desventura. El dolor en mis sienes me sube la tensión y mi sueño no es apacible, pero eso es lo que busqué.

 

AHORA, cada uno,

-pasado ya el Trópico de Cáncer de su vida- en la callada noche, de cara al cielo, echado sobre la suave hierba, junto al aroma del romero, la mirada prendida en los prodigios de los astros,

 

atento cada cual a los coloquios

puros de los dioses, acechará la sigilosa llegada de esa muerte menuda y dulce que es el sueño.

                                                                         Johann R. Bach

 

 

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