19 ago 2013

EN EL RODAJE DE UNA PELICULA.

             Café de flore

 

Al llegar a París

aún nos quedaba una semana de vacaciones y decidimos hacer realidad otro de los sueños secretos de una monja: aparecer en una película.

 

Después de una noche inolvidable

en la que estuvimos tomando cervezas y vino en La Coupôle en Montparnass, charlando por los codos como queriendo apurar palabras como si fueran jarras,

 

fuimos a mi habitación del hospital

y nos estiramos sobre la alfombra atravesados en triángulo. Odette besaba los pies de Natalie que a su vez besaba los míos y yo, cerrando el mínimo polígono masajeaba los talones de Odette.

 

Nos despertamos hechos unos zorros

hacia las ocho. Natalie dijo que iba a repintarse los labios a lo que yo me negué.

 

Les expliqué que en París

para ir a la agencia y ser contratados teníamos que parecernos lo más posible a un comunista en la forma de pensar, ir con el pelo desaliñado y vestidos con ropa de esa desgastada por el tiempo.

 

Así que nos dirijimos al "Marché aux pouces",

aparcamos el deportivo en la Av. Michelet y deambulamos entre las paradas de ropa vieja, compramos diez cazadoras de cuero rozadas en los codos y puños,

 

Comimos en un pequeño restaurant

conocido por "El Corso" en la zona de Cambronne, concretamente en la Rue l'Amiral de Roussin. El local era una especie de taberna con carteles de personajes revolucionarios, de Marx y Lenin entre los conocidos.

 

Allí era casi obligatorio comer un bistec

con "pommes mousselines" (puré de patata). Mientras devorábamos la carne casi cruda estuvimos mirando cómo vestían los demás comensales. Debíamos aprender rápidamente sus gestos.

 

Regresamos a mi habitación

bordeando París por el Boulevard Peripheric hasta la Porte d'Italie, aparcamos junto al hospital y volvimos a yacer juntos sobre la alfombra, pero fue inútil: no podíamos dormir; necesitábamos probarnos aquellos disfraces. Fue de lo más divertido.

 

Hacia las ocho de la tarde

Mr. Antaraud (amigo del Dr. Pernaud) nos llamó para hacer el casting. Consistió en varias tomas con las chaquetas de cuero negro abiertas por delante, enseñando parcialmente el pecho desnudo. A Mr Antaraud le debieron gustar los pechos de Odette y Natalie. Fue todo muy rápido.

 

Mañana habrá –nos dijo-

tres motos aparcadas delante del Café de Flore os montais cada uno en una moto y no se os ocurra ponerlas en marcha. No olvidéis de ir tan andrajosos como hoy y sobre todo la cazadora abierta enseñando el pecho desnudo. Durante una media hora seréis unos apestosos "blousons noirs".

 

Salimos del casting eufóricos.

Al día siguiente, a la hora convenida, pasaron las máquinas de todo tipo: motos cargadas de cromo y personajes barbudos, actores disfrazados de todas clases y las moviolas detrás mirándolo todo. Los transeuntes nos miraban fijamente para comprobar que no éramos de cartón.

 

Mi amigo el Dr. Pernaud

hizo varios intentos de penetrar en el triángulo esperando encontrar en nosotros una película nunca vista, pero fue inútil:

 

en cuanto entraba en contacto

con nosotros Odette y Natalie ensombrecían el rostro de tal manera que era evidente que su mundo era distinto del nuestro. Yo tuve la suerte de que me dejaran asomarme a él como testigo. Por ello les estaré eternamente agradecido.

 

                                                                                    Johann R. Bach

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