6 nov 2013

La luz de la sombra nace

EL REGRESO DEL ASTRONAUTA 2

 

Al bajar de ese mundo

de luz difusa sentiste que la alegría volvía a tus mejillas: volvías al reino de la sombra.

 

La sombra ,

luego de un viaje interminable, es también una nave como el alma que atraviesa los mundos.

 

Aquel hospital

que descubriste una tarde, una tarde callada, era el mismo universo

encerrado en otro universo sin sombra: era la misma sombra llena de luz. Te confinaron en un dormitorio femenino donde debías pasar una cuarentena llena de pruebas y análisis.

 

Por la noche

Los ojos de las demás compañeras te perforaban con gélidos interrogantes aun cuando no te veían. Era obvio que esteraban de ti algo extraordinario: Una idea, una visión o experiencia, una declaración rimbombante de principios morales…

 

En aquellas noches no dormíais.

Las sábanas caían al suelo. Muchas veces fingiste dormir; te sentías observada –acostada un poco más allá en una tensión estática- por la que probablemente informaría a algún comité tus reacciones ante el sueño o la vigilia.

 

Una noche de aquellas

La luz de la luna había entrado en el dormitorio, bañaba tu cuerpo hasta la cintura; tu busto quedaba expuesto a sus ojos como si su forma atravesase la sábana.

 

Mirando de reojo

la vi mover sus dedos como una bailarina, una sacerdotisa en éxtasis, como si estuviese trenzando una soga invisible, como trazando cifras rítmicas. ¿Contaba acaso sus orgasmos?

 

Después puso sus dedos

Alrededor del cuello y ahí los dejó argentados: de pronto se sacudió como si se hubiese espantado o vuelto a la realidad. Giró sus ojos otra vez hacia mí como para comprobar si aún dormía.

 

Era una sombra

que te envolvía, a través de mil formas, humanas  y no humanas; era como una sombra única en el mismo horizonte como un fantasma sobre el que se edifican o se destruyen todos los astros, todos los mundos incalificables.

 

Mientras descendías a este mundo

observando ese océano calificado de interminable por nosotros, la nube solidificada, el humo tomando cuerpo en cada una de las combinaciones, la suerte revestida con sus amplios lunares regresaba contigo.

 

He aquí –exclamabas-,

y para casi siempre, el reino de las soledades, abarrotado de gentes solas tomando el sol en las cálidas orillas ajenos a todo; a todo lo que signifique obligación incluida la de permitir ser espiada por la "ciencia oficial".

 

Pero aquí

–sigues diciendo para tus adentros- baila ante sus ojos la nube estratificada, llena de oxígeno, nitrógeno y gases nobles, rodea tus pasos, sella las miradas.

 

En el rugir del viento

–como en ningún otro mundo- se oyen las pesadas cadenas arrastradas por todos los astros mientras la sombra genera soles, soles iluminados, soles gigantes, abandonados, solos, perdidos en la lejanía.

 

La luz de la sombra nace.

Escucha su corazón, ensombrecido universo sobre el que flotan las partículas de luz empaquetadas, como paseándose por una caverna abandonada.

 

Contemplad compañeras

desde este hospitalario dormitorio el inmenso palacio solitario con sus lucecitas tiritando. En cada una de esas estrellas se halla registrado un sueño.       
 
                                Johann R. Bach

     

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