1. LOS HOMBRES DE MI VIDA (Augusto)
Profunda es la somnolencia
de osbcuros venenos, llena de estrellas y del rostro hipocrático de mi amante, pétreo.
Amarga es la muerte,
alimento de los manchados de culpa; en el oscuro ramaje de la cepa se disgregan con una sonrisa malévola y miran con tristeza las tierras.
Pero, levemente, él cantaba
a la sombra verde del saúco, despertándose de las pesadillas; dulce compañero de juegos amorosos, se le acercó un ángel rosado, y él como una bestia mansa, se adormeció en la noche, y vio el rostro estrellado de la pureza.
Servicial como él solo,
nunca renunció a hacerse rico. En su fortuna estaba el germen de su tristeza y depresión: sus hijos, en su absurda egolatría, nunca agradecieron la inmensa herencia –de amor y bienes materiales- recibida.
Agradezco el poco tiempo que me dedicó.
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