1 nov 2013

... después el día trae el deseo y vienen la alegría y el antojo

LA PROFE DE MATES

 

Tú que conoces tu fertilidad

 

te rascas frente al espejo y te despeinas con cuidado para romper la rigidez de un pelo rebelde que quiere acariciar tu cara;

 

te lames los rasguños de la noche

y sonríes porque esperas otro día lleno de alboroto con tus alumnos, sales al encuentro de la mañana y

 

saboreas un café corto

como la jovencita que busca el musgo, el junco tierno y sensitivo con que vencer la ansiedad del hambre, ansiedad por echar los dados o resolver un teorema matemático.

 

Tiempo habrá para dormir despacio

una siesta sobre el suelo arenoso bajo una sombrilla soñando con hombres que dibujaban la fuerza de los bisontes en una cueva.

 

También, como ellos,

cuando llegue el crepúsculo, recordarás, como una más de tu especie, cómo aguardaste

 

impaciente tus diecisiete años –número mágico-

cómo te trastornabas y te incomodabas, sonreías con cariño y soñabas con tener tus propias criaturas mientras cantabas  contra el miedo en las tormentas.

 

Te levantas, te persigues

y te abrochas la luz contra la boca para salir al mundo y comprenderlo: su columna vertebral consiste en que mueran las violetas por el frío y alguien quede tendido en la memoria del llanto.

 

Pero después el día trae el deseo

y vienen la alegría y el antojo, de las hojas diminutas de coraje, tu apetencia por la belleza de las plantas y, feliz, rumias sobre tus bellos minimales.       

                                                               Johann R. Bach

 

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